jueves, 31 de diciembre de 2009
viernes, 25 de diciembre de 2009
HEAVY METAL CHRISTMAS
Mi carta para SATÁN CLAUS:
On my Heavy Metal Christmas, my true love gave to me:
12 Silver crosses
11 Black mascaras
10 Pairs of platforms
9 Tattered t-shirts
8 Pentagrams
7 Leather jackets
6 Cans of hairspray
5 Skull earrings
4 Quarts of Jack
3 Studded belts
2 Pairs of spandex pants
and a tattoo of Ozzy!
Gracias a The fool por comentarme de este vídeo.
On my Heavy Metal Christmas, my true love gave to me:
12 Silver crosses
11 Black mascaras
10 Pairs of platforms
9 Tattered t-shirts
8 Pentagrams
7 Leather jackets
6 Cans of hairspray
5 Skull earrings
4 Quarts of Jack
3 Studded belts
2 Pairs of spandex pants
and a tattoo of Ozzy!
Gracias a The fool por comentarme de este vídeo.
jueves, 24 de diciembre de 2009
miércoles, 23 de diciembre de 2009
105.7 ROLAS DEL 2009
Como cada año, REACTOR elabora una lista con las 105.7 (por la frecuencia) canciones del año.
No sé si el año pasado fue mejor musicalmente o si extraños intereses recorren la estación (sus conteos están cada vez más amañados), pero la lista del 2008 estuvo mucho mejor.
Se agradece el constante apoyo de la estación hacia las nuevas bandas nacionales así como también que cada vez más incluyen segmentos y/o secciones enteras de literatura y cine.
Sin embargo, con la primicia de renovarse o morir, la estación está dejando de lado a muchas bandas icónicas dándole prioridad a bandas que tienen una rola buena, que suenan como todas las demás bandas y que en tres años nos olvidaremos de ellas.
Se auto-proclaman la estación de las alternativas, pero después de analizar esta lista (que ellos mismos elaboraron, no por votación de los radioescuchas) nos queda claro que el rock duro y el metal no son parte de su alternativa.
Esta es la lista:
105.7 Maldito Perro-Loba
105 Stillness Is In The Move-Dirty Projectors
104 Mind Dimension-Tiga
103-Sin Enganche-Menuda Coincidencia
102 Tiempo-Dirty Karma
101 Love Is A Wave-Crystal Stilts
100 A La Distancia-La Banderville
99 No Hay Nada Que Perder-Bufi
98 Omen-The Prodigy
97 Piñata-Pilar Diaz
96 Bubble Burst-Beyond The Wizard's Sleeve
95 Lo Sabes Tu-Los Románticos De Zacatecas
94 Hold The Line-Major Lazer
93 So Bored-Wavves
92 Cheat On Me-The Cribs
91 Let's Go Surfing-The Drums
90 Lovesick-Friendly Fires
89 Les Feuilles Mortes-Iggy Pop
88. Loco-Bil
87. Daniel-Bat For Lashes
86. Surf Solar -Fuck Buttons
85. Por Medio De La Lectura –Los Amparito
84. Half Full Glass Of Wine -Tame Impala
83. Audacity Of Huge-Simian Mobile Disco
82. Velvet -Big Pink, The
81. These Are My Twisted Word-Radiohead
80. Islands -XX, The
79. Make Her Say (Feat Kanye, Common) -Kid Cudi
78. Substitution-Silversun Pickups
77. Aimon Fiya-Los Esquizitos
76. Papillon-Editors
75. L.O.V. 2010 -Trans-X, Nortec Panoptica
74. Me Voy-Botica Xochimilco
73. All Is Love -Karen O' And The Kids
72. Summetime Clothes -Animal Collective
71. Tonight's Today-Jack Penate
70. Llorale Wey-Liquits
69.1901 - Phoenix
68. Horchata-Vampire Weekend
67. De Momento Abril- La Bien Querida
66. Collapsing At Your Doorstep -Air France
65. El Orden Del Universo -Dendron
64. Never Forget You- The Noisettes
63. Fut Callejero (Pura Diversion)-Maldita Vecindad
62. Sound Of Kuduro-Buraka Som Sistema
61. Bonkers-Dizzee Rascal & Armand Van Helden
60. Alocatel-Instituto Mexicano Del Sonido
59. Noviembre (Feat. Ely Guerra)-Inspector
58. De Fiesta En Fiesta-12 Pulgadas Crew
57. Notion-Kings Of Leon
56. Minimal - El Cuarto
55. Se Va - DLD
54. Where Did All The Love Go? - Kasabian
53. Pelos En El Mouse - Los Odio
52. Primavera 96 - Niña
51. Splitting The Atom - Massive Attack
50. Baby - Devendra Banhart
49. Alquimista - Jaguares
48. Goldfish - Juan Son
47. Cut Like Buffallo - The Death Weather
46. Cárcel - Bengala
45. Two Weeks - Grizzly Bear
44. Ambling Alp-Yeasayer
43. Raindrops-Basement Jaxx
42. Day N' Nite (Crookers Remix) -Kid Cudi
41. Heavy Cross- The Gossip
40. La Chica Rockabilly -Rebel Cats
39. The Fixer - Pearl Jam
38. Skeleton Boy - Friendly Fires
37. 11th Dimension - Julian Casablancas
36. Inadaptado - Los Gatos
35. El Hijo De Hernandez -El Cuarteto De Nos
34. Arreglame El Alma - Panteon Rococo
33. Deja Vu - Cerati
32. Dominos - The Big Pink
31. Oso Polar - Hello Seahorse
30. Datos Intimos - She's A Tease
29. Uprising - Muse
28. Ultimo Tema - Enjambre
27. Basic Space -The XX
26. Cornerstone - Arctic Monkeys
25. Azul - Natalia Lafourcade
24. Heads Will Roll-Yeah Yeah Yeahs
23. Lisztomania-Phoenix
22. Revelry-Kings Of Leon
21. Boom Boom-Yokozuna
20. Hiedra Venenosa -Instituto Mexicano Del Sonido
19. Despues -Hello Seahorse
18. Estoy Mal-Adanowsky
17. Stranger-Ely Guerra
16. My Girls-Animal Collective
15. Ultimos Dias -Zoé
14. Crying Lightning-Arctic Monkeys
13. Quiero Ser Un Color-Furland
12. French Navy-Camera Obscura
11. Inteligencia Dormida-Pedro Piedra
10. ¿?
9. Diamantes- Los Abominables
8. Zero-Yeah Yeah Yeahs
7. Impacto -Enjambre
6. Criminal-Hello Seahorse
5. Es Feo-Manos De Topo
4. Mrs. Love -Discoruido!
3. Por Siempre - DLD
2. Sea Within A Sea - The Horrors
1. Minutos De Aire - Quiero Club (con Jorge González)
Me gustaría que compartieran el TOP 10 de sus rolas del año en comentarios.
martes, 22 de diciembre de 2009
LA CAJA
La caja es la nueva película de Richard Kelly. Este joven director sorprendió con su alucinante Donnie Darko del 2001 alcanzando el status de película de culto. Pero su siguiente película, Southland tales, fue una verdadera lástima. Así que cuando supe que La Caja -basada en un cuento de Richard Matheson- era su más reciente película, me generó curiosidad.
"Richard Matheson, nacido en Nueva Jersey en 1926, ha sido uno de los autores de ficción estadounidenses más importantes del siglo XX. Escritores de la talla de Ray Bradbury, Robert Bloch, William F. Nolan y Stephen King ha reconocido la influencia de Matheson en sus obras. Ha sido ganador de prestigiosos premios, entre los que se cuentan el World Fantasy Award (mejor novela, 1976; premio a toda una vida, 1984; y mejor colección, 1990), y el Bram Stoker Award (mejor colección, 1990) de la asociación de escritores de terror.
