lunes, 31 de mayo de 2010

BERNAL 04

Tres cuentos donde aparece Dios de Ricardo Bernal:


NAUFRAGIO

Hasta donde alcanza la vista, el océano está cubierto de cajas oblongas, baúles, cofres herrumbrosos; todos cerrados con llave o con cadenas y candados de bronce. Las olas los mueven en una alucinante danza, y la luna, amarilla y menguante, vierte una líquida telaraña de luz sobre la escena. Nosotros permanecemos en la isla, hablamos poco, nunca nos miramos: sabemos que ningún barco vendrá a recogernos. La única salida: caminar de baúl en baúl, brincar de caja en caja con el miedo revoloteando alrededor de nuestras cabezas y el hambre como un cangrejo destrozándonos las tripas. Entonces la mano de Dios, brutal, incandescente, surge de entre las nubes y nos arroja un racimo de llaves.



RELOJERÍA

En la parte superior del reloj de arena: ciudades milenarias rodeadas por desiertos de lumbre sólida, soles agudos que calcinan huesos de estegosaurios, caravanas de camellos sedientos y esclavas vendidas mil veces. En el centro: un hoyo de arenas movedizas que arrastra hacia el infierno a todo aquel que osa acercarse demasiado…

En medio del reloj de arena: granos que caen, cada grano una vida, un planeta, una galaxia que muere para reencarnar en otro plano.

En la parte inferior del reloj de arena: océanos sin islas ni continentes, monstruos marinos devorando monstruos marinos, un esquizoide barco fantasma bailando al compás de mareas abstractas. Dentro del barco: un camarote, dentro del camarote: una mesa, encima de la mesa: un mapa carcomido y la única foto de Dios: sonriente, barbado, sudoroso y enrojecido, mirando de frente a la cámara y saludando desde la entrada de la relojería.



CUERDAS

Todos los gurús, hierofantes y monjes están de acuerdo, para alcanzar el Reino de los Cielos hay que trepar por las cuerdas que cuelgan desde lo alto: millones de cuerdas plateadas, eternas, resplandecientes como chorros de luz. Sin embargo, desde hace varias semanas numerosos monstruos bajan por las cuerdas e invaden los bosques, las islas, las ciudades. Se alimentan de carne humana, beben sangre fresca directamente de las venas, nunca duermen. En la desesperación, hombres temerarios encuentran algunas cuerdas libres, pero al trepar pronto descubren, a veces a varios kilómetros del suelo, que un nuevo monstruo baja, hambriento, vertiginoso, apocalíptico. Nadie hubiera imaginado este final… la luz del sol es más tenue cada día; la enorme luna madre pare nuevas lunas cada noche: por cada ser humano hay ahora veinte monstruos.

Arriba, en las praderas del Cielo, Dios también corre de un lado a otro buscando una cuerda libre.


Imagen: The ancient of days; William Blake

jueves, 27 de mayo de 2010

ESPANTAPÁJAROS 04

7

¡Todo era amor… amor! No había nada más que amor. En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor.

Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.

Amor de cartón piedra, amor con leche… lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.

Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas…

Amor espermatozoico, esperantista. Amor desinfectado, amor untuoso…

Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.

Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada.

Amor impostergable y amor impuesto. Amor incandescente y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo. Amoramor que es, simplemente, amor. Amor y amor… ¡y nada más que amor!



8

Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.

En mí, la personalidad es una especie de forunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.

Desde que estoy conmigo mismo, es tal la aglomeración de las que me rodean, que mi casa parece el consultorio de una quiromántica de moda. Hay personalidades en todas partes: en el vestíbulo, en el corredor, en la cocina, hasta en el W.C.

¡Imposible lograr un momento de tregua, de descanso! ¡Imposible saber cuál es la verdadera!

Aunque me veo forzado a convivir en la promiscuidad más absoluta con todas ellas, no me convenzo de que me pertenezcan.

¿Qué clase de contacto pueden tener conmigo –me pregunto- todas esas personalidades inconfesables, que harían ruborizar a un carnicero? ¿Habré de permitir que se me identifique, por ejemplo, con este pederasta marchito que no tuvo ni el coraje de realizarse, o con este cretinoide cuya sonrisa es capaz de congelar una locomotora?

El hecho de que se hospeden en mi cuerpo es suficiente, sin embargo, para enfermarse de indignación. Ya que no puedo ignorar su existencia, quisiera obligarlas a que se oculten en los repliegues más profundos de mi cerebro. Pero son de una petulancia… de un egoísmo… de una falta de tacto…

Hasta las personalidades más insignificantes se dan unos aires de trasatlántico. Todas, sin ninguna clase de excepción, se consideran con derecho a manifestar un desprecio olímpico por las otras, y naturalmente, hay peleas, conflictos de toda especie, discusiones que no terminan nunca. En vez de contemporizar, ya que tienen que vivir juntas, ¡pues no señor!, cada una pretende imponer su voluntad, sin tomar en cuenta las opiniones y los gustos de las demás. Si alguna tiene una ocurrencia, que me haría reír a carcajadas, en el acto sale cualquier otra, proponiéndome un paseíto al cementerio. Ni bien aquélla desea que me acueste con todas las mujeres de la ciudad, ésta se empeña en demostrarme las ventajas de la abstinencia, y mientras una abusa de la noche y no me deja dormir hasta la madrugada, la otra me despierta con el amanecer y exige que me levante junto con las gallinas.

Mi vida resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación me cuesta un tal cúmulo de dificultades, antes de cometer el acto más insignificante necesito poner tantas personalidades de acuerdo, que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda.


OLIVERIO GIRONDO
Espantapájaros
Losada
pp: 23-37

lunes, 24 de mayo de 2010

FIC 03

Todo aquél que gusta del rock, sabe de las leyendas de los músicos de blues del sur de los Estados Unidos: pactos con el diablo para poder tocar la guitarra como nadie más. LOS VIAJES DEL VIENTO, de Ciro Guerra nos muestra algo parecido. En Colombia el acordeón es el instrumento nacional, y sobre éste giran muchas leyendas parecidas a las anteriormente mencionadas. Después de una vida de excesos, el juglar Ignacio Carillo decide recorrer gran parte de la geografía colombiana para regresar un acordeón a su antiguo maestro que, según cuenta la leyenda, se lo ganó al mismísimo diablo en un duelo musical y en venganza, el diablo maldijo al acordeón. Dicho acordeón es impresionante: negro con vivos rojos y un par de cuernos. En su viaje lo acompañará un adolescente. Un hermoso viaje visual por los rincones de Colombia. Folklore, raíces, espíritu. Un viaje lleno de obstáculos, de duelos musicales y de descubrimientos donde el adolescente se hará hombre y donde Ignacio podrá tener la paz que tanto anhelaba.

