El que sigue es un cuento de Pedro F. Miret. Notarán algunas irregularidades en la puntuación: signos de exclamación, puntos seguidos, puntos aparte y, sobre todo, en los puntos suspensivos. Más abajo, Mario González Suárez explicará este característico estilo.
Al terminar de leer Chocolate se preguntarán ¿qué diablos pasó? (pueden dejar su punto de vista en comentarios)
CHOCOLATE
Pedro F. Miret
Las compuertas comienzan a abrirse lentamente y de ellas sale vapor. . . . y ahora un chorro de chocolate hirviente espeso y oscuro que cae en los crisoles de los cuales se levanta una nube de vapor que casi oculta los chorros y las lámparas del techo. . . . . . . . ya están llenos y por algunos se deslizan rápidas chorreaduras de chocolate. . . los crisoles empiezan a inclinarse lentamente. . . y el chocolate hirviendo cae en unos canales por donde avanza rápidamente. . . . . . . . . llega al final de éstos y choca violentamente contra una compuerta salpicando en todas direcciones e inmediatamente se produce una ola que recorre los canales en sentido contrario. . . . . . . . . y va a morir bajo el goteo de los crisoles. en la superficie se forman miles de burbujas que revientan lanzando bocanadas de vapor. . . . . . repentinamente, de las rejas que hay junto a los canales, surge un alarido que retumba en la nave y después espesas nubes de vapor que suben rápidamente hacia el techo. . . . dejan de salir y a través de las rejas se puede ver correr el agua del hielo fundido. . . . se abren todas las compuertas a un tiempo y el chocolate, convertido ahora en “lingotes”, sale de los canales y corre sobre rodillos que producen un ruido muy semejante a un tren que marcha lentamente. . . de la oscuridad del techo bajan varias asideras metálicas, bajan entre las lámparas y quedan iluminadas por éstas. . . . se detienen a cierta altura y avanzan a la misma velocidad que los lingotes. . . . . repentinamente caen sobre ellos, los prenden y se vuelven a elevar. . . . se detienen y avanzan lateralmente produciendo en el piso zonas de luz y sombras cuando pasan bajo las lámparas. . . . . tamente. . . de la máquina sale un cilindro blanco lleno de halado de chocolate, la garra mecánica se acerca, lo prende, gira, lo deposita en la banda sin fin y se empieza a alejar lentamente. . . de la máquina sale un cilindro blanco lleno de helado de chocolate, la garra mecánica gira, se acerca, lo prende, gira, lo deposita sobre la banda sin fin y se empieza a alejar lentamente. . . . de la máquina sale un cilindro blanco lleno de helado de chocolate, la garra mecánica gira, se acerca, lo prende, gira, lo deposita sobre la banda sin fin y se empieza a alejar lentamente. . . de la máquina sale un cilindro blanco lleno de helado de chocolate, la garra mecánica gira, se acerca, lo prende, gira, lo deposita sobre la banda sin fin y se empieza a alejar lentamente. . . .
entre el fragor de las máquinas se empieza a oír un silbido. levanto la vista hacia el techo y la luz de mas lámparas me hace entrecerrar los ojos. miro la intrincada red de tubos blancos. . . . . pero no veo nada especial y bajo la vista otra vez:
. . . osita sobre la banda sin fin y se empieza a alejar lentamente. . . de la máquina sale un cilindro blanco lleno de helado de chocolate, la garra mecánica gira, se acerca, la prende, gira, lo deposita sobre la banda sin fin y se empieza a alejar lentamente. . . de la máquina sale un cilindro blanco lleno de helado de chocolate, la garra mecánica gira, se acerca, lo prende, gira, lo deposita sobre la banda sin fin y se empieza a alejar lentamente. . . de la máquina sale un cilindro blanco lleno de helado de chocolate, la garra mecánica gir. . .
me echo el aliento en la mano y tomo el teléfono blanco que parece estar siempre helado. aprieto rápidamente un botón rojo del tablero
-. . . . ¿Si?