Además de sus novelas de misterio, ciencia ficción y terror, Matheson se destaca por haber escrito numerosos guiones de cine y televisión: escribió varios de los famosos episodios de Dimensión Desconocida (The Twilight Zone) y algunas de sus novelas han sido llevadas a la pantalla grande. Tal vez las más famosas sean The Shrinking Man, filmada como "The Incredible Shrinking Man" (El increíble hombre menguante) en 1957 y I Am Legend, (Soy leyenda) llevada a la pantalla en 2007 con el mismo nombre, y dos veces anteriormente, una como "The Last Man on Earth" con la actuación de Vincent Price en 1964, otra como "The Omega Man" presentando a Charlton Heston in 1971."
Soy leyenda es una excelente novela que debería ser referente para la nueva generación de fanáticos de los vampiros. Lamentablemente, su adaptación más reciente protagonizada por Will Smith la despedazó. No respetó la esencia del libro.
Al parecer es lo que está de moda hacer en Hollywood. Al no contar con guiones interesantes, tienen que recurrir a patéticas adaptaciones de grandes novelas y cuentos. Ejemplos: Yo robot y El curioso caso de Benjamin Button por mencionar un par.
En La caja sucedió algo parecido. El cuento, con todo y su brevedad, es más contundente que las casi dos horas del filme de Kelly. Trató de alargarlo y de darle una explicación; lamentablemente no funcionó. Tampoco logra que los espectadores se identifiquen con los personajes; principalmente por dos causas: a)no son buenos actores (exceptuando a Frank Langella); b)no están bien desarrollados sus personajes. No creí que a un científico de la NASA y a una profesora intelectual se les vendría el mundo encima al retirarles la beca del hijo. Como verán más abajo, todo eso salió de Kelly.
Pero no todo es malo. La película está excelentemente bien ambientada en los 70´s y la fotografía es muy buena. Kelly está lleno de ideas fantásticas, pero su gran error es que quiere meter todas. La deformidad de Norma y de el Sr. Steward fue un exceso.
El cuento daba mucho para explorar situaciones tan reales como el joven matrimonio que la está pasando mal económicamente; los conflictos de la ética y la moral y el conocimiento y desconocimiento de los seres queridos.
Como ya he comentado en otras reseñas de libros de ciencia ficción, el éxito de esas historias no es contarnos exactamente como funcionan las cosas fantásticas, sino de dejarlas a nuestra imaginación mientras nos presentan temas sustanciosos totalmente identificables con la vida real.
La trama es lenta y en cualquier momento puedes cabecear. Supera por mucho a Southland tales pero no se acerca a Donnie Darko y, como verán después de leer el cuento, no le hacen justicia (nuevamente) a Matheson.
El cuento fue publicado originalmente en junio de 1970 en la revista Playboy. Se adaptó con el mismo nombre para el capítulo 20 de la temporada 1 de la Dimensión Desconocida (emitida originalmente el 7 de marzo de 1986)
BOTÓN, BOTÓN
El paquete estaba junto a la puerta —una caja de cartón sellada con cinta, la dirección y sus nombres escritos a mano: Señor y Señora Lewis, 217 E. calle 37, Nueva York, Nueva York, 10016. Norma lo levantó, abrió la puerta y entró al apartamento. Apenas empezaba a oscurecer.
Después de haber puesto los trozos de cordero en la parrilla, se sentó y abrió el paquete.
Dentro de la caja de cartón había una unidad provista de un botón y sujetada a una pequeña arca de madera. Una cúpula de vidrio cubría el botón. Norma intentó levantarla pero estaba sellada. Volteó la unidad y vio un papel doblado y pegado con cinta adhesiva a la parte inferior de la caja. Lo desprendió: El señor Steward los visitará a las 8 p.m.
Norma colocó la unidad del botón a su lado, sobre el sofá. Releyó el mensaje impreso, sonriendo.
Unos minutos después regresó a la cocina para hacer la ensalada.
El timbre sonó a las ocho en punto. —Yo abro —gritó Norma desde la cocina. Arthur estaba en la sala, leyendo.
Había un hombre pequeño en la entrada. Se quitó el sombrero cuando Norma abrió la puerta. —¿Señora Lewis? —preguntó cortésmente.
—¿Sí?
—Soy el señor Steward
—Ah, cierto. Norma reprimió una sonrisa. Ahora estaba segura de que se trataba de un truco para vender algo.
—¿Puedo pasar? —preguntó el señor Steward.
—Estoy bastante ocupada —dijo Norma—, pero le traeré su paquete. Le dio la espalda.
—¿No quiere saber lo que es?
Norma se volteó. El tono del señor Steward fue ofensivo. —No, creo que no —contestó ella.
—Podría resultar muy provechoso —le dijo.
—¿Económicamente? —lo cuestionó.
El señor Steward asintió. —Económicamente —dijo.
Norma frunció el ceño. No le gustó la actitud del hombre. —¿Qué está intentando vender? —preguntó ella.
—No estoy vendiendo nada —respondió él.
Arthur salió de la sala. —¿Pasa algo?
El señor Steward se presentó.
—Ah, el … —Arthur señaló hacia la sala y sonrió—. ¿Y qué es ese aparato, a todo esto?
—No me tomará mucho tiempo explicarlo —contestó el señor Steward—. ¿Puedo pasar?
—Si está vendiendo algo… —dijo Arthur.
El señor Steward negó con la cabeza. —No, no vendo nada.
Arthur miró a Norma. —Como quieras —le dijo ella.
Dudó un poco. —Bueno, ¿por qué no? —dijo él.
Entraron a la sala y el señor Steward se sentó en la silla de Norma. Metió la mano en el bolsillo de dentro de su abrigo y sacó un pequeño sobre sellado. —Aquí dentro hay una llave para abrir la cúpula del timbre —dijo y colocó el sobre encima de la mesa auxiliar—. El timbre está conectado a nuestra oficina.
—¿Para qué sirve? —preguntó Arthur.
—Si oprime el botón —le dijo el señor Steward— en alguna parte del mundo alguien que usted no conoce morirá. A cambio, recibirá un pago de 50.000 dólares.
Norma se quedó mirando al hombrecillo. Estaba sonriendo.
—¿De qué habla? —le preguntó Arthur.
El señor Steward pareció sorprendido. —Pero si lo acabo de explicar —dijo.
—¿Es esto una broma de mal gusto?
—De ningún modo. La oferta es completamente genuina.
—Eso que usted dice no tiene sentido —dijo Arthur—. Usted espera que creamos…
—¿A quién representa? —inquirió Norma.
El señor Steward se notó apenado. —Me temo que no estoy autorizado para revelarle eso —dijo—. Sin embargo, le aseguro que la organización es de talla internacional.
—Creo que es mejor que se vaya —dijo Arthur poniéndose de pie.
El señor Steward se levantó. —Por supuesto.
—Y llévese la unidad con usted.
—¿Está seguro de que no le interesaría pensarlo hasta mañana, quizás?
Arthur levantó la unidad del botón y el sobre y los tendió bruscamente en las manos del señor Steward. Caminó por el pasillo y abrió la puerta.
—Dejaré mi tarjeta —dijo el señor Steward. La colocó encima de la mesilla que estaba cerca de la puerta.
Cuando se había ido, Arthur rompió la tarjeta por la mitad y arrojó los pedazos sobre la mesa.
Norma permanecía sentada en el sofá. —¿Qué crees que era? —preguntó.
—No me interesa saber —contestó él.
Ella intentó sonreír pero no pudo. —¿No te da ni un poco de curiosidad?