A pesar de poseer probablemente el mejor título del Foro, malos comentarios me hicieron ver esta película lleno de dudas. CEFALÓPODO de Rubén Imaz me sorprendió. No es tan mala como me comentaron. Al contrario, por momentos alcanza niveles muy altos, catárticos. El grave problema es que tiene momentos muy malos, sobre todo al inicio. Unax Ugalde nos brinda una excelente actuación interpretando a Sebastián: un artista vasco que viaja a México. Vemos y sentimos su sufrimiento. Luego nos enteraremos de la razón. La actuación de Unax es tan buena, tan comprometida con el personaje que resulta irritante verlo interactuar con los actorcillos fresas que completaron el reparto. Totalmente intrascendentes, prescindibles. Cada que Sebastián se ve involucrado con estos personajes, la película cae, y mucho. La historia de Sebastián era tan buena (un viaje íntimo para exorcizar los propios demonios y cerrar círculos) que no era necesario agregarle más. La música, a cargo de Pascual Reyes (líder de San Pascualito Rey) es excelente. Lo único malo, a pesar de que me gusta mucho, es que abusan de la rola Beso de muerto; primero siendo tocada por un grupo norteño en el desierto de los leones y después tocada en una fiesta. Hubiera sido excelente para finalizar la película. Los dibujos (de cefalópodos) son increíbles; sobre todo el que dibuja en el patio de la casa.

Nunca me han gustado las películas de guerrilleros. Me parecen poco objetivas. Siempre pintan a los líderes como tipos cool, inteligentes, carismáticos y bien fashion. HAMBRE de Steve McQueen hizo que me retractara. La historia nos cuenta la vida de un activista de la IRA, Bobby Sands (Michael Fassbender). El director no quiso basarse solamente en Bobby, también nos retrata la vida en las cárceles, sobre todo de un guardia que, a pesar de tener que recurrir a la violencia, fuera del trabajo es una persona normal. En la fotografía y la estética de la película nos damos cuenta del gran talento de McQueen como artista. Fassbender nos regala una actuación impecable que me hizo recordar a Christian Bale en El maquinista. Aunque no sepamos mucho de política, en especial de la situación del IRA, breves explicaciones y la propia voz de Margaret Thatcher nos ponen al corriente. Estos presos políticos, encabezados por Bobby, meten presión al gobierno mediante acciones realizadas desde la cárcel. Algunas asquerosas como no utilizar “cubetas” para sus desechos, otras descabelladas como andar desnudos y, la más inhumana de todas, una huelga de hambre. El diálogo entre Bobby y el cura es uno de los mejores que he visto en pantalla: rápido, filoso, inteligente, sarcástico… además de romper con el estereotipo del cura católico.


Otra película con un tema político como su eje central. TE EXTRAÑO de Fabián Hofman intenta contarnos la vida de una familia burguesa durante la dictadura militar en Argentina. El director se esmeró en lograr la estética setentera, pero descuidó lo más importante: la historia. Si no sabemos nada esa dictadura, nos quedaremos igual porque no nos dan muchas explicaciones. Sólo que desaparecen al hermano mayor de Javier y tienen que mandarlo a México. Fermín Volcoff logra una interpretación de Javier bastante decente: el hijo adolescente menor, con sus propios problemas y con la incertidumbre de lo que le pasó a su hermano. Lo más probable es que el director nunca ha visitado México y todo lo que sabe de nuestro país es lo que ha visto en películas, postales o lo que encontró en la página de la Secretaría de Turismo: el centro, Xochimilco, la UNAM, Teotihuacán… Obviamente, las distancias y tiempos no cuadran. Escenas innecesarias, personajes intrascendentes… y al final todo el peso emotivo recae en la abuela. Vaya desperdicio.

jueves, 20 de mayo de 2010

PESADILLA EN LA CALLE ELM

Siempre me he quejado de los ridículos títulos en español que les ponen a las películas. En este caso, a pesar de que se trata de la traducción literal, suena raro. Pesadilla en la calle del infierno era un gran título; decía mucho más que su título original: Pesadilla en la calle Elm.

De esta nueva pesadilla me habían contado y había leído malas cosas. Sin embargo, al ser Freddy Krueger uno de los mejores personajes en la historia del cine de terror, tenía que verla.
Antes de iniciar, tengo que reconocer que de las siete películas de la saga, sólo valen la pena la 1 y la 3 (casualmente donde interviene Wes Craven: en la 1 la escribe y la dirige y en la 3 se encarga del libreto), las demás son muy malas. Pero esas dos películas son una joya. Las considero clásicas del cine de terror; de culto. Y no escribo lleno de nostalgia. Antes de ver esta nueva versión, repasé toda la saga. La 1 y la 3 no han envejecido. Se sienten frescas; sólo notas la época por la ropa. Aún los efectos se ven muy bien.

Empecemos propiamente con la reseña. Generalmente no acostumbro contar la historia para no arruinarles la película. En esta ocasión sí lo haré.

El reparto parece salido de la saga de Crepúsculo. De hecho, el protagonista parece el hermano menor del vampiro metrosexual Edward. Además, en ningún momento les crees que están en la preparatoria. Todos se ven mayores de 20 años. Este defecto también lo cometieron en la saga original, donde nos querían hacer creer que los personajes tenían 15 años. Pero de la 1 salió Johnny Depp y de la 3 Patricia Arquette. Estos nuevos chavitos no tienen personalidad y sus habilidades actorales dejan mucho que desear.

La historia trata de unos chavos que empiezan a soñar con un hombre quemado, de suéter a rayas, sombrero y guante de cuchillos en una mano, que trata de matarlos mientras duermen, y si mueres mientras duermes, mueres realmente. Obviamente, los chavos sobrevivientes buscarán el por qué les está pasando eso.

En la original, hay todo un trasfondo psicológico de esta situación, y son los psicólogos los que exponen estos puntos durante la película. En la nueva, los propios chavos llegan a esas conclusiones. Ellos mismos investigan en internet, en bibliotecas… y se vuelven expertos en esos temas… ¡por favor!