-. Oye, Tom, allá arriba se oye un silbido desde hace rato
- ¿Qué temperatura tienes?
miro el termómetro del tablero
-.Dos grados bajo cero
-. No te preocupes, es que está pasando chocolate caliente por uno de los tubos.
cuelgo el teléfono. me incorporo y echo a caminar. . . doy un vistazo a los cilindros llenos de helado de chocolate de la izquierda que avanzan lentamente formando una hilera que se pierde de vista a lo lejos. después miro los de la derecha que avanzan en dirección contraria y ya tapados. . . . me cierro el cuello de la bata blanca y meto la otra mano en la bolsa, pero la saco rápidamente al sentir el frío del lapicero metálico!. . . . . . sin dejar de caminar echo un vistazo a los tubos del techo entre los que se sigue escuchando el misterioso silbido. . . . . . . . me agacho y paso por debajo de la fila de cilindros de la derecha, camino dos pasos. . . y paso por debajo de otra fila de cilindros que se mueven lentamente en sentido contrario, camino dos pasos. . . y paso por debajo de otra fila de cilindros que avanzan en el mismo sentido que los anteriores, camino dos pasos. . . y me detengo al ver que por la banda sin fin que tengo enfrente no pasan cilindros!. . . pero allá a lo lejos se viene acercando la fila de envases. me dirijo a su encuentro. . . . . . . . abro la helada tapa del primer cilindro y miro su interior: está lleno de helado de chocolate hasta el borde. lo vuelvo a tapar y me echo el aliento en las manos. me pongo de puntillas y miro la fila que se pierde de vista a lo lejos: parece que ya no hay más claros en ella. . . abro al azar uno de los cilindros que va pasando: también está lleno hasta el borde de helado de chocolate. lo vuelvo a tapar y paso por debajo de la banda sin fin echándome el aliento en las manos. me dirijo hacia la montaña de bidones blancos que tienen pintada una vaca negra sobre un círculo amarillo. . . . y subo a uno de ellos tapándome las manos con las mangas para no tocar el metal. me incorporo y paseo la vista por el sinfín de hileras de cilindros que se mueven lentamente. . . . . . no, ya no se ven más claros entre ellas. brinco al suelo y me interno por el paso que hay entre las montañas de bidones. . . aquí el frío es glacial y únicamente en los bidones de allá arriba a la derecha pega la luz de las lámparas. . . . . . . . comienzo a pisar pedacería de chocolate y dejan de resonar mis pasos. . . . . salgo a un inmenso claro entre los bidones, totalmente cubierto de pedacería e intensamente iluminado por la luz glacial de las lámparas del techo. . . y allá está Tom paleando!
-. ¡Tom!
voy hacia él. . . . . Tom deja de palear y hunde la pala en la pedacería
-. ¿Tienes un cigarro?
saco uno y se lo tiro. Tom lo agarra en el aire
-. ¿Nunca habías estado aquí?
niego con la cabeza. Tom saca el encendedor metálico y enciende el cigarro. se lo guarda y después se echa el aliento en la palma de la mano
-. . . ¿Qué hacen con todo esto?
-. Tirarlo
-. ¿Cómo?
-. Se funde en pailas y se manda por el drenaje
-. ¿Y no se atasca?
-. No, porque se inyecta agua caliente al mismo tiempo
remuevo la pedacería con el pie y dejo al descubierto pedazos de chocolate oscuro de todas formas y tamaños
-. ¿No han pensado en aprovecharlo?
-. Habría que seleccionarlo y eso sería muy caro. Mira. . .
Tom se agacha y agarra un pedazo de chocolate al azar. Lo parte y me lo extiende. Lo miro de cerca sin agarrarlo: tiene una franja oscura en su interior
-. Es mermelada
lo tira y agarra otro. lo parte y me lo vuelve a extender. lo miro de cer. . .
-. ¡Agárralo!
me doy cuenta de que esta vez no puedo negarme y lo agarro. ¡está helado!
-. . . ¿Qué son estas manchas blancas?
-. Nueces
lo tiro y me echo el aliento en las puntas de los dedos
-. ¿Te imaginas qué mezcla saldría?
me agacho y agarro una figura del Pato Donald que todavía está enter. . . no, tiene la cola rota
-. Se hicieron varios cientos de miles, pero surgió un problema y hubo que fundirla otra vez. Todavía sale una de vez en cuando. . .
la levanto a la altura de mis ojos y la miro por un lado y por otro
-. ¿Te quedas?