—No —negó con la cabeza.
Después de que Arthur había retomado su libro, Norma regresó a la cocina y acabó de lavar los platos.
—¿Por qué no quieres hablar de eso? —preguntó Norma.
Los ojos de Arthur se movían constantemente mientras se cepillaba los dientes. Miraba el reflejo de Norma en el espejo del baño.
—¿No te intriga?
—Me ofende —dijo Arthur.
—Ya sé, pero —Norma colocó otro rulo en su pelo— ¿no te intriga también?
—¿Crees que es una broma de mal gusto? —preguntó ella cuando entraban a la habitación.
—Si lo es, es una broma asquerosa.
Norma se sentó en la cama y se quitó las pantuflas. —Tal vez sea algún tipo de investigación psicológica.
Arthur se encogió de hombros. —Podría ser.
—Tal vez algún millonario excéntrico la está realizando.
—Tal vez.
—¿No te gustaría saber?
Arthur negó con la cabeza.
—¿Por qué?
—Porque es inmoral —le dijo.
Norma se deslizó bajo las cobijas. —Bueno, yo creo que es intrigante —dijo. Arthur apagó la lámpara y se agachó para besarla. —Buenas noches —le dijo.
—Buenas noches —Norma le dio palmaditas en la espalda.
Norma cerró los ojos. «Cincuentamil dólares», pensó.
En la mañana, cuando iba a salir del apartamento, Norma vio las dos mitades de la tarjeta sobre la mesa. Impulsivamente, las arrojó dentro de su cartera. Cerró la puerta y alcanzó a Arthur en el ascensor.
Mientras estaba en su descanso sacó las dos partes de la tarjeta y juntó los pedazos rasgados. Solamente el nombre del señor Steward y un número telefónico estaban impresos en la tarjeta.
Después del almuerzo volvió a sacar las dos mitades y unió los bordes con cinta adhesiva. «¿Por qué estoy haciendo esto?», pensó.
Poco antes de las cinco marcó el número.
—Buenas tardes —dijo la voz del señor Steward.
Norma por poco cuelga, pero se contuvo. Aclaró la garganta.
—Habla la señora Lewis —dijo.
—Sí, señora Lewis —el señor Steward se escuchó complacido.
—Tengo curiosidad.
—Es natural —dijo el señor Steward.
—No es que crea una sola palabra de lo que nos dijo.
—Sin embargo, es la pura verdad —contestó el señor Steward.
—Bueno, como sea —Norma tragó saliva—. Cuando manifestó que alguien en el mundo moriría, ¿qué quiso decir?
—Exactamente eso —contestó—. Podría ser cualquier persona. Todo lo que garantizamos es que usted no la conoce. Y, por supuesto, que usted no tendría que verla morir.
—Por 50.000 dólares—dijo Norma.
—Es correcto.
Ella hizo un sonido de burla.
—Eso es una locura.
—Pero esa es la propuesta —dijo el señor Steward—. ¿Desea que le lleve de nuevo la unidad?
Norma se puso tensa.
—Claro que no —colgó malhumorada.
El paquete estaba junto a la puerta principal, Norma lo vio al salir del ascensor. «Bueno, ¡qué frescura!», pensó. Fijó la mirada en el paquete mientras abría la puerta. «Simplemente no lo entraré», se dijo. Entró y empezó a preparar la cena.
Más tarde, salió al pasillo principal. Abriendo la puerta, levantó el paquete y lo trasladó hasta la cocina, dejándolo sobre la mesa.
Se sentó en la sala, mirando a través de la ventana. Después de un rato, fue a la cocina para colocar las chuletas en la parrilla. Colocó el paquete en la alacena inferior. Lo tiraría en la mañana.
—Tal vez algún millonario excéntrico está jugando con la gente —dijo ella.
Arthur levantó la mirada de su plato. —No te entiendo.
—¿Qué quieres decir?
—Olvídalo —le dijo a ella.
Norma comió en silencio. De repente bajó su tenedor. —Supón que es una oferta real —dijo ella.
Arthur se quedó mirándola.
—Supón que es una oferta real.
—Está bien, supón que lo es —él se veía incrédulo—. ¿Qué querrías hacer? ¿Volver a tener el botón y oprimirlo? ¿Asesinar a alguien?”
Norma pareció disgustada. —Asesinar.
—¿Cómo lo definirías?
—¿Si ni siquiera conoces a la persona? —dijo Norma.
Arthur quedó estupefacto. —¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
—¿Si es algún viejo campesino chino a diez mil millas de distancia? ¿Algún aborigen enfermo en el Congo?
—¿Qué tal un bebé en Pennsylvania? —Arthur replicó—. ¿Alguna hermosa niña en la otra cuadra?
—Ahora estás exagerando las cosas.
— Norma, el hecho es—continuó—, no importa a quién matas sigue siendo asesinato.
—El hecho es —interrumpió Norma—, si es alguien a quien nunca has visto en la vida y a quien nunca verás, alguien de cuya muerte ni siquiera tendrás que saber aun así ¿no apretarías el botón?
Arthur se quedó mirándola, horrorizado. —¿Quieres decir que tú lo harías?
—Cincuenta mil dólares, Arthur.
—¿Qué tiene que ver la cantidad…
—Cincuenta mil dólares, Arthur —interrumpió Norma—. Una oportunidad para hacer ese viaje a Europa del que siempre hemos hablado.
—Norma, no.
—Una oportunidad para comprar esa cabaña en la isla.
—Norma, no —su cara había palidecido.
Ella se encogió de hombros. —Está bien, tranquilízate —dijo ella—. ¿Por qué te enojas tanto? Sólo estamos hablando.
Después de la cena, Arthur fue a la sala. Antes de abandonar la mesa dijo:
—Preferiría no discutirlo más, si no te importa.
Norma levantó los hombros. —Está bien.
Ella se levantó más temprano que de costumbre para preparar panqueques, huevos y tocino para el desayuno de Arthur.
—¿Qué estamos celebrando? —preguntó Arthur con una sonrisa.
—No, no se trata de ninguna celebración —Norma se mostró ofendida—. Quise hacerlo, es todo.
—Bueno —dijo él—, me alegro de que lo hayas hecho.
Ella volvió a llenar la taza de Arthur. —Quería demostrarte que no soy… —se encogió de hombros.
—¿Que no eres qué?
—Egoísta.
—¿Dije que lo eras?
—Pues —ella gesticuló vagamente—, anoche...
Arthur permaneció callado.
—Toda esa charla acerca del botón —dijo Norma—. Creo que… pues, me malinterpretaste.
—¿En qué sentido? —su voz fue cautelosa.
—Creo que pensaste —gesticuló de nuevo— que yo sólo estaba pensando en mí.
—Ah.
—No lo hacía.
—Norma…
—Pues no lo hacía. Cuando hablé de Europa, la casa en la isla…
—Norma, ¿por qué te estás involucrando tanto en esto?
—De ninguna manera lo estoy haciendo —respiró nerviosamente—. Sólo intento decir que…
—¿Qué?
—Que quisiera un viaje a Europa para nosotros. Que quisiera una cabaña en la isla para nosotros. Quisiera un apartamento mejor para nosotros, mejores muebles, mejor ropa, un auto. Me gustaría que nosotros por fin tuviéramos un bebé, a decir verdad.
—Norma, ya lo haremos —dijo él.
—¿Cuándo?
Se quedó mirándola, consternado. —Norma…
—¡¿Cuándo?!
—¿Estás… —pareció retractarse un poco—, estás diciendo en serio…?