Además de no contar con Wes Craven ni como de ejecutivo (sólo se menciona en los créditos que se basaron en sus personajes) tampoco lo hacen con el que le dio vida a uno de los mejores personajes de terror, Freddy Krueger, o sea, Robert Englund.

Englund llenó de personalidad al personaje. Siniestro, sarcástico, cómico. ¿Cómo olvidar la sonrisa y la mirada del Freddy original? Ahora recurrieron a Jack Earle Haley, famoso por su interpretación de Rorschach en Watchmen. El problema es que el director, Samuel Bayer (famoso por su carrera video musical), en su afán de dotar de realismo al personaje, nos muestra a un Freddy imposibilitado para sonreír, sin mirada, debido a las quemaduras. O sea, sin personalidad. Para mostrar las quemaduras recurrió al mismo efecto mostrado en Dos Caras (piel hecha jirones por donde se alcanzan a ver los dientes) de El caballero de la noche. Y no entendí el por qué de la voz tan ronca.
Le quitaron todo el humor, el sarcasmo. Lo hicieron un ser rudo, algo así como un slasher del más allá.

En las originales, Freddy por sí mismo no asustaba; lo que causaba pánico eran todas las cosas que podía hacer: llaves de lavabos que cobraban vida, regaderas que te seguían, camas de agua que te atrapaban, televisiones que te invitaban al suicidio… En la nueva se deshicieron de toda esa fantasía siniestra y recurrieron al “buu”. Siguiendo el (mal) ejemplo de los remakes de películas asiáticas, el miedo radica en la sorpresa de ver repentinamente a Freddy.

El director abusa de ahí viene Freddy, ahí viene, te va a encajar su garra… y en ese preciso instante, despiertas del sueño. Esto lo hace más de cuatro veces.

Se piratea (aunque probablemente se defenderá diciendo que era un guiño a las originales) algunas escenas como cuando Freddy a través de una pared se asoma a ver a su víctima… el efecto es malísimo, mil veces mejor la pared de látex de la original; también repite la escena de quedarse dormido en clase; luego una versión patética de la escena original (inmortal) de sangre brotando de la cama; y bueno, la escena final es un clon del final original, pero en lugar de ser por la puerta, es por un espejo.

Muchas situaciones no cuadran: resulta que todos los chavos fueron al mismo kínder, pero ninguno lo recuerda… la protagonista descubre, al arrancarle un trozo de suéter a Freddy, que puedo traerlo a la realidad… ¡En eso se basó toda la tercera parte original! Aquí llegó en un minuto a la misma conclusión… Y una vez que lo trae a la realidad, obviamente ya podrán matarlo, pero aún en la “realidad” Freddy sigue siendo fuerte, situación muy rara: es flaco y chaparro.

Los protagonistas repiten hasta el cansancio que si mueres mientras duermes, hasta ahí llegaste y, tratando de aportarle algo novedoso, meten (muy a fuerza) lo de las “micro siestas”.
¿Y qué pasó con la cancioncita que ponía los pelos de punta? Sólo se escucha una vez como no queriendo.

1, 2, FREDDY´S COMING FOR YOU
3, 4, BETTER LOCK YOUR DOOR
5, 6, GRAB YOUR CRUCIFIX
7, 8, BETTER STAY UP LATE
9, 10, NEVER SLEEP AGAIN.

Nos quieren hacer creer que Freddy es inocente, que no abusó de esos pequeños niños, que eran mentiras… por eso ha regresado para vengarse, ¡pobrecito!... para luego cambiar de rumbo y decirnos que sí lo hizo y que ha regresado porque los chavitos le contaron a sus papás y terminaron por quemarlo vivo.

Un artículo mostraba lo novedoso que sería el guante de garras, que se hicieron varios modelos, que cada cuchilla tendría vida propia, que parecerían extensiones de los dedos (muy a la Wolverine)… pero en pantalla no se nota.

Una verdadera decepción.

Cuando mis primos y conocidos adolescentes la vean, seguramente se preguntarán por qué diablos me gustaba tanto Pesadilla en la calle del infierno… mi respuesta será prestarles la 1 y la 3 original.

Señor Bayer regrese a dirigir vídeos musicales y señor Bay (productor) mejor dedíquese a convencer a Megan Fox de continuar en la saga mega churrera de Transformers.

Lamentablemente esta petición de nada servirá: en el 2012 se tiene programada la segunda parte.

miércoles, 19 de mayo de 2010

CUENTOS CHINOS

Editorial Almadía nos presenta la antología Largueza del cuento corto chino.

"Largueza del cuento corto chino reúne los mejores ejemplos de una literatura para la cual no existen divisiones nítidas entre los sueños y la vigilia, entre la filosofía y las soluciones prácticas; y donde lo místico, lo extraordinario y lo cotidiano se confabulan para arrojar al hombre a la iluminación. Por medio de diálogos entre discípulos y maestros, dragones y ministros, tigres y cazadores, viajeros y fantasmas, cada pieza transmite la sabiduría de una civilización milenaria. Cuentos que con naturalidad y gracia llegan a las mismas conclusiones que ciertos tratados filosóficos desarrollan con una argumentación tan compleja como abstracta. Y es que al confrontarse con la profundidad de estos relatos se fracturan las ilusiones y los engaños de la conciencia".

José Vicente Anaya es el encargado de la recopilación, del prólogo, de la traducción y de las notas.

Una muestra de lo que encontrarán:

SUEÑO Y REALIDAD

Un hombre del reino de Cheng estaba cortando leña en un bosque cuando, de pronto, pasó junto a él un ciervo espantado y lo mató. Temeroso de que otros lo descubrieran, rápidamente hizo una zanja donde lo ocultó con ramas de arbustos. Poco después olvidó el escondrijo y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Camino a su casa contó el suceso a mucha gente como si se hubiera tratado de un sueño. Entre los oyentes hubo uno que decidió buscar al ciervo y lo encontró; volvió a su casa con tan preciada carga y dijo a su esposa:

-Un leñador soñó que había matado a un ciervo y que después no recordaba dónde lo había ocultado. Pero ahora resulta que yo lo encontré. Su sueño tuvo que haber sido realidad.
-¡No!, tú eres quien soñó que un leñador había matado a un ciervo –dijo la esposa-- ¿Realmente crees que ese leñador existió? Tu sueño se hizo realidad.
-Si encontré al ciervo por un sueño –contestó el marido-, ¿qué caso tiene averiguar cuál de los dos soñó?