-. Voy a dar una vuelta por ahí
-. Chau
Tom va hacia una de las montañas. . . . la sube de una carrera y desaparece por el otro lado. . . tiro la figura del pato y echo a caminar por la gran extensión de pedacería. . . . oigo un ruido y volteo: son pedazos que se deslizan por la ladera por la que subió Tom. . . todo vuelve a quedar en silencio y sigo caminando. . . . subo de un brinco sobre unas montañas de láminas de chocolate. me agacho y agarro una: están troqueladas al máximo para sacar el mayor número de “monedas” de cada una. . . la dejo caer y se parte en varios pedazos. me echo el aliento en los dedos y sigo caminando sobre ellas. . . . . salto otra vez la pedacería. . . . . . . . paso junto a un inmenso lingote de chocolate semienterrado y agujerado como un queso por las burbujas de aire que se formaron en su interior en el momento de la fusión. . . . por aquí hay gran cantidad de colillas entre la pedacería, como si se hubieran vaciado muchos ceniceros. . . . me detengo a mirar unas puntas largas y oscuras que asoman entre los tubos del techo. . . y que no adivino qué puedan ser. . . . echo a caminar otra vez. . . . . y me detengo exactamente debajo de ellas. son “estalactitas” de chocolate que cuelgan de uno de los tubos. . . agarro un pedazo de chocolate y lo tiro contra ellas. . . . pega en uno de los tubos gruesos que suena como una campanada profunda varios segundos. . . tiro otro pedazo que. . . se pierde entre la red de tubos. . . . ahí viene! salto hacia atrás para que no me caiga encima. . . . agarro otro trozo y me pongo debajo de las “estalactitas”, levanto la cabeza y lo. . .
-. ¡Ayyyyy!
siento un dolor terrible en la frente. me paso la mano: es una gota de chocolate caliente. . . . y el dolor va aumentando. me pongo los dedos helados en la quemada. . . . pero no disminuye. doy unos pasos mirando la pedacería. . . . . . me agacho ante una gran plancha de tabletas piramidales, desprendo una tira y me la aplico fuertemente en la frente. . . y el dolor va disminuyendo otra vez con la quemada del frío!! me incorporo y sigo caminando. . . . . . . . . . . . . la tableta empieza a perder su frialdad y la tiro. recojo un pedazo cubierto de ampollas reventadas y espero a volver a sentir el dolor en la frente. ¡ya! me lo aplico rápidamente. . . . . tomo un camino en que la pedacería está casi compacta de tanto ser pisada. . . y que lleva hacia los bidones. . . . . . levanto la vista y miro los tubos blancos, pero no veo más estalactitas en ellos. . . me interno entre las inmensas pilas de bidones en semipenumbra. . . y vuelvo a sentir el frío glacial de antes!!. . . echo un vistazo a un paso oscuro que hay entre los bidones allá a la izquierda, pero no distingo la mancha blanca del teléfono. . . . . aquí viene otro. . . . . tampoco aquí hay. . . . . va terminando la pedacería del suelo y oigo de nuevo el retumbar de mis pasos en el cemento. . . ahí viene otro. . . . . aquí sí hay. me interno en él y me dirijo hacia la mancha blanca del teléfono. . . el paso es muy estrecho y el frío es todavía más intenso!. . . . tomo el auricular y me lo pong. . . lo retiro rápidamente del oído al sentir la quemada del frío.
-. . . ¿Si?
-. ¿Tom?
-. Sí
-. En uno de los tubos se ha formado una estalactita
-. ¿De hielo?
-. No. . . de chocolate
-. ¿Estás seguro?
-. Seguro
-. . . Espera
. . . . poco a poco me voy acostumbrando a la semipenumbra y comienzo a distinguir con más claridad el dibujo de la vaca de los bidones. . . . levanto el pie y desprendo una cosa que tengo pegada en la suela del zapato. la miro de cerca y veo que se trata de un pedazo de chocolate. lo tiro. . . me cambio de mano el teléfono y me echo el aliento en la mano libre. . . .
-. ¿Tom?
-. . . . . . . . . . . . . .
levanto la vista y miro los tubos del techo que reflejan la luz de las lámparas. . . . . . . . . .
-. ¿Estás ahí?
-. Sí
-. No cuelgues
. . . . . el frío me empieza a atravesar la ropa y camino unos pasos. . . hasta donde lo permite el cable del teléfono. doy media vuelta y voy hacia él. . . me alejo otra vez. . . hasta que se tensa el cable. voy otra vez hacia el teléfono. . .