—Estoy diciendo que probablemente lo están haciendo para un proyecto investigativo —lo interrumpió—. Que quieren saber qué haría la gente común frente a tal circunstancia, que sólo están diciendo que alguien moriría para estudiar las reacciones, para ver si hay sentimiento de culpa, ansiedad, ¡lo que sea! No crees que en realidad matarían a alguien, ¿verdad?”
Él no contestó. Ella vio que a Arthur le temblaban las manos. Después de un rato él se levantó y se fue.
Cuando se había ido a trabajar, Norma permaneció en la mesa, mirando fijamente su café. «Voy a llegar tarde», pensó. Se encogió de hombros. ¿Qué importaba?, ella debería estar en casa y no trabajando en una oficina.
Mientras acomodaba los platos, se volvió abruptamente, se secó las manos y sacó el paquete de la alacena inferior. Lo abrió y colocó la unidad del botón sobre la mesa. Se quedó mirándola un rato antes de sacar la llave del sobre y retirar la cúpula de vidrio. Fijó su mirada en el botón. «Qué ridículo», pensó. «Todo este alboroto por un botón sin importancia».
Estiró la mano y lo oprimió. «Por nosotros» —se dijo con rabia.
Se estremeció. ¿Estaría sucediendo? Un escalofrío aterrador la recorrió.
En un momento ya todo había terminado. Hizo un ruido desdeñoso. «Ridículo», pensó. «Exaltarse tanto por nada».
Tiró la unidad del botón, la cúpula y la llave a la caneca de la basura y se apresuró a vestirse para ir al trabajo. Acababa de dar vuelta a los filetes para la cena cuando sonó el teléfono. Levantó la bocina. —¿Aló?
—¿Señora Lewis?
—¿Sí?
—Este es el hospital Lenox Hill.
Se sintió irreal cuando la voz le informó del accidente en el subterráneo: los empujones de la multitud, Arthur había sido arrojado de la plataforma cuando el tren pasaba. Era consciente de que estaba negando con la cabeza pero no podía parar.
Cuando colgó, recordó la póliza de seguro de vida de Arthur por 25.000, con doble indemnización por…
— ¡No! Parecía que no podía respirar. Se incorporó con gran dificultad y caminó atontada hasta la cocina. Algo helado presionaba su cráneo mientras sacaba la unidad del botón de la caneca de la basura. No había clavos ni tornillos a la vista. No podía ver cómo estaba ensamblada.
De repente, comenzó a estrellarla contra el borde del lavaplatos, golpeándola cada vez con más violencia hasta que la madera se quebró. Separó las partes, cortándose los dedos sin darse cuenta. No había transistores en la caja, ni cables, ni tubos. La caja estaba vacía.
Se volvió con un grito ahogado cuando el teléfono sonó. Tropezándose para llegar hasta la sala, levantó la bocina.
—¿Señora Lewis? —preguntó el señor Steward.
No era su voz la que chillaba de tal manera, no podía ser. —¡Usted dijo que yo no conocería al que muriera!
—Mi querida señora —dijo el señor Steward—, ¿en verdad cree que usted conocía a su esposo?
viernes, 18 de diciembre de 2009
SILVER TREMBLING FETUS
miércoles, 16 de diciembre de 2009
CORDERO ASADO
Un cuento suculento del maestro Roald Dahl:
La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas de mesa encendidas, la suya y la de la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el aparador, dos vasos altos de whisky. Cubos de hielo en un recipiente.
Mary Maloney estaba esperando a que su marido volviera del trabajo.
De vez en cuando echaba una mirada al reloj, pero sin preocupación, simplemente para complacerse de que cada minuto que pasaba acercaba el momento de su llegada. Tenía un aire sonriente y optimista. Su cabeza se inclinaba hacia la costura con entera tranquilidad. Su piel —estaba en el sexto mes del embarazo— había adquirido un maravilloso brillo, los labios suaves y los ojos, de mirada serena, parecían más grandes y más oscuros que antes.
Cuando el reloj marcaba las cinco menos diez, empezó a escuchar, y pocos minutos más tarde, puntual como siempre, oyó rodar los neumáticos sobre la grava y cerrarse la puerta del coche, los pasos que se acercaban, la llave dando vueltas en la cerradura.
Dejó a un lado la costura, se levantó y fue a su encuentro para darle un beso en cuanto entrara.
—¡Hola, querido! —dijo ella.
—¡Hola! —contestó él.
Ella le colgó el abrigo en el armario. Luego volvió y preparó las bebidas, una fuerte para él y otra más floja para ella; después se sentó de nuevo con la costura y su marido enfrente con el alto vaso de whisky entre las manos, moviéndolo de tal forma que los cubitos de hielo golpeaban contra las paredes del vaso. Para ella ésta era una hora maravillosa del día. Sabía que su esposo no quería hablar mucho antes de terminar la primera bebida, y a ella, por su parte, le gustaba sentarse silenciosamente, disfrutando de su compañía después de tantas horas de soledad. Le gustaba vivir con este hombre y sentir —como siente un bañista al calor del sol— la influencia que él irradiaba sobre ella cuando estaban juntos y solos. Le gustaba su manera de sentarse descuidadamente en una silla, su manera de abrir la puerta o de andar por la habitación a grandes zancadas. Le gustaba esa intensa mirada de sus ojos al fijarse en ella y la forma graciosa de su boca, especialmente cuando el cansancio no le dejaba hablar, hasta que el primer vaso de whisky le reanimaba un poco.
—¿Cansado, querido?
—Sí —respondió él—, estoy cansado.
Mientras hablaba, hizo una cosa extraña. Levantó el vaso y bebió su contenido de una sola vez aunque el vaso estaba a medio llenar.
Ella no lo vio, pero lo intuyó al oír el ruido que hacían los cubitos de hielo al volver a dejar él su vaso sobre la mesa. Luego se levantó lentamente para servirse otro vaso.
—Yo te lo serviré —dijo ella, levantándose.
—Siéntate —dijo él secamente.
Al volver observó que el vaso estaba medio lleno de un líquido ambarino.
—Querido, ¿quieres que te traiga las zapatillas? Le observó mientras él bebía el whisky.
—Creo que es una vergüenza para un policía que se va haciendo mayor, como tú, que le hagan andar todo el día —dijo ella.
El no contestó; Mary Maloney inclinó la cabeza de nuevo y continuó con su costura. Cada vez que él se llevaba el vaso a los labios se oía golpear los cubitos contra el cristal.
—Querido, ¿quieres que te traiga un poco de queso? No he hecho cena porque es jueves.
—No —dijo él.
—Si estás demasiado cansado para comer fuera —continuó ella—, no es tarde para que lo digas. Hay carne y otras cosas en la nevera y te lo puedo servir aquí para que no tengas que moverte de la silla.
Sus ojos se volvieron hacia ella; Mary esperó una respuesta, una sonrisa, un signo de asentimiento al menos, pero él no hizo nada de esto.
—Bueno —agregó ella—, te sacaré queso y unas galletas.
—No quiero —dijo él.
Ella se movió impaciente en la silla, mirándole con sus grandes ojos.
—Debes cenar. Yo lo puedo preparar aquí, no me molesta hacerlo. Tengo chuletas de cerdo y cordero, lo que quieras, todo está en la nevera.
—No me apetece —dijo él.
—¡Pero querido! ¡Tienes que comer! Te lo sacaré y te lo comes, si te apetece.
Se levantó y puso la costura en la mesa, junto a la lámpara.
—Siéntate —dijo él—, siéntate sólo un momento. Desde aquel instante, ella empezó a sentirse atemorizada.
—Vamos —dijo él—, siéntate.
Se sentó de nuevo en su silla, mirándole todo el tiempo con sus grandes y asombrados ojos. El había acabado su segundo vaso y tenía los ojos bajos.
—Tengo algo que decirte.