El leñador regresó a su casa sumamente perturbado. Esa noche soñó que el otro había encontrado al ciervo y a la maña siguiente fue a disputárselo. Discutieron largo tiempo. Y como no llegaban a ningún acuerdo sobre la pertenencia del ciervo, recurrieron a un juez. El juez dijo al leñador:

-A ver. Pongamos las cosas en claro: primero mataste a un ciervo y luego creíste que fue un sueño. Más tarde lo soñaste y creíste que era realidad. El otro encontró al ciervo y ahora te lo disputa, aunque su mujer piensa que él te soñó… Pero como el ciervo está aquí, lo mejor es que se lo repartan.

El rey de Cheng se enteró de todo lo sucedido y preguntó:

-¿Y ese juez, no estará soñando que reparte un ciervo?

Lieh Tsé


EL GRAN CAZO MÁGICO

Un labrador muy pobre estaba arando su campo cuando, de pronto, su arado de madera se quebró al chocar contra un objeto duro. Era un enorme cazo. Se lo llevó con él para recompensar la avería. Al llegar a su casa, su esposa lo insultó por el accidente.

El labrador iba contando dinero, tropezó con el caso y las monedas cayeron dentro de él. Al inclinarse para recogerlas vio que estaban multiplicadas y, al sacarlas, otras monedas iguales estaban dentro. Fue así que se dio cuenta de que el cazo era mágico.

Un vecino se enteró del hallazgo del labrador y lo acusó ante un juez de haber encontrado el cazo en su terreno. El juez les pidió que explicaran el asunto y, al enterarse de la virtud del cazo, decidió confiscarlo para quedarse con él. El labrador y su vecino le platicaron a toda la gente la actitud codiciosa del juez.

El padre del juez oyó lo que de su hijo se decía y fue a reprenderlo. El juez le dijo: “Pero es que no se trata de un cazo común. Ven y te lo demostraré”. En cuanto el padre presenció lo que hacía el cazo mágico, rápidamente metió en él todas sus monedas y estuvo sacándolas y metiéndolas con una avidez incontenible. Después de mucho tiempo de meter y sacar monedas se inclinó tanto que cayó en el cazo. El juez fue en ayuda de su padre y lo sacó, pero otro padre idéntico ya estaba ahí quejándose y pidiéndole que lo sacara.

El juez estuvo sacando padres y padres toda su vida, a quienes tenía que rendir tributo para no faltar a sus deberes filiales.

Anónimo.


LOS TRES GRANDES MALES

Los habitantes de Kuantung decían que los Tres Grandes Males de la región eran: un tigre muy poderoso, una serpiente enorme y Chou Chou. Cuando de esto se enteró Chou Chou, furioso fue en busca del tigre y de la serpiente, y los mató.

Anónimo.


Como en toda la colección, la presentación es espectacular: juega con dobles portadas y colores llamativos, cuenta con su propio separador y, lo mejor, el precio es bastante accesible.

Aquí encontrarán mayor información del libro.

martes, 18 de mayo de 2010

ESPANTAPÁJAROS 03

Tercera entrega (de doce):

5

En cualquier parte donde nos encontremos, a toda hora del día o de la noche, ¡miembros de la familia! Parientes más o menos lejanos, pero con una ascendencia idéntica a la nuestra.

¿Cualquier gato se asoma a la ventana y se lame las nalgas?... ¡Los mismos ojos de tía Carolina! ¿El caballo de un carro resbala sobre el asfalto?... ¡Los dientes un poco amarillentos de mi abuelo José María!

¡Lindo programa el de encontrar parientes a cada paso! ¡El de ser un tío a quien lo toman por primo a cada instante!

Y lo peor, es que los vínculos de consanguinidad no se detienen en la escala zoológica. La certidumbre del origen común de las especies fortalece tanto nuestra memoria, que el límite de los reinos desaparece y nos sentimos tan cerca de los herbívoros como de los cristalizados o de los farináceos. Siete, setenta o setecientas generaciones terminan por parecernos lo mismo, y (aunque las apariencias sean distintas) nos damos cuenta de que tenemos tanto de camello, como de zanahoria.

Después de galopar nueve leguas de pampa, nos sentamos ante la humareda del puchero. Tres bocados… y el esófago se nos anuda. Hará un período geológico; este zapallo, ¿no sería un hijo de nuestro papá? Los garbanzos tienen un gustito a paraíso, ¡pero si resultara que estamos devorando a nuestros propios hermanos!

A medida que nuestra existencia se confunde con la existencia de cuanto nos rodea, se intensifica más el terror de perjudicar a algún miembro de la familia. Poco a poco, la vida se transforma en un continuo sobresalto. Los remordimientos que nos corroen la conciencia, llegan a entorpecer las funciones más impostergables del cuerpo y del espíritu. Antes de mover un brazo, de estirar una pierna, pensamos en las consecuencias que ese gesto puede tener, para toda la parentela. Cada día que pasa nos es más difícil alimentarnos, nos es más difícil respirar, hasta que llega un momento en que no hay otra escapatoria que la de optar, y resignarnos a cometer todos los incestos, todos los asesinatos, todas las crueldades, o ser, simple y humildemente, una víctima de la familia.



6

Mis nervios desafinan con la misma frecuencia que mis primas. Si por casualidad, cuando me acuesto, dejo de atarme a los barrotes de la cama, a los quince minutos me despierto, indefectiblemente, sobre el techo de mi ropero. En ese cuarto de hora, sin embargo, he tenido tiempo de estrangular a mis hermanos, de arrojarme a algún precipicio y de quedar colgado de las ramas de un espinillo.

Mi digestión inventa una cantidad de crustáceos, que se entretienen en perforarme el intestino. Desde la infancia, necesito que me desabrochen los tiradores, antes de sentarme en alguna parte, y es rarísimo que pueda sonarme la nariz sin encontrar en el pañuelo un cadáver de cucaracha.

Todavía, cuando llovizna, me duele la pierna que me amputaron hace tres años. Mi riñón derecho es un maní. Mi riñón izquierdo se encuentra en el museo de la Facultad de Medicina. Soy políglota y tartamudo. He perdido, a la lotería, hasta las uñas de los pies, y en el instante de firmar mi acta matrimonial, me di cuenta que me había casado con una cacatúa.

Las márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento y mi dolor. Hasta las ideas más optimistas toman un coche fúnebre para pasearse por mi cerebro. Me repugna el bostezo de las camas deshechas, no siento ninguna propensión por empollarle los senos a las mujeres y me enferma que los boticarios se equivoquen con tan poca frecuencia en los preparados de estricnina.

En estas condiciones, creo sinceramente que lo mejor es tragarse una cápsula de dinamita y encender, con toda tranquilidad, un cigarrillo.


OLIVERIO GIRONDO
Espantapájaros
Losada
pp: 29-32

lunes, 17 de mayo de 2010

FIC 02

Segundo paquete de reseñas del FIC.
Las primeras dos (Náufrago en la luna y Vuelve a la vida) excelentes y las últimas dos (La sociedad de la nieve y Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo) somníferas.

-Quisiera saber cuánto debo
-75,000, pero con los intereses acumulados: 218,000
-Sólo quería estar seguro…
Con este diálogo (muy parecido a mi situación con Banamex) inicia NÁUFRAGO EN LA LUNA de Hae-Jun Lee. Kim es un ejecutivo que toda su vida ha vivido en una “isla” consumista y que al verse rebasado por esa vida, decide saltar al río Han (Corea). Pero no muere, sólo queda náufrago en una pequeña isla perdida entre los grandes puentes de la gran ciudad. La única forma de salir es nadando. El problema (entre muchos) es que Kim no sabe nadar. Toda una historia fantástica que te agarra desde un principio de tal forma que todo su planteamiento es verosímil. A pesar de que muchas de las situaciones son hilarantes y nos muestran a Kim en posiciones humillantes, es un personaje lleno de dignidad que hace cuestionarnos todas aquellas cosas que damos por hechas y que nos preguntemos ¿qué pasaría si yo…? Es una crítica inteligente, dinámica y divertida de estas “islas” a las que nos han obligado o que hemos decidido habitar. Al mismo tiempo se desarrolla otra historia en otra “isla”. Kim es una chava que lleva tres años sin salir de su habitación. En ella trabaja, pide su comida, se ejercita, se divierte en mundos virtuales… y sólo sale al baño cuando sus padres se han ido a trabajar. Su único contacto con el mundo exterior es su afición por fotografiar a la luna. No se nos explica el porqué de esta situación, pero se infiere al ver detenidamente a Kim. Las historias se entrelazan inteligentemente haciendo crecer a los personajes y dándoles una razón más para vivir. Como en casi toda película asiática la fotografía es excelente. Cada color, cada toma transmite el sentimiento de los personajes. La historia es muy buena: un cuento redondito donde no se les escapa ningún detalle. Una verdadera sorpresa, espero que le den una oportunidad en cartelera comercial. Hae-Jun Lee comenta: “Encontré muy divertida la fantástica idea de que una isla desierta existiera en medio de una gran metrópolis. ¿Y qué película puede hacerse en semejante escenario? Solamente una que conmueva al corazón. Una historia sobre la esperanza que se encuentra al final del largo túnel de la desesperación que reina en la actualidad”
Recordé una canción de Rockdrigo González que bien pudo ser el soundtrack de la película:
Él nació en una isla, en una isla mental / y creció en otra isla, en otra isla social / y murió en la gran isla, en la gran isla mundial / y así fue que todo aislado, por aquí vino a pasar…

Los créditos iniciales advierten que la película se debió a un “accidente”. Después el propio director (Carlos Hagerman) al terminar la función nos contó que al principio quería hacer una película, pero que después de la investigación y las entrevistas, se decidió por el documental. VUELVE A LA VIDA nos cuenta de forma sabrosa y folclórica, la historia de “el perro largo”. Todo un personaje setentero de las costas de Acapulco. Novias, hazañas, esposas, hijos… y la gran anécdota de la caza de la “tintorera” asesina. Bastante dinámica y divertida que te deja con las ganas de visitar Acapulco y (aunque no me gustan los mariscos) de echarte un vuelve a la vida. Si quieren hacerlo en casa, en los créditos finales podrán apuntar la receta de “el perro largo”. Al final, el director, productor e hijos de “el perro largo” compartieron algunas experiencias con los que estuvimos presentes. “Esta película es un homenaje a esos grandes contadores de historias, en este caso como personajes de su propia vida surrealista” Carlos Hagerman

La famosa tragedia del avión uruguayo caído en los Andes es retratada en el documental (aunque en los créditos iniciales, debajo del título, ponen “la película” entre paréntesis) LA SOCIEDAD DE LA NIEVE. Lo interesante de este documental es que recoge por primera vez el testimonio de los dieciséis sobrevivientes. La historia en sí es grandiosa, lamentablemente el director, Gonzalo Arijón, al incluir el testimonio de los 16 sobrevivientes y además de todo, dramatizarlos, la hacen muy pesada (126 minutos) y se pierde el interés.

Los directores Marcelo Gomes y Karim Aïnouz comentan que decidieron contar su historia a través de un viajero que colecciona imágenes, sonidos y música… hacer un filme cercano, personal, artesanal, improvisado, similar a un álbum familiar, a una carta de amor…
VIAJO PORQUE PRECISO, VUELVO PORQUE TE AMO parecía tener una buena premisa: un tipo que tiene que salir a “provincia” a trabajar por un mes y que extraña mucho a su novia. Creo que la mayoría hemos estado en alguna situación similar, cosa que favorecería la empatía, pero en el afán de contar la historia lo más real posible, los directores recurrieron a tomas que parecían capturadas por un celular (y de los viejitos, porque los actuales traen muy buena definición) y a una voz en off (del protagonista) que va platicando asuntos laborales y, lo más importante, sus asuntos amorosos. En general las canciones románticas pecan de cursilería, pero las brasileñas alcanzan niveles de irritación sorprendentes, casi como las lamentaciones del protagonista por no poder estar cerca de su amor. Luego nos enteramos el porqué de sus lamentaciones. La película lleva ese nombre porque el protagonista encontró un poster “hippie” con esa leyenda y bueno, no se cansa de repetirlo en los 75 minutos. Las tomas borrosas harán dudar de tu visión y se volverán insoportables después de poco tiempo. Las fotografías no tienen chiste. No encuentro los colores, los sonidos de los pueblitos que los directores intentaron retratar. Y al final un vínculo inexplicable con México.

viernes, 14 de mayo de 2010

FIC 01

La semana pasada inició el 30 Foro Internacional de la Cineteca (FIC).
Quince películas que serán prueba de lo que se está haciendo actualmente en el cine a nivel mundial y un pilón clásico: Calles peligrosas de Scorsese.

En esta ocasión tendré la oportunidad de ver todas y les contaré lo que me parecieron en paquetes de cuatro películas.

El Foro comenzó muy flojo y desalentador (Excentricidades... y Daniel y Ana) pero luego repuntó de forma espectacular con La nana y Luna:1095 días.

Estamos en un tren observando pacientemente cómo el boletero revisa y perfora cada uno de los pases de los usuarios. Con esto nos damos cuenta que será un película de ritmo lento. EXCENTRICIDADES DE UNA JOVEN RUBIA es una cinta portuguesa dirigida por Manoel de Oliveira inspirada en el relato “Singularidades de una muchacha rubia” de José María Eca de Queirós. La fotografía es espectacular: cada toma parece un óleo. Lo malo es que se trata de un cuento victoriano que quisieron modernizarlo, pero no las situaciones, sino algunos detalles como computadoras y rasuradoras que lejos de actualizar la historia la vuelven bizarra. Seguramente en el cuento están mejor desarrollados los personajes y las situaciones son justificables, pero en la película no se ve eso volviéndose una historia sin chiste. Te quedas pensando ¿y?... A pesar de durar solamente 64 minutos, se torna algo pesada. No se dejen llevar por el título, las “excentricidades” no es lo que están pensando.

Luego una película mexicana que no pintaba nada bien, sobre todo porque el protagonista era el hermano menor de Gael García Bernal. Me refiero a DANIEL Y ANA de Michel Franco. Desde los créditos iniciales sabía que algo estaría mal: STRAWBERRY FILMS… o sea, una película fresa. El director intenta retratar el miedo (sobre todo de las clases altas) de ser secuestrado, pero con un toque perverso. Esto era interesante, pero nos pinta a una familia de clase alta súper buena onda wey, o sea, los hermanos (Daniel y Ana) se llevan chido, los papás son mega alivianados, siempre están en casa al pendiente de sus hijos, el futuro esposo de Ana es todo un ejemplo de chavo y dispuesto a sacrificar una buena oferta de trabajo en España por el amor que le profesa a Ana… El paraíso. Digo, si el director quiere hacernos creer que así son las familias, adelante, pero luego no se justifica el mutismo de Daniel y Ana con la experiencia devastadora a la que son sometidos. Esta es una película “bonita”. Bonitas personas, bonitas casas, bonitos carros, bonitas escuelas (recuerdo cuando el CUM era famoso por su calidad de enseñanza y no por la cantidad de apariciones en cine y televisión), bonita vida… Por eso usa, excesivamente, el close-up; justificado, supongo, en captar las reacciones de sus personajes. El problema es que Ana (Marimar Vega) no logra transmitir ese dolor contenido. Le queda bien el papel de niña fresa bonita, pero no va más allá. Paradójicamente, Daniel (Darío Yazbek Bernal) es el que se lleva la película. En él si se nota un desarrollo del personaje. Lamentablemente algunas secuencias son irrisorias, como el secuestro y lo que les obligan a hacer. ¿Y de dónde diablos sacó el director que Marimar y Darío podrían ser hermanos? No se parecen en nada, y en la hora porno se te olvida que son carnales. Lamentable esa secuencia así como el uso, pretencioso, de música clásica para darle “fortaleza” a la historia. El director dice que se basó en una historia real que le platicó una amiga psicóloga. Así que cuidado con lo que le platican a sus psicólogos, ¿eh? Toda una telenovela donde nos damos cuento que el director sólo nos quiso contar lo que a él contaron, y eso es imperdonable pues para ser un buen escritor y director, hay que tener malicia.

Vemos a una muchacha (nana) cuarentona y malhumorada limpiando la cocina y comiendo con desgana su desayuno. De pronto voltea a la cámara y nos observa con su mirada maléfica. LA NANA de Sebastián Silva es un claro ejemplo de lo que se debe de hacer para retratar la dinámica familiar (espero que Michel Franco la vea y aprenda algo). Nos cuenta la historia de Raquel, la nana que lleva veinte años trabajando para la misma familia chilena de clase media alta. En Raquel (Catalina Saavedra) podemos ver el cansancio, la amargura, la frustración, la incomodidad en su mirada. Llegó a esa familia joven y llena de sueños y sin embargo no ha pasado de ahí. A lo mejor por eso las diferencias con la hija mayor de la familia que también tiene veinte años. El director no nos explica todo esto con manzanitas, nos deja suponer lo que está pasando con el personaje. ¿Quién le habrá dado a Raquel esos ositos de peluche que con tanto cuidado acomoda cada mañana sobre su cama? Aquí cada uno de los personajes está bien desarrollado. Logra que nos identifiquemos con los personajes y desde un principio le creemos lo que nos quiere contar. Para los que somos gruñones por naturaleza, es divertido ver cómo Raquel descarga todo su coraje (de forma inocente y divertida, puesto que no es una mala persona) sobre las nuevas muchachas que quieren contratar para que le ayuden. Y bueno, las escenas con Lima, el gatito, son hilarantes. Pero atrás de estas situaciones cómicas nos queda claro que Raquel está sufriendo. Necesita pertenecer, necesita tomar decisiones propias, necesita ser ella misma. Por eso la migraña y los desmayos; hasta que llega Lucy, una muchacha que toma de la vida lo que viene y que termina convenciendo, no sólo a Raquel sino también a nosotros, de que la vida no es tan pinche. La fotografía de Sergio Armstrong encimosa, siempre en busca de reacciones y detalles, nos hacen sentir dentro de la casa, parte de la familia y nos hace entender el punto de vista de Raquel, la nana.

Un anuncio televisivo de la empresa LUNAR informando que han descubierto que el lado oscuro de la luna (¿homenaje a Pink Floyd?) se puede “cosechar” obteniendo energía más barata y de mejor calidad. LUNA: 1095 DÍAS de Duncan Jones es una joya de la ciencia ficción. Un solo hombre, Sam (Sam Rockwell) y una máquina, GERTY (con la voz de Kevin Spacey en un claro homenaje a HAL 9000 de 2001: Odisea al espacio) pueden hacerse cargo de la “planta”, pues todo está automatizado. Como en toda buena historia de ciencia ficción, esto es sólo la escenografía donde se expondrá algún problema trascendental humano. Hay una frase de H.P. Lovecraft que puede resumir la trama: Ni la muerte, ni la fatalidad, ni la ansiedad, pueden producir la insoportable desesperación que resulta de perder la propia identidad. Sam descubre que él no es quien pensaba. ¿Es acaso una vil copia? Aunque el tema no es tan novedoso, la forma de contarlo sí lo es. La fotografía y las tomas espaciales son espectaculares. Siguiendo el buen ejemplo de Alien, los vehículos están mugrosos, pero por dentro, siguiendo el buen ejemplo de 2001… todo es de un blanco inmaculado. Sam Rockwell brinda una gran actuación. Sentimos su soledad y desesperación; tiene que estar tres años (1095 días) en la planta, solo. Todo se complica cuando tiene un accidente. Es cuando descubre (y descubrimos) una verdad aterradora. Tendrá que aceptar su "realidad". Duncan Jones comenta que para GERTY tomó expectativas basadas en filmes del pasado, las trastocó y así creó algo nuevo y único. A diferencia de HAL 9000, GERTY sí parece responder a la primera ley robótica propuesta por Asimov: “Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.” Otra novedad es que GERTY, además de tener el ya clásico ojo/cámara, posee “brazos” que corren por los rieles del techo de la planta y, lo mejor, posee una pantalla donde se despliega un emoticón dependiendo del “estado de ánimo” de GERTY. La música es esencial; realmente transmite la soledad de Sam. Constantemente escuchamos un “vacío”, como si estuviéramos dentro de una burbuja. Para terminar (y no arruinarles las vueltas de tuerca), es una gran historia muy bien contada que deja un buen sabor de boca a todo aquél fanático de la ciencia ficción.

RECOMENDACIONES:
* Bajen el PDF con los horarios para que se organicen y vean la mayor cantidad posible de películas, si ya se les pasó alguna, no se preocupen, atrás de la Cineteca (en la Pirateca) las pueden encontrar.
* Esta es opcional (en lo personal me ha resultado muy bien): entren a las funciones sin saber poco o nada de la película. De seguro se sorprenderán.

miércoles, 12 de mayo de 2010

ESPANTAPÁJAROS 02

Segunda entrega (de doce) de este gran libro de Oliverio Girondo:

3

Nunca he dejado de llevar la vida humilde que puede permitirse un modesto empleado de correos. ¡Pues! mi mujer –que tiene la manía de pensar en voz alta y de decir todo lo que le pasa por la cabeza- se empeña en atribuirme los destinos más absurdos que pueden imaginarse.

Ahora mismo, mientras leía los diarios de la tarde, me preguntó sin ninguna clase de preámbulos:

“¿Por qué no abandonaste el gato y el hogar? ¡Ha de ser tan lindo embarcarse en una fragata!... Durante las noches de luna, los marineros se reúnen sobre cubierta. Algunos tocan el acordeón, otros acarician una mujer de goma. Tú fumas la pipa en compañía de un amigo. El mar te ha endurecido las pupilas. Has visto demasiados atardeceres. ¿Con qué puerto, con qué ciudad no te has acostado alguna noche? ¿Las velas serán capaces de brindarte un horizonte nuevo? Un día en que la calma ya es una maldición, bajas a tu cucheta, desanudas un pañuelo de seda, te ahorcas con una trenza de mujer.”

Y no contenta con hacerme navegar por todo el mundo, cuando hace dieciséis años que estoy anclado en el correo:

“¿Recuerdas las que tenía cuando me conociste?... En ese tiempo me imaginaba que serías soldado y mis pezones se incendiaban al pensar que tendrías un pecho áspero, como un felpudo.
Eras fuerte. Escalaste los muros de un monasterio. Te acostaste con la abadesa. La dejaste preñada. ¿A qué tiempo, a, qué nación pertenece tu historia?... Te has jugado la vida tantas veces, que posees un olor a barajas usadas. ¡Con qué avidez, con qué ternura yo te besaba las heridas! Eras brutal. Eras taciturno. Te gustaban los quesos que saben a verija de sátiro… y la primera noche, al poseerme, me destrozaste el espinazo en el respaldo de la cama.”

Y como me dispusiera a demostrarle que lejos de cometer esas barbaridades, no he ambicionado, durante toda mi existencia, más que ingresar en el Club Social de Vélez Sársfield:

“Ahora te veo arrodillado en una iglesia con olor a bodega.
Mírate las manos; sólo sirven para hojear misales. Tu humildad es tan grande que te avergüenzas de tu pureza, de tu sabiduría. Te hincas a cada instante para besar las hojas que se quejan y que suspiran. Cuando una mujer te mira, bajas los párpados y te sientes desnudo. Tu sudor es grato a las prostitutas y a los perros. Te gusta caminar, con fiebre, bajo la lluvia. Te gusta acostarte, en pleno campo, a mirar las estrellas…
Una noche –en que te hallas con Dios- entras en un establo, sin que nadie te vea, y te estiras sobre la paja, para morir abrazado al pescuezo de alguna vaca…”



4

Abandoné las carambolas por el calambur, los madrigales por los mamboretás, los entreveros por los entretelones, los invertidos por los invertebrados. Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos, de los solistas, de los sodomitas, de los solitarios. No quise saber nada con los prostáticos. Preferí el sublimado a lo sublime. Lo edificante a lo edificado. Mi repulsión hacia los parentescos me hizo eludir los padrinazgos, los padrenuestros. Conjuré las conjuraciones más concomitantes con las conjugaciones conyugales. Fui célibe, con el mismo amor propio con que hubiese sido paraguas. A pesar de mis predilecciones, tuve que distanciarme de los contrabandistas y de los contrabajos; pero intimé, en cambio, con la flagelación, con los flamencos.

Lo irreductible me sedujo un instante. Creí, con una buena fe de voluntario, en la mineralogía y en los minotauros. ¿Por qué razón los mitos no repoblarían la aridez de nuestras circunvoluciones? Durante varios siglos, la felicidad, la fecundidad, la filosofía, la fortuna, ¿no se hospedaron en una piedra?

¡Mi ineptitud llegó a confundir a un coronel con un termómetro!

Renuncié a las sociedades de beneficencia, a los ejercicios respiratorios, a la franela. Aprendí de memoria el horario de los trenes que no tomaría nunca. Poco a poco me sedujeron el recato y el bacalao. No consentí ninguna concomitancia con la concupiscencia, con la constipación. Fui metodista, malabarista, monogamista. Amé las contradicciones, las contrariedades, los contrasentidos… y caí en el gatismo, con una violencia de gatillo.

OLIVERIO GIRONDO
Espantapájaros
Losada
pp: 23-28

martes, 11 de mayo de 2010

EL LIBRO DE LA IMAGINACIÓN 02

Otros tres textos incluidos en el LIBRO DE LA IMAGINACIÓN de Edmundo Valades:

EL RETRATO

Con el fin de tomar una posición natural me siento en la forma que acostumbro, alargo la pierna derecha, dejo la izquierda doblada, extiendo una mano y cierro la otra sobre mis muslos, me mantengo derecho y de medio perfil, fijo la vista en un punto y sonrío.
-¿Por qué sonríe usted? –dice el fotógrafo.
-¿Es que sonrío demasiado pronto?
-¿Quién le ha pedido a usted que sonría?
-Le ahorra a usted el decírmelo. Sé las costumbres. No es la primera vez que me retrato. No soy un niño a quien se dice: “Mira el pajarito.” Sonrío solo, anticipadamente, y puedo sonreír así durante mucho tiempo. No me fatiga.
-Señor mío –dice el fotógrafo-, lo que usted desea ¿es un verdadero retrato o una imagen impersonal y vaga de la cual los aduladores no podrán más que decir cortésmente: “Sí, hay algo”?
-Quiero una fotografía –dije- en la que haya de todo, que sea parecida, viva, expresiva, que esté casi hablando, gritando, saliéndose del marco, etcétera, etc.
-Quienquiera que sea usted –me dijo entonces el fotógrafo-, cese de sonreír. El más feliz de los hombres prefiere hacer una mueca. Hace muecas cuando sufre, cuando se aburre y cuando trabaja. Hace muecas de amor, de odio y de alegría. Sin duda usted sonríe a veces a los extraños y otras al espejo cuando está usted seguro que nadie le ve. Pero sus parientes y sus amigos no conocen de usted más que un rostro malhumorado y si tiene usted interés en ofrecerles un retrato que yo pueda garantizar, créame usted, haga usted una mueca.
Jules Renard: La linterna sorda.


LAS LÍNEAS DE LA MANO

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúe por el piso del parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván, y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor, y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor, y en una cabina donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo, y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.
Julio Cortázar.


EL BUITRE

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra. Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.
-Estoy indefenso –le dije-, vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies; ahora están casi hechos pedazos.
-No se deje atormentar –dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.
-¿Le parece? –pregunté-, ¿quiere encargarse usted del asunto?
-Encantado –dijo el señor-; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿puede usted esperar media hora más?
-No sé –le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí-: por favor, pruebe de todos modos.
-Bueno –dijo el señor-, voy a apurarme.
El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco lejos, retrocedió para logar el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.
Franz Kafka: La metamorfosis.

lunes, 10 de mayo de 2010

OCTAVIO, EL INVASOR

Una felicitación para todas las madres, en especial a la mía.
Para celebrarles, un cuento de Ana María Shua:

OCTAVIO, EL INVASOR

Estaba preparado para la violencia aterradora de la luz y el sonido, pero no para la presión, la brutal presión de la atmósfera sumada a la gravedad terrestre, ejerciéndose sobre ese cuerpo tan distinto del suyo, cuyas reacciones no había aprendido todavía a controlar. Un cuerpo desconocido en un mundo desconocido.

Ahora, cuando después del dolor y de la angustia del pasaje, esperaba encontrar alguna forma de alivio, todo el horror de la situación se le hacía presente. Sólo las penosas sensaciones de la transmigración podían compararse a lo que acababa de pasar, pero después de aquella experiencia había tenido unos meses de descanso, casi podría decirse de convalecencia, en una oscuridad cálida adonde los sonidos y la luz llegan muy amortiguados y el líquido en el que flotaba atenuaba la gravedad del planeta. Sintió frío, sintió un malestar profundo, se sintió transportado de un lado a otro, sintió que su cuerpo necesitaba desesperadamente oxígeno, pero ¿cómo y dónde obtenerlo? Un alarido se le escapó de la boca, y supo que algo se expandía en su interior, un ingenioso mecanismo automático que le permitiría utilizar el oxígeno del aire para sobrevivir.

- Varón - dijo la partera -. Un varoncito sano y hermoso, señora.

- ¿Cómo lo va a llamar? - dijo el obstetra.

- Octavio - contestó la mujer, agotada por el esfuerzo y colmada de esa pura felicidad física que sólo puede proporcionar la interrupción brusca del dolor.

Octavio descubrió, como una circunstancia más del horror en el que se encontraba inmerso, que era incapaz de organizar en percepción sus sensaciones: debía haber voces humanas, pero no podía distinguirlas en la masa indiferenciada de sonidos que lo asfixiaba, otra vez se sintió transportado, algo o alguien lo tocaba y movía partes de su cuerpo, la luz lo dañaba. De pronto lo alzaron por el aire para depositarlo sobre algo tibio y blando. Dejó de aullar: desde el interior de ese lugar cálido provenía, amortiguado, el ritmo acompasado, tranquilizador, que había oído durante su convaleciente espera. El terror disminuyó. Comenzó a sentirse inexplicablemente seguro, en paz. Allí estaba por fin, formando parte de las avanzadas, en este nuevo intento de invasión que, esta vez, no fracasaría. Tenía el deber de sentirse orgulloso, pero el cansancio luchó contra el orgullo hasta vencerlo: sobre el pecho de la hembra terrestre que creía ser su madre se quedó, por primera vez en este mundo, profundamente dormido.

Despertó un tiempo después. Se sentía más lúcido y comprendía que ninguna preparación previa podría haber sido suficiente para responder coherentemente a las brutales exigencias de ese cuerpo que habitaba y que sólo ahora, a partir del nacimiento, se imponían en toda su crudeza. Era Iógico que la transmigración no se hubiera intentado en especímenes adultos: el brusco cambio de conducta, la repentina torpeza en el manejo de su cuerpo, hubieran sido inmediatamente detectados por el enemigo.

Octavio había aprendido, antes de partir, el idioma que se hablaba en esa zona de la Tierra. O, al menos, sus principales rasgos. Porque recién ahora se daba cuenta de la diferencia entre la adquisición de una lengua en abstracto y su integración con los hechos biológicos y culturales en los que esa lengua se había constituido. La palabra «cabeza», por ejemplo, había comenzado a cobrar su verdadero sentido (o, al menos, uno de ellos), cuando la fuerza gigantesca que lo empujara hacia adelante lo había obligado a utilizar esa parte de su cuerpo, que latía aún dolorosamente, como ariete para abrirse paso por un conducto demasiado estrecho.

Recordó que otros como él habían sido destinados a las mismas coordenadