Hace unos días conseguí la mítica antología Miedo en castellano, el único libro que me faltaba de la bibliografía de Emiliano González. Suceso que creí nunca ocurriría, pues ni el propio Emiliano cuenta con ejemplares.
Algunos me pidieron que la escaneara. Lamentablemente se estropearía: es una edición de 1973 ( o sea, cuando Emiliano tenía tan solo 18 años… impresionante, ¿no?)
Sin embargo, les comparto la introducción y el índice. Así, si les interesa algún cuento pueden buscarlo en internet (si los encuentran, les agradecería mucho si comparten los enlaces en comentarios).
Maravíllense:
MIEDO EN CASTELLANO
28 relatos de lo macabro y lo fantástico
INTRODUCCIÓN
La
literatura de miedo tiene dos modalidades. La primera y quizá más familiar es
la fantástica. Vax y Caillois han insistido siempre en lo fantástico como una
irrupción violenta de lo sobrenatural en un mundo regido por leyes inmutables.
Cuando estas leyes no se ven quebrantadas
sino elevadas al nivel del absurdo, el resultado es puramente macabro.
Si todo lo fantástico es en sí mismo macabro (gracias a Poe) lo macabro no es
necesariamente fantástico. No hubo fantasmas en Auschwitz. Un incidente
grotesco de la casualidad puede ser o no sobrenatural, pero es irónicamente
macabro por su misma gratuidad. El cuentista castellano ha sabido distinguir
entre uno y otro concepto pero no ha salvado -con sus excepciones- el peligro
de la repetición o, en casos graves, el
de inconsciente plagio. Los primeros párrafos de Médium (Baroja) son casi una traducción literal de los mismos en The tell-tale heart (Poe). Un dramático
cuento del hispano Clarasó castellaniza El
caso del difunto Mister Elvesham de Wells en una manera fría y poco feliz.
Quiroga, sin embargo, sabe distinguir influencia de robo y construye así
relatos muy originales con argumentos macabros. Borges y Quiroga son
probablemente los pilares de la literatura de miedo hispanoamericana. Borges ha
inventado un cuento fantástico metafísicamente auténtico. Gente como Bioy,
Murena y Cortázar renueva de continuo la temática tradicional. Uno de los
motivos favoritos de nuestros cuentistas es el desdoblamiento de personalidad.
Los fenómenos parapsíquicos, la telequinesis, la percepción extrasensorial
tampoco son rechazados. Pocas veces nos permitimos el juego del horror cósmico
y el pánico interestelar. De Poe a Lovecraft preferimos Poe. Es difícil elegir
los mejores relatos de una lengua donde lo insólito juega un papel secundario.
Nuestra literatura cojeó y sigue cojeando por ese lado porque carecemos de
grandes maestros. Me vi obligado, pues, a acudir a las fuentes más inmediatas,
es decir, a las colecciones de relatos inverosímiles de aparición más o menos
reciente. Tengo cuentos de Cuba y Argentina y España y México. Los dos primeros
países son quizá los más prolíficos. María Elena Llana y H. A. Murena rematan
sus engendros a través de una brecha repentina en la vida cotidiana. El jugo
insólito es bien exprimido. Los autores macabros (y digo esta palabra con
timidez por no entrecomillarla) se presentan aquí en sus más cruentos y tristes
relatos. Arístides Fernández me gusta mucho. También Abascal, que no necesita
de rodeos para mostrarnos todo el horror de su intriga. He preferido cuentos
cortos porque la brevedad es el mejor recurso para un rápido susto. De Arrufat,
Paz y Elizondo sólo puedo decir que sus mundos tienden más al surrealismo que a
lo fantástico. Escriben cuentos alucinantes con un roce de tenebrismo muy
particular. También están los españoles. De Azorín y Baroja y Bazán a Ibáñez y
Aroca y Gimferrer. No hay mucho para escoger pero lo elegido es bueno. El caso
de Aroca es raro. Sus cuentos tienen cierto aire melodramático y hollywoodiano
que nos hace pensar en Robert Bloch o Joseph Payne Brennan. El último cuento de
ciencia ficción de este libro es el de Piniella. Colocarlo en la sección
macabra habría sido una redundancia porque poseía tanto fantasía como sarcasmo.
Pero su desarrollo era evidentemente sobrenatural y terminé por incluirlo al
final para rematar con una pesadilla mi pequeño muestrario de curiosidades que,
si no las mejores en su género, tampoco las peores en su contexto cultural. No
nacimos para ser uncanny writers.
Quizá el espanto sea la tregua de concesiones que nos recetamos de vez en
cuando. Y esas concesiones están aquí.
Emiliano
González
Noviembre
de 1972
ÍNDICE
I LO
ABSURDO Y LO MACABRO
La
mano – Arístides Fernández
La
Puerta – Salvador Elizondo
Miss
Amnesia – Mario Benedetti
Totenbuch
– José Emilio Pacheco
No
se culpe a nadie – Julio Cortázar
El
secreto – Félix Martí-Ibáñez
Las
arañas rojas – José Ma. Aroca
El
miedo – Ramón del Valle-Inclán
La
resucitada – Emilia Pardo Bazán
El
almohadón de plumas – Horacio Quiroga
En
el insomnio – Virgilio Piñera
Hacia
la noche – Héctor Gally
El
extraño caso de Baker Street – Isidoro Núñez Miró
El
enviado – Jesús Abascal
II
LO INSÓLITO Y LO FANTÁSTICO
Nosotras
– María Elena Llana
Dos
veces el mismo rostro – Vicente Barbieri
El
teléfono – Augusto Mario Delfino
Médium
– Pío Baroja
Los
ojos – Alfonso Hernández Catá
La
mariposa y la llama – Azorín
El
sombrero de paja – H. A. Murena
El
cambio – Antón Arrufat
Posesión
– José Cid R.
El
ramo azul – Octavio Paz
Una
representación furtiva – Pedro Gimferrer
La
galera – Manuel Mújica Laínez
Pudo
haberme ocurrido – Manuel Peyrou
Las
montañas, los barcos y los ríos del cielo – Germán Piniella