—¿Qué es ello, querido? ¿Qué pasa?
El se había quedado completamente quieto y mantenía la cabeza agachada de tal forma que la luz de la lámpara le daba en la parte alta de la cara, dejándole la barbilla y la boca en la oscuridad.
—Lo que voy a decirte te va a trastornar un poco, me temo —dijo—, pero lo he pensado bien y he decidido que lo mejor que puedo hacer es decírtelo en seguida. Espero que no me lo reproches demasiado.
Y se lo dijo. No tardó mucho, cuatro o cinco minutos como máximo. Ella no se movió en todo el tiempo, observándolo con una especie de terror mientras él se iba separando de ella más y más, a cada palabra.
—Eso es todo —añadió—, ya sé que es un mal momento para decírtelo, pero no hay otro modo de hacerlo. Naturalmente, te daré dinero y procuraré que estés bien cuidada. Pero no hay necesidad de armar un escándalo. No sería bueno para mi carrera.
Su primer impulso fue no creer una palabra de lo que él había dicho. Se le ocurrió que quizá él no había hablado, que era ella quien se lo había imaginado todo. Quizá si continuara su trabajo como si no hubiera oído nada, luego, cuando hubiera pasado algún tiempo, se encontraría con que nada había ocurrido.
—Prepararé la cena —dijo con voz ahogada.
Esta vez él no contestó.
Mary se levantó y cruzó la habitación. No sentía nada, excepto un poco de náuseas y mareo. Actuaba como un autómata. Bajó hasta la bodega, encendió la luz y metió la mano en el congelador, sacando el primer objeto que encontró. Lo sacó y lo miró. Estaba envuelto en papel, así que lo desenvolvió y lo miró de nuevo.
Era una pierna de cordero.
Muy bien, cenarían pierna de cordero. Subió con el cordero entre las manos y al entrar en el cuarto de estar encontró a su marido de pie junto a la ventana, de espaldas a ella.
Se detuvo.
—Por el amor de Dios —dijo él al oírla, sin volverse—, no hagas cena para mí. Voy a salir.
En aquel momento, Mary Maloney se acercó a él por detrás y sin pensarlo dos veces levantó la pierna de cordero congelada y le golpeó en la parte trasera de la cabeza tan fuerte como pudo. Fue como si le hubiera pegado con una barra de acero. Retrocedió un paso, esperando a ver qué pasaba, y lo gracioso fue que él quedó tambaleándose unos segundos antes de caer pesadamente en la alfombra.
La violencia del golpe, el ruido de la mesita al caer por haber sido empujada, la ayudaron a salir de su ensimismamiento.
Salió retrocediendo lentamente, sintiéndose fría y confusa, y se quedó por unos momentos mirando el cuerpo inmóvil de su marido, apretando entre sus dedos el ridículo pedazo de carne que había empleado para matarle.
«Bien —se dijo a sí misma—, ya lo has matado.»
Era extraordinario. Ahora lo veía claro. Empezó a pensar con rapidez. Como esposa de un detective, sabía cuál sería el castigo; de acuerdo. A ella le era indiferente. En realidad sería un descanso. Pero por otra parte. ¿Y el niño? ¿Qué decía la ley acerca de las
asesinas que iban a tener un hijo? ¿Los mataban a los dos, madre e hijo? ¿Esperaban hasta el noveno mes? ¿Qué hacían?
Mary Maloney lo ignoraba y no estaba dispuesta a arriesgarse.
Llevó la carne a la cocina, la puso en el horno, encendió éste y la metió dentro. Luego se lavó las manos y subió a su habitación. Se sentó delante del espejo, arregló su cara, puso un poco de rojo en los labios y polvo en las mejillas. Intentó sonreír, pero le salió una mueca. Lo volvió a intentar.
—Hola, Sam —dijo en voz alta. La voz sonaba rara también.
—Quiero patatas, Sam, y también una lata de guisantes.
Eso estaba mejor. La sonrisa y la voz iban mejorando. Lo ensayó varias veces. Luego bajó, cogió el abrigo y salió a la calle por la puerta trasera del jardín.
Todavía no eran las seis y diez y había luz en las tiendas de comestibles.
—Hola, Sam —dijo sonriendo ampliamente al hombre que estaba detrás del mostrador.
—¡Oh, buenas noches, señora Maloney! ¿Cómo está?
—Muy bien, gracias. Quiero patatas, Sam, y una lata de guisantes.
El hombre se volvió de espaldas para alcanzar la lata de guisantes.
—Patrick dijo que estaba cansado y no quería cenar fuera esta noche —le dijo—. Siempre solemos salir los jueves y no tengo verduras en casa.
—¿Quiere carne, señora Maloney?
—No, tengo carne, gracias. Hay en la nevera una pierna de cordero.
—¡Oh!
—No me gusta asarlo cuando está congelado, pero voy a probar esta vez. ¿Usted cree que saldrá bien?
—Personalmente —dijo el tendero—, no creo que haya ninguna diferencia. ¿Quiere estas patatas de Idaho?
—¡Oh, sí, muy bien! Dos de ésas.
—¿Nada más? —El tendero inclinó la cabeza, mirándola con simpatía—. ¿Y para después? ¿Qué le va a dar luego?
—Bueno. ¿Qué me sugiere, Sam?
El hombre echó una mirada a la tienda.
—¿Qué le parece una buena porción de pastel de queso? Sé que le gusta a Patrick.
—Magnífico —dijo ella—, le encanta.
Cuando todo estuvo empaquetado y pagado, sonrió agradablemente y dijo:
—Gracias, Sam. Buenas noches.
Ahora, se decía a sí misma al regresar, iba a reunirse con su marido, que la estaría esperando para cenar; y debía cocinar bien y hacer comida sabrosa porque su marido estaría cansado; y si cuando entrara en la casa encontraba algo raro, trágico o terrible, sería un golpe para ella y se volvería histérica de dolor y de miedo. ¿Es que no lo entienden? Ella no esperaba encontrar nada. Simplemente era la señora Maloney que volvía a casa con las verduras un jueves por la tarde para preparar la cena a su marido.
«Eso es —se dijo a sí misma—, hazlo todo bien y con naturalidad. Si se hacen las cosas de esta manera, no habrá necesidad de fingir.»
Por lo tanto, cuando entró en la cocina por la puerta trasera, iba canturreando una cancioncilla y sonriendo.
—¡Patrick! —llamó—, ¿dónde estás, querido? Puso el paquete sobre la mesa y entró en el cuarto de estar. Cuando le vio en el suelo, con las piernas dobladas y uno de los brazos debajo del cuerpo, fue un verdadero golpe para ella.
Todo su amor y su deseo por él se despertaron en aquel momento. Corrió hacia su cuerpo, se arrodilló a su lado y empezó a llorar amargamente. Fue fácil, no tuvo que fingir.
Unos minutos más tarde, se levantó y fue al teléfono. Sabía el número de la jefatura de Policía, y cuando le contestaron al otro lado del hilo, ella gritó:
—¡Pronto! ¡Vengan en seguida! ¡Patrick ha muerto!
—¿Quién habla?
—La señora Maloney, la señora de Patrick Maloney.
—¿Quiere decir que Patrick Maloney ha muerto?
—Creo que sí —gimió ella—. Está tendido en el suelo y me parece que está muerto.
—Iremos en seguida —dijo el hombre.
El coche vino rápidamente. Mary abrió la puerta a los dos policías. Los reconoció a los dos en seguida —en realidad conocía a casi todos los del distrito— y se echó en los brazos de Jack Nooan, llorando histéricamente. El la llevó con cuidado a una silla y luego fue a reunirse con el otro, que se llamaba O'Malley, el cual estaba arrodillado al lado del cuerpo inmóvil.
—¿Está muerto? —preguntó ella.
—Me temo que sí... ¿qué ha ocurrido?
Brevemente, le contó que había salido a la tienda de comestibles y al volver lo encontró tirado en el suelo. Mientras ella hablaba y lloraba, Nooan descubrió una pequeña herida de sangre cuajada en la cabeza del muerto. Se la mostró a O'Malley y éste, levantándose, fue derecho al teléfono.
Pronto llegaron otros policías. Primero un médico, después dos detectives, a uno de los cuales conocía de nombre. Más tarde, un fotógrafo de la Policía que tomó algunos planos y otro hombre encargado de las huellas dactilares. Se oían cuchicheos por la habitación donde yacía el muerto y los detectives le hicieron muchas preguntas. No obstante, siempre la trataron con amabilidad.
Volvió a contar la historia otra vez, ahora desde el principio. Cuando Patrick llegó ella estaba cosiendo, y él se sintió tan fatigado que no quiso salir a cenar. Dijo que había puesto
la carne en el horno —allí estaba, asándose— y se había marchado a la tienda de comestibles a comprar verduras. De vuelta lo había encontrado tendido en el suelo.
—¿A qué tienda ha ido usted? —preguntó uno de los detectives.
Se lo dijo, y entonces el detective se volvió y musitó algo en voz baja al otro detective, que salió inmediatamente a la calle.
«..., parecía normal..., muy contenta..., quería prepararle una buena cena..., guisantes..., pastel de queso..., imposible que ella...»
Transcurrido algún tiempo el fotógrafo y el médico se marcharon y los otros dos hombres entraron y se llevaron el cuerpo en una camilla. Después se fue el hombre de las huellas dactilares. Los dos detectives y los policías se quedaron. Fueron muy amables con ella; Jack Nooan le preguntó si no se iba a marchar a otro sitio, a casa de su hermana, quizá, o con su mujer, que cuidaría de ella y la acostaría.
—No —dijo ella.
No creía en la posibilidad de que pudiera moverse ni un solo metro en aquel momento. ¿Les importaría mucho que se quedara allí hasta que se encontrase mejor? Todavía estaba bajo los efectos de la impresión sufrida.
—Pero ¿no sería mejor que se acostara un poco? —preguntó Jack Nooan.
—No —dijo ella.
Quería estar donde estaba, en esa silla. Un poco más tarde, cuando se sintiera mejor, se levantaría.
La dejaron mientras deambulaban por la casa, cumpliendo su misión. De vez en cuando uno de los detectives le hacía una pregunta. También Jack Nooan le hablaba cuando pasaba por su lado. Su marido, le dijo, había muerto de un golpe en la cabeza con un instrumento pesado, casi seguro una barra de hierro. Ahora buscaban el arma. El asesino podía habérsela llevado consigo, pero también cabía la posibilidad de que la hubiera tirado o escondido en alguna parte.
—Es la vieja historia —dijo él—, encontraremos el arma y tendremos al criminal.
Más tarde, uno de los detectives entró y se sentó a su lado.
—¿Hay algo en la casa que pueda haber servido como arma homicida? —le preguntó—. ¿Le importaría echar una mirada a ver si falta algo, un atizador, por ejemplo, o un jarrón de metal?
—No tenemos jarrones de metal —dijo ella.
—¿Y un atizador?
—No tenemos atizador, pero puede haber algo parecido en el garaje.
La búsqueda continuó.
Ella sabía que había otros policías rodeando la casa. Fuera, oía sus pisadas en la grava y a veces veía la luz de una linterna infiltrarse por las cortinas de la ventana. Empezaba a hacerse tarde, eran cerca de las nueve en el reloj de la repisa de la chimenea. Los cuatro hombres que buscaban por las habitaciones empezaron a sentirse fatigados.
—Jack —dijo ella cuando el sargento Nooan pasó a su lado—, ¿me quiere servir una bebida?
—Sí, claro. ¿Quiere whisky?
—Sí, por favor, pero poco. Me hará sentir mejor. Le tendió el vaso.
—¿Por qué no se sirve usted otro? —dijo ella—; debe de estar muy cansado; por favor, hágalo, se ha portado muy bien conmigo.
—Bueno —contestó él—, no nos está permitido, pero puedo tomar un trago para seguir trabajando.
Uno a uno, fueron llegando los otros y bebieron whisky. Estaban un poco incómodos por la presencia de ella y trataban de consolarla con inútiles palabras.
El sargento Nooan, que rondaba por la cocina, salió y dijo:
—Oiga, señora Maloney. ¿Sabe que tiene el horno encendido y la carne dentro?
—¡Dios mío! —gritó ella—. ¡Es verdad!
—¿Quiere que vaya a apagarlo?
—¿Sería tan amable, Jack? Muchas gracias.
Cuando el sargento regresó por segunda vez lo miró con sus grandes y profundos ojos.
—Jack Nooan —dijo.
—¿Sí?
—¿Me harán un pequeño favor, usted y los otros?
—Si está en nuestras manos, señora Maloney...
—Bien —dijo ella—. Aquí están ustedes, todos buenos amigos de Patrick, tratando de encontrar al hombre que lo mató. Deben de estar hambrientos porque hace rato que ha pasado la hora de la cena, y sé que Patrick, que en gloria esté, nunca me perdonaría que estuviesen en su casa y no les ofreciera hospitalidad. ¿Por qué no se comen el cordero que está en el horno? Ya estará completamente asado.
—Ni pensarlo —dijo el sargento Nooan.
—Por favor —pidió ella—, por favor, cómanlo. Yo no voy a tocar nada de lo que había en la casa cuando él estaba aquí, pero ustedes sí pueden hacerlo. Me harían un favor si se lo comieran. Luego, pueden continuar su trabajo.
Los policías dudaron un poco, pero tenían hambre y al final decidieron ir a la cocina y cenar. La mujer se quedó donde estaba, oyéndolos a través de la puerta entreabierta. Hablaban entre sí a pesar de tener la boca llena de comida.
—¿Quieres más, Charlie?
—No, será mejor que no lo acabemos.
—Pero ella quiere que lo acabemos, eso fue lo que dijo. Le hacemos un favor.
—Bueno, dame un poco más.
—Debe de haber sido un instrumento terrible el que han usado para matar al pobre Patrick —decía uno de ellos—, el doctor dijo que tenía el cráneo hecho trizas.
—Por eso debería ser fácil de encontrar.
—Eso es lo que a mí me parece.
—Quienquiera que lo hiciera no iba a llevar una cosa así, tan pesada, más tiempo del necesario. Uno de ellos eructó:
—Mi opinión es que tiene que estar aquí, en la casa.
—Probablemente bajo nuestras propias narices. ¿Qué piensas tú, Jack?
En la otra habitación, Mary Maloney empezó a reírse entre dientes.
Roald Dahl (13 de septiembre de 1916 – 23 de noviembre de 1990) fue un novelista y autor de cuentos británico de ascendencia noruega, famoso como escritor para niños y adultos. Entre sus libros más populares están Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda, Las brujas y Relatos de lo inesperado.
martes, 15 de diciembre de 2009
ELECT THE DEAD
Elect the dead es el disco solista de Serj Tankian, ex vocalista de de una de las mejores bandas de la nueva ola de metal: System of a down. Con SOAD nos dimos cuenta de su capacidad vocal que, a mi gusto, es de las mejores en el rock/metal de nuestros días, de su estilo peculiar para cantar y de sus letras contestatarias. Desafortunadamente al guitarrista, Daron Malakian, le ganó el ego: quería cantar más y meterse en las letras. Se separaron y como resultado nacieron dos bandas: la de Daron: Scars on broadway y el proyecto solista de Serj.
Cuando salió Elect the dead hace dos años, sentía curiosidad por saber si conservaría el sonido inconfundible de System o si se iría a lo opuesto. El disco está repleto de riffs pesados y salvajes, pero también de bellas melodías donde luce la voz de Serj. Matices, atmósferas y letras todavía más ácidas y políticas. Resulta agradable escuchar no sólo el típico festejemos toda la noche, drogas, sexo y rock and roll que han adoptado muchas bandas. Con este disco además de agitar la cabeza se escuchan cosas inteligentes.
La mayoría de los instrumentos fueron grabados por el propio Serj dejando claro su calidad musical y demostrando que él era el verdadero líder de SOAD.
A lo mejor por ser de origen armenio le hierve la sangre. Esto queda claro después de escuchar las doce grandes canciones que componen el disco. Críticas a la guerra, a la conquista del petróleo, al dinero, al cielo...
Comprometido con su arte, decidió sacar 3 o 4 vídeos oficiales y para las demás canciones hizo un concurso, así que cada rola del disco tiene su vídeo.
El disco abre con una canción poderosa mezclando coros pesados y puentes armoniosos y cierra con una bella canción acústica con Serj en el piano.
Las canciones son:
EMPTY WALLS
THE UNTHINKING MAJORITY
MONEY
FEED US
SAVING US
SKY IS OVER
BABY
HONKING ANTELOPE
LIE LIE LIE
PRAISE THE LORD AND PASS THE AMMUNITION
BEETHOVEN´S CUNT
ELECT THE DEAD
Sin duda, uno de mis discos favoritos. Afortunadamente regresó a mis manos y a mis oídos.
El siguiente vídeo es de la canción EMPTY WALLS; una didáctica forma de ver la guerra.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
LOVECRAFT 10
Hace un par de meses (Octubre 13) salió a la venta un documental llamado LOVECRAFT: FEAR OF THE UNKNOWN.
Todo indica que será una obra imperdible para todos los que somos fanáticos del maestro de Providence. Cuenta con comentarios de las máximas autoridades en el terror de nuestros días acerca de cómo fueron influenciados por sus historias: Guillermo del Toro, Neil Gaiman, John Carpenter, Peter Straub, Stuart Gordon, Caitlin R. Kiernan, Ramsey Campbell... y de expertos en su vida como S.T. Joshi (biógrafo oficial), Andrew Migliore, Robert M. Price.
Lo único malo es que todavía no llega a México, y amazon dice que tarda en llegar (a un domicilio de Estados Unidos) de 3 a 5 semanas...
Mientras, este es el trailer:
domingo, 6 de diciembre de 2009
EL FANTÁSTICO SR. ZORRO
¿Qué pasa si unes el talento de Roald Dahl (Charlie y la fábrica de chocolates, Las brujas, James y el melocotón gigante) y Wes Anderson (Los excéntricos Temembaums, Vida acuática, Viaje a Darjeeling)?
EL FANTÁSTICO SR. ZORRO.
Es la nueva película de Wes Anderson basada en un cuento de Roald Dahl. Es animación stop-motion y nos cuenta la vida de la familia Fox. La típica familia: papá trabajador, mamá ama de casa y un hijo inadaptado. Todo marcha bien hasta que el Sr. Zorro se da cuenta de la bucólica vida que lleva y decide obedecer a su instinto salvaje. Obviamente, esto le traerá consecuencias divertidas que harán reír tanto a niños como adultos. Pero no es solamente una simple película para niños. Nos señala algunos de los males que nos aquejan como la pérdida de la búsqueda de el verdadero yo, lo devastador del capitalismo y la apatía hacia los males ajenos. En una revista utilizaron -acertadamente- la frase de Rebelión en la granja.
Anderson se ha caracterizado a lo largo de sus películas por brindarnos una cinematografía elegante y onírica. Aquí no es la excepción. Cada toma es bella y llena de detalles.
A pesar de que en México no llegó la versión subtitulada, el doblaje (como en la mayoría de las películas) es bueno. Aunque me hubiera gustado escuchar a Clooney y a Murray.
Es una película increíble que demuestra que el talento está por encima de la tecnología.
Saldrán con una sonrisa y algo que pensar.
viernes, 4 de diciembre de 2009
EL RENACIMIENTO DEL ROCK
A pesar de que han surgido muchos grupos recientemente, la mayoría de ellos no han encontrado su identidad; sólo les pega una rola y listo, no volvemos a saber de ellos. Y es que, aunque los músicos más clavados se opongan, ya no es suficiente con hacer buenas canciones, tienen que entregarnos algo más; algo que nos haga detenernos y concederles un minuto de nuestra acelerada vida. Hace unas horas, gracias a The Fool, fui testigo del renacimiento del rock. En el Lunario del Auditorio Nacional se presentó Adanowsky, pero de él hablaré más adelante, porque el show lo abrió una banda llamada Le Butcherettes.
Había escuchado una que otra rola de este power dúo, pero no estaba preparado para lo que presentaron. Ataviada como Alicia en el país de las maravillas, la cantante/guitarrista dio cátedra de cómo trasmitir la energía. Rolas poderosas, pero sobre todo, un mensaje bien estructurado que lo representó utilizando distintos medios, algunos de ellos extremos para el débil de corazón. Desde salir al escenario con una máscara, hasta quebrarse huevos en la cabeza; romper sus instrumentos, vaciarse una bolsa de harina u orinarse y pasearse desnuda. Todo un viaje que rondará en mi mente por mucho tiempo.
Después fue el turno de el ídolo. Aunque con rolas más melódicas, también ofreció un espectáculo de antología. Desde que se paseó entre el público cargando una cruz sabíamos que sólo era el inicio de una gran velada. Tocó sus rolas emblemáticas en los primeros minutos del show, algo que para cualquier otro grupo sería cometer suicidio, nunca nos soltó. Excelente banda que como plus contó con la presencia del ajonjolí de todos los moles, o sea, Jay de la Cueva en los teclados. Derroche de carisma y testosterona, mujeres enmascaradas como Blue Demon y Místico bailando desnudas para posteriormente ser pintadas por el propio Adanowsky, piñatas (demostrando que corre algo de sangre mexicana por sus venas), y la representación de su propia muerte y renacimiento. Esta parte bastante teatral, muy al estilo de las películas de su padre: La Muerte con sus grandes alas negras, bailó un vals con él, lo besó y lo dejó muerto en medio del escenario. Una banda de mariachis tocando la marcha fúnebre y cuatro gladiadores cargando el féretro donde anteriormente fue colocado. El ídolo ha muerto. Silencio. Llantos infantiles.
Se encienden las luces y vemos a un Adanowsky desnudo, vulnerable; armado sólo con su guitarra. En uno de los actos más emotivos que he visto (en un concierto) sin necesidad de micrófono y sin tener su guitarra conectada, interpretó una triste melodía haciendo callar a las más de mil personas reunidas para escuchar lo que decía. ¡Vaya manera de terminar un concierto!
miércoles, 2 de diciembre de 2009
DIONYSOS 02
En agosto les puse un video de la más que genial banda DIONYSOS.
Este es uno nuevo perteneciente al disco La Mecanique du Coeur.
La rola se llama Tais Toi Mon Coeur; algo así como cállate, corazón.
Disfrútenlo:
Este es uno nuevo perteneciente al disco La Mecanique du Coeur.
La rola se llama Tais Toi Mon Coeur; algo así como cállate, corazón.
Disfrútenlo:
LOS LOCOS SOMOS OTRO COSMOS
Un cuento de Oscar de la Borbolla utilizando solamente palabras con la letra O:
Este cuento pertenece al libro LAS VOCALES MALDITAS.
Otto colocó los shocks. Rodolfo mostró los ojos con horror: dos globos rojos, torvos, con poco fósforo como bolsos fofos; combó los hombros, sollozó: "No doctor, no... loco no..." Sor Socorro lo frotó con yodo: "Pon flojos los codos -rogó-, ponlos como yo. Nosotros no somos ogros." Sor Flor tomó los mohosos polos color corcho ocroso; con gozo comprobó los shocks con los focos: los tronó, brotó polvo con ozono. Rodolfo oró, lloró con dolor: "No doctor Otto, shocks no..." Sor Socorro con monótono rostro colocó los pomos: ocho con formol, dos con bromo, otros con cloro. Rodolfo los nombró doctos, colosos, con dolorosos tonos los honró. Como no los colmó, los provocó: "Son sólo orcos, zorros, lobos. ¡Monos roñosos!" Sor Flor, con frondoso dorso, lo tomó por los hombros; sor Socorro lo coronó como robot con hosco gorro con plomos. Rodolfo con fogoso horror dobló los codos, forzó todos los poros, chocó con los pomos, los volcó; soltó tosco trompón, sor Socorro rodó como tronco. "¡Pronto, doctor Otto! -convocó sor Flor-. ¡Pronto con cloroformo! ¡Yo lo cojo!..." Rodolfo, lloroso con mocos, los confrontó como toro bronco; tomó rojo pomo, gordo como porrón. Sor Flor sonó como gong, rodó como trompo, zozobró.
Otto, solo con Rodolfo, rogó como follón, rogó con dolo: "Rodolfo... don Rodolfo, yo lo conozco... como doctor no gozo con los shocks; son lo forzoso. Los propongo con hondo dolor... Yo lloro por todos los locos, con shocks los compongo...
-No, doctor. No -sopló ronco Rodolfo-. Los shocks no son modos. Los locos no somos pollos. Los shocks son como hornos; son potros con motor, sonoros como coros o como cornos... No, doctor Otto, los shocks no son forzosos, son sólo poco costosos, son lo cómodo, lo no moroso, lo pronto... Doctor, los locos sólo somos otro cosmos, con otros otoños, con otro sol. No somos lo morboso; sólo somos lo otro, lo no ortodoxo. Otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, como formó los olmos o los osos o los chopos o los hongos. Todos somos colonos, sólo colonos. Nosotros somos los locos, otros son loros, otros, topos o zoólogos o, como vosotros, ontólogos. Yo no los compongo con shocks, no los troncho, no los rompo, no los normo...
Rodolfo monologó con honroso modo: probó, comprobó, cómo los locos sólo son lo otro. Otto, sordo como todo ortodoxo, no lo oyó, lo tomó por tonto; trocó todos los pros, los borró; sólo lo soportó por follón: obró con dolo. Rodolfo no lo notó. Otto rondó los pomos, tomó dos con cloroformo, como molotovs los botó. Rodolfo con los ojos rotos mostró los rojos hombros; notó poco dolor, borrosos los contornos, gordos los codos; flotó. Con horroroso torzón rodó con hondo sopor. Rodolfo soñó. Soñó con rocs, con blondos gnomos, con pomposos tronos, con pozos con oro, con foros boscosos con olorosos lotos. Todo lo tocó: los olmos con cocos, los conos con oporto rojo, los bongós con tonos como Fox Trot.
Otto lo forró con tosco cordón, lo sofocó. Rodolfo sólo roncó. Sor Socorro tornó con poco color. Sor Flor con bochorno tomó ron: "Oh, doctor -lloró-, oh, oh, nos dobló con sonoro trompón." Otto contó cómo lo controló.
-Otto, pospón los shocks -rogó sor Socorro.
-No, no los pospongo. Loco o no, yo lo jodo. No soporto los rollos... Pronto, ponlo con gorro.
-¿Cómo, doctor -notó sor Flor-, ocho volts?
-No, no sólo ocho. ¡Todos los volts! Yo no sólo drogo, yo domo... Lo domo o lo corrompo como bonzo.
-¡Oh no, doctor Otto!, como bonzo no.
-¡Cómo no, sor Socorro! Nosotros no somos tórtolos o mocosos; somos los doctos... ¡Ojo, sor Socorro! No soporto los complots...
Otto con morbo soltó todos los volts, los prolongó con gozo. Sor Socorro con sonrojo sollozó. Sor Flor oró por Rodolfo. Rodolfo roló como mono, tronó como mosco. Otto lo nombró: "Don gorgojo", "loco roñoso", "golfo". Rodolfo zozobró con sonso momo. Otto cortó los shocks.
Este cuento pertenece al libro LAS VOCALES MALDITAS.
martes, 1 de diciembre de 2009
51 MIC (04)
Estas son las últimas reseñas de la 51 Muestra Internacional de Cine:
DESGRACIA es una película de Steve Jacobs basada en la obra de J. M. Coetzee del mismo nombre. David Lurie (interpretado magistralmente por John Malkovich) es un profesor bastante refinado y estirado de literatura en una universidad en Ciudad del Cabo. Sólo tiene un defecto: es mujeriego. Un romance con una alumna hace que lo corran, por lo que decide visitar a su hija Lucy. Ella es un espíritu libre y aunque choca con la personalidad de David, se quieren y se acoplan. Pero es aquí donde empiezan las desgracias. Situaciones que te destrozarán y que te harán preguntarte qué harías en su lugar. Seguramente más que la actitud civilizada de David o la hippie de Lucy. La cinta transmite a la perfección la impotencia de David y te pone a pensar en los motivos que llevan a Lucy a permanecer -a pesar de todas las desgracias- en el mismo lugar. El personaje de David pasa de la cúspide opulenta intelectual al más bajo y deprimente fondo que puede haber: un refugio de perros. Es una película difícil de asimilar y que dará vueltas en tu cabeza por varios días.
GÉNOVA de Michael Winterbottom es una desgracia. La historia ya está muy gastada: un accidente termina con la vida de la madre dejando al padre al cuidado de las hijas: una adolescente y la otra, menor, con sentimiento de culpa. Esto sucede en los primeros cinco minutos, así que las opciones del director eran sufrimiento y más sufrimiento o la búsqueda de la redención. Intentó la segunda vía, pero el resultado fue pésimo. Se llama Génova porque al papá le ofrecen un trabajo en una universidad de allá. Opción que le parece viable para ayudar a sus hijas a superar la pérdida. El director muestra una ciudad con callejones peligrosos donde siempre está a punto de suceder algo, pero nunca sucede. La hija menor ve a la madre y habla con ella. La adolescente le gusta salir de reventón y darse unos toques (como a cualquier adolescente). Pesadísima. Personajes mal aprovechados. Lo único rescatable fueron las tomas, pero la mala historia las opacó.
VIOLINES EN EL CIELO es la cinta que ganó el Oscar a mejor película extranjera el año pasado. Dirigida por Yôjirô Takita, nos cuenta la historia de Daigo Kobayashi: un simpático chelista que, al ya no poder sobrevivir tocando solamente el chelo, decide darle un giro a su vida regresando, con todo y esposa, a la casa que le dejó su madre. Consigue trabajo preparando muertos. Todo esto en un tono cómico bastante disfrutable. El problema es que al ponerse seria la trama, no se las crees. La esposa parece salida de un cómic (mejor dicho, de una manga) y la historia cierra bastante cursi. Pero desde el título estamos mal. ¿Violines? En todo caso serían chelos y ¿en el cielo? más cursi no se podía. El título original era bastante bueno: Departures. Como casi toda película asiática, la fotografía es excelente y toda la representación de el arte del Nokanshi (preparación de los muertos) es impresionante.
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