-. Tom
-. Dime
-. Habla después, ¿quieres?
-. Bueno
cuelgo el teléfono y corro hacia la salida. . . . . . salgo del paso y sigo caminando. . . . . . . veo de reojo una raya de luz y volteo: se trata de una ranura entre los bidones a través de la cual se ven allá muy lejos los cilindros que pasan lentamente. . . me cubro las manos con las mangas de la bata y trato de entrar. . . no, es demasiado estrecha para entrar de frente. me meto caminando de perfil e inmediatamente siento en la cara el frío glacial que reverbera de los bidones!!. . . . echo un vistazo a la raya de luz de la salida para orientarme en la oscuridad. . . trato de caminar de frente para ir más de prisa, pero siento que mis hombros chocan con los bidones, y sigo caminando de perfil dand. . . siento que mi nariz roza con el metal helado y yergo la cabeza todo lo que puedo. . . . . sin darme cuenta trato otra vez de caminar de frente y siento que mis hombros vuelven a chocar con los bidones!. . . . . levanto un poco la cabeza para no respirar el terrible frío que reverbera de los bidones. . . . . echo un vistazo a la raya de luz de la salida: todavía está lejos. . . . . . el frío me empieza a producir un intenso dolor en la cara y en las manos y siento que va traspasándome la ropa. . . . . . mi hombro choca con algo. levanto la mano y lo busco al tacto. . . . se trata de un teléfono que casi ha perdido la forma con el hielo que se ha formado en él. trato de despegar el auricular pero. . . no puedo! paso por debajo del teléfono y sigo caminando de perfil echándome el aliento en la palma de la mano para calmar el dolor de la quemada. . . . . . . . . volteo: aquí viene ya la salida. . . . . . salgo de entre los bidones y siento un agradable calor en todo el cuerpo!! y la intensa luminosidad me hace entrecerrar los ojos. me paso las manos por la cara y siento que desprendo pequeños pedazos de hielo que se me han formado en las cejas, debajo de la nariz, en las orejas. . . . con los ojos todavía entrecerrados paseo la vista por las filas de cilindros que se mueven lentamente. . . . . . . . y veo allá en la cuarta fila uno totalmente chorreado de chocolate!! corro hacia los cilindros. . . . me agacho y paso rápidamente bajo la primera banda sin fin. . . sin incorporarme paso por debajo de la segunda. . . de la tercera. . . y salgo casi frente al cilindro. me incorporo y toco las escurriduras de chocolate: ya están sólidas. hundo el dedo en el helado y siento que por debajo el chocolate está líquido!! saco el pañuelo y me limpio el dedo, mientras miro la fila de cilindros en una dirección y en otra, pero hasta donde alcanza la vista no se distingue ningún otro que esté chorreado. camino unos pasos. . . . alcanzo el cilindro y camino junto a él sin saber qué hacer. . . . . echo un vistazo a la larga fila de cilindros de la izquierda que avanza en sentido contrario, pero ninguno se ve chorreado hasta donde alcanza la vista. . . . . siento que me corren gotas por la frente y se me meten a los ojos. me paso la mano por la cabeza y el hielo que todavía tengo entre el cabello se funde rápidamente y me corre por la cara. . . . sin dejar de caminar empujo un poco el cilindro fuera de la fila y trato de sacarlo. . . pero pesa demasiado! y vuelvo a enderezarlo. . . . . . . . ahí viene un teléfono en la próxima columna. aprieto el paso. . . . . . y descuelgo el auricular
-. . . . . . . . . . .
-. . . Oye!
-. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
no, no contesta nadie
pasa frente a mí el cilindro chorreado: cuelgo el teléfono y echo a caminar otra vez junto a él. . . miro el reloj de pulsera: son las nueve y diez. ahora entiendo por qué ya no contestan allá arriba. . . . . la sensación de calor que tuve al salir de entre los bidones empieza a desaparecer y vuelvo a sentir frío otra vez!. . . . . . . . . paso por sobre la reja de una alcantarilla: podría empujar el cilindro para que el chocolate cayera por ella, aunque. . . . . . . . . . . . . ¡sí, eso es! ¡no, ya no se puede, el cilindro ya dejó atrás la alcantarilla!! aprieto el paso y me dirijo hacia la columna. . . . y empiezo a subir por la escalera marina que hay en ella agarrándome de los helados barrotes. . . . . . . . . . . . . . . . . me detengo a descansar y aprovecho para echar un vistazo hacia abajo. . . . y veo allá lejos una fila en que todos los cilindros avanzan chorreados!!! sigo subiendo, pero ahora rápidamente. . . . . . paso entre las grandes lámparas y después me interno en la semipenumbra del laberinto de tubos blancos. . . . . . . me detengo a echar otro vistazo hacia abajo, pero la maraña de tubos apenas deja ver las filas de cilindros y sigo subiendo. . . . . . salto de la escalera a una pasarela metálica y corro por ella. . . . . parece que me voy acercando al sitio de donde proviene el silbido, pues cada vez se va oyendo más intensamente. . . . . por aquí es! me detengo, me asomo un poco fuera de la pasarela y me ciega el reflector de allá abajo. tapo la luz con la mano y miro el laberinto de tubos en semipenumbra. . . . . levanto la vista hacia los tubos iluminados por cientos de franjas de luz que se producen al pasar ésta a través del enrejado de la pasarela. . . no, tampoco parece provenir de ahí arriba el silbido. sigo corriendo. . . . .salto al vacío. . . y me agarro de un tubo helado! por el que me deslizo. . . . . aprieto las piernas y me detengo. echo un vistazo a los tubos que me rodean en todas direcciones: el silbido parece venir de todas partes! aflojo las piernas y vuelvo a deslizarme rápidamente. . . . . salgo de entre los tubos. . . . y entro por el techo a la torre de control: está vacía. me acerco a los ventanales y camino junto a ellos mirando las filas de cilindros allá abaj. . . allí va la fila chorreada. . . . . me detengo ante el tablero blanco y lo miro mientras me echo el aliento en las manos heladas: tiene largas hileras de botones rojos y azules y en la izquierda hay un nicho con un teléfono blanco en su interior. . . . . . . . . . . . . . . aprieto uno de los botones azules y todo queda en penumbra!!! A excepción de una tenue luz rojiza que se enciende en el techo del cuarto de control y el silbido va dejando de oírse. . . . hasta hacerse el silencio absoluto. vuelvo a apretar el botón y miro por el ventanal: todo sigue oscuro allá afuera y me veo reflejado en el vidrio. . . aprieto otro botón, pero no pasa nada. . . aprieto otro. . . y tampoco pasa nada. . . aprieto otros y todos los botones sumidos vuelven a salir. . . con la palma de la mano abierta aprieto todos los botones que puedo. . . y las grandes lámparas empiezan a parpadear y se van encendiendo. . . y veo que todas las filas de cilindros están paradas hasta donde alcanza la vista!!!
-. ¡Puta madreee!
con las dos manos aprieto todos los botones del centro del tablero y todo vuelve a quedar a oscuras excepto el tablero, que queda iluminado por la luz rojiza del techo!!!
-. . . ¡Pero!
me agacho sobre el tablero para ver los botones de la parte superior y sin querer aprieto con la panza los de abajo. me incorporo rápidamente y miro por el ventanal: todo sigue a oscuras, pero allá abajo se ve una lucecita que se mueve de un lado a otro
-. ¡Tooomm!!
golpeo el vidrio con los puños cerrados. . . . la lucecita se detiene un momento y después empieza a acercarse sin dejar de moverse. . . . . me aparto del tablero y camino unos pasos mirando al suelo. . . . . y distingo en al semipenumbra del piso una jaladera. me agacho y la abro
-. ¡Tom, estoy aquí arriba!
-. ¡Voooy!
el retumbar de los pasos de Tom se convierte en una carreta. . . . . . . ahora aparece allá abajo la luz y oigo cómo empieza a subir rápidamente la escalera marinera. . . . . ¿cómo demonios puede subir agarrando la linterna con la mano?. . . . . . . . . aquí viene. . . . . . ah, es que la lleva en la boca!. . . . saco mi linterna, la enciendo y alumbro una mesa en que hay varias tazas de café vacías y algunos pedazos de chocolate. me acerco. . . . y abro uno de los cajones. alumbro el interior: sobre una pila de carpetas hay varios cigarros sueltos. tomo uno y lo pongo frente a la luz. . . sí, es de chocolate. lo vuelvo a tirar y cierro el cajón. abro el de abajo y lanzo la luz al interior: está repleto de pedacería de chocolate. . . lo cierro con el pie y me dirijo hacia la vidriera. . . . apunto con la lámpara hacia el vidrio y distingo vagamente allá abajo las filas de cilindros inmóviles. . . . . . .
-. ¡Hey!
volteo hacia la luz de la linterna que se mueve nerviosamente en la oscuridad
-. ¿Qué?
-. ¿Por qué no bajas al sótano a ver cómo anda la cosa por allá?
-. ¿Y por qué no vas tú?
-. Bueno
-. . . . Deja, ya iré yo
me dirijo hacia la puerta. . . . y alumbro el vacío con la lámpara: allá hay un tubo que baja derecho y no tiene válvulas. será más rápido por ahí que por la escalera. camino hacia atrás para darme impulso. . . . y paso junto a Tom que está registrando los cajones de un escritorio
-. ¿Adónde vas?
-. Abajo
mis espaldas chocan contra el vidrio. me pongo la linterna entre los dientes, me doy impulso con el pie y echo a correr a toda velocidad. . . . paso junto a Tom. . . . salgo por la puerta y brinco al vacío. . . me agarro del tubo y me deslizo rápidamente. . . . llego al piso y echo a caminar alumbrando el suelo con la linterna. . . . me agacho, abro la tapa que hay en el piso e inmediatamente percibo el fragor del chocolate en la oscuridad. alumbro al fondo del tanque y veo cómo éste gira lentamente y cómo en el centro del remolino se ha formado un hueco del que no se alcanza a ver el fondo. . . . dejo caer la tapa y me incorporo. alumbro lentamente la fila de cilindros inmóviles de helado. . . . . hasta dar con una columna que afortunadamente tiene teléfono. voy hacia ella. . . . . . . descuelgo el auricular en el mismo instante en que se encienden las lámparas del techo con una luz muy baja que da a todo un aspecto fantasmal
-. Tom. . . . .
. . . . . . . . . . . . . . .
el teléfono está muerto. lo cuelgo y las lámparas del techo vuelven a apagarse ¡qué coincidencia!. . . ¿será que. . .? enciendo otra vez la linterna y alumbro el teléfono, descuelgo el auricular. . . y las lámparas se vuelven a encender con la misma luz mortecina!
-. ¡Hey!
aprieto varias veces el botón del teléfono y las lámparas parpadean!. . . dejo el auricular colgado y echo a caminar. . . . . . . repentinamente caigo en la cuenta de que la temperatura es apenas ligeramente fresca y de que al agarrar el auricular no sentí la quemada del frío! meto el dedo en el helado de un cilindro y siento que por debajo de la superficie el chocolate está derretido!! saco el pañuelo y me limpio el dedo. . .
-. ¡Toooom!
el grito repercute en la nave. . . . pero no obtiene respuesta. doy una paso hacia atrás y abro la compuerta sobre la que estoy parado. me meto y bajo rápidamente la escalera metálica. . . . . brinco al piso y miro a mi alrededor: hasta donde alcanza la vista las bandas transportadoras de bombones están paradas y las lámparas del techo también dan una luz muy baja que parpadea constantemente. oigo con atención y percibo un ruido lejano de líquido que cae, como si hubiera un grifo abierto en algún sitio. . . voy hacia una banda y miro las largas filas de bombones: parecen estar en buen estado, aunque es difícil asegurarlo con esta luz. agarro uno y lo aprieto ligeramente. . . lo aprieto un poco más. . . y siento que se me deshace en la mano! tiro al suelo la masa informa y echo a caminar frotando la mano sucia en la pared. . . . . . entro al baño y abro el interruptor: la luz es también muy baja. me miro al espejo y veo que tengo una mancha de chocolate en el pómulo. sin dejar de mirarme saco el pañuelo, abro el grifo y lo mojo en agua caliente, me lo paso por el pómulo y me hago una gran mancha! Miro el grifo y veo que es chocolate lo que sale por él. . . . poco a poco se va adelgazando el chorro hasta dejar de salir. . . . ahora comienza a salir vapor. . . cada vez con más fuerza. . . . y se empaña el vidrio. el grifo “estornuda” varias veces y vuelve a salir chocolate hirviente entre el vapor. . . volteo: en el fondo del inodoro también hay chocolate. tiro de la cadena y éste empieza a girar… y a subir. . . . llega hasta el borde pero en vez de comenzar a bajar, se derrama por todos lados! de un salto salgo del baño y me quedo en la puerta mirando cómo el chocolate se va por la coladera. . . . .
. . . . la luz vuelve a ser intensa y mis pies chapotean en la espesa capa de chocolate que hay en el piso. los cilindros han sido retirados ya de las bandas transportadoras y sólo quedan sobre éstas los círculos de chocolate derramado. . . ¡qué desagradable es sentir que a cada paso que doy se me mete el chocolate dentro de los zapatos!. . . . me apoyo en una de las bandas transportadoras y me miro los pies: tengo los pantalones empapados de chocolate hasta las rodillas!. . . me quito los zapatos, los escurro y los pongo sobre la banda. . . me quito los calcetines, los exprimo y los coloco junto a los zapatos. . . me arremango los pantalones para no sentir el roce de la tela mojada. . . . . . y me ensucio todavía más mis manos cubiertas de chocolate seco. . .
-. ¡Heyyy!
volteo: es Tom que viene chapoteando con los pantalones arremangados
-. El jefe quiere vernos
-. ¿Para qué?
-. Quiere que paguemos todo el chocolate que se perdió
aquí está ya. echamos a caminar juntos
-. . . ¿Y cuánto es?
-. Unas seis toneladas
-. A dos dólares veinte los cien gramos, son. . .
-. Unos setenta mil dólares, ahora venía haciendo la cuenta
-. Estás mal. en un kilo hay mil gramos, o sea. . . que vale aproximadamente veinticinco dólares el kilo, multiplicado por seis mil son. . .
-. . . más o menos ciento cincuenta mil dólares
-. Caray
quedamos en silencio y sólo se oye el chapotear de nuestros pies. . . . . repentinamente Tom se hunde en el chocolate y desaparece!!
-. ¡¡Tooom!!
aparece lentamente su mano con los dedos abiertos. la agarro, jalo con todas mis fuerzas y lo saco chorreando chocolate. sin abrir los ojos extiende la mano y me pide algo por señas. saco el pañuelo y se lo pongo en ella. se frota los ojos. . . los abre y parpadea varias veces. qué blancos se le ven!
-. . . estaba abierta la fosa
-. Sí
se restaña el chocolate que le escurre constantemente en la cara. . . . despliega el pañuelo para ver si queda alguna parte limpia. . . todo está empapado y lo tira al suelo
-. Vamos. . .
abro la puerta del despacho: parece que la espesa alfombra se salvó. . . no, al pisarla con los pies desnudos siento que rezuma chocolate
EL CASO MIRET
No es imposible que la obra de Pedro F. Miret suscite en el lector incluso irritación. En Insomnes en Tahití (1989), por ejemplo, nuestro autor da tal curso a la narración que se podría pensar que carece de técnica y desconoce la economía del lenguaje. Uno se pregunta ¿por qué cada vez que un personaje habla en francés tiene que aparecer un traductor que ponga sus palabras en español y luego en francés la respuesta del interlocutor? Como los guionistas puntillosos, Miret no omite nada. Sin embargo el ojo-voz de Miret, que es uno y el mismo para todos sus relatos, se ha propuesto filmar la película –atento a la luz, la atmósfera, la continuidad, la edición…- al tiempo que escribe el guión.
Y en este sentido resulta ineludible atender cierta peculiaridad de la escritura de Miret que desconcierta, en primer lugar, a los editores: los puntos suspensivos. En un relato de Rompecabezas antiguo (1981) pueden contarse hasta 27 puntos. La insistencia de esta aparente arbitrariedad deja intuir que los puntos de Miret nada tienen que ver con “suspender”, que es la misión natural de los puntos suspensivos, y que rigurosamente deben ser tres. Los puntos de Miret son acotaciones cinematográficas.
La zapatería del terror (1978) contiene cuatro historias –difíciles de adjetivar- que exigen ser filmadas en blanco y negro por directores desequilibrados o expresionistas, o por Luis Buñuel, a quien está dedicada la ficción que da título al libro, y es una de las más bellas piezas de Miret. “La zapatería del terror” no es sólo un buen argumento sino una burla a Kafka, si esto es posible. Cuenta la historia del dueño de una zapatería al que se le ocurre ir a la oficina de gobierno correspondiente a solicitar un permiso para abrir su negocio el día del desfile militar y patriótico. La zapatería abierta provoca en el servicio de inteligencia y en los jefes castrenses la sospecha de que desde allí se perpetrará un atentado terrorista. Aunque el final de la historia hace pensar en una enigmática parábola, nada está más lejos de Miret que la búsqueda del símbolo, la verdad revelada, la epifanía. Y esto nos lleva al reconocimiento de la originalidad de Miret, que no de su “rareza”, pues mientras que cualquier autor puede proponerse ser raro, ninguno puede proponerse ser original.
Cada texto de Pedro F. Miret es como un tren que se descarrila pero no se detiene, arrolla al mundo a su paso. En el universo de Miret los actos humanos se suceden como en el inclemente espacio donde gravitan las partículas subatómicas. En ese limbo no hay Dios ni fatum ni más allá, sólo acción, una inercia invencible que mastica hasta sus propios engranes. Dudo que Miret haya sido consciente de las implicaciones filosóficas de las aventuras de sus personajes; y no hay que perder de vista que en la literatura de Miret no hay muertos, ni violencia ideológica o pasional. Él es el dios absoluto de ese mundo en que si alguna importancia tienen los hombres ésta no se relaciona con su condición ni su afectividad. Los seres humanos transitan como juguetones solemnes que interpretan las pesadillas de su creador: amoral, sin prejuicios ni preconcepciones, cuyo universo se yergue al paso. La inaudita pluma de Miret se empeña en seguir –más que en trazar- la mecanicidad de la vida cotidiana, sus tiempos muertos: y abre una concha sin perla. En cada texto Miret vuelve a crear el universo, siempre enigmático a su insignificancia.
En “Chocolate” –que debió haber sido un clásico del cine mudo- asistimos a la visión del funcionamiento de una fábrica de chocolate en donde súbitamente se descomponen las máquinas: se pone en evidencia la analogía entre la actividad de éstas y los actos de los hombres: ambos son absurdos, ciegos, imparables: y misteriosos. En “Tormenta sobre Europa” el narrador, que participa en un importante encuentro con dignatarios que discuten sobre la inminencia de la guerra, tiene que interrumpir a un ministro porque de pronto le acomete un malestar gástrico. Batalla para encontrar el sanitario y ya aliviado de su carga se percata de que no hay papel. Entonces decide volver a la biblioteca donde se celebra la reunión. Sin siquiera haberse subido los pantalones, oculto tras un sofá y en medio de imprecaciones y amenazas de invasión entre los jerarcas, elige un libro para arrancarle las hojas salvadoras… El de Miret es un humor extraño, por momentos burlón, luego negro, y no digo surrealista porque eso no es Miret, y es posible que jamás se haya propuesto ser humorista. Al contrario del común de los escritores, Miret se esconde en sus textos, nada nos deja saber o siquiera inferir de él mismo.
Gerardo Deniz, en su mireteana “Presentación” a Esta noche. . . vienen rojos y azules, le reprocha a Miret su “estilo pobre”. Además es cierto que Miret no es un autor de grandes frases, cuando más llega a la socarronería: dos ejemplos: 1) “. . . soy de metal y madera, si no me tocan soy frío como el hielo, pero si me abrazan soy caliente como la caldera. ¿Qué es?. . . la ametralladora. . .” 2) “. . . una vela que se está consumiendo porque ya es muy tarde y a los que están alrededor de ella se les cierran los ojos. . . eso es duermevela. . .”
Mario González Suárez
Paisajes del limbo: una antología de la narrativa mexicana del siglo XX
Tusquets
pp: 97-99
Pedro F. Miret nació en Barcelona, España, en 1932. Cuentista, novelista, dramaturgo y guionista. En 1939 llegó a México en el barco Sinaia, como parte del exilio español. Es autor de los libros de cuentos Prostíbulos (1973) y Rompecabezas antiguo (1981), y de las novelas Esta noche. . . vienen rojos y azules (1967), Eclipse con explosión (1972), La zapatería del terror (1979) e Insomnes en Tahití (1989). Murió en 1988 en Cuernavaca, Morelos.
Alejandro Toledo
El hilo del minotauro: cuentistas mexicanos inclasificables
FCE
pp: 494-495
Para saber más de la vida de este gran escritor, denle
aquí.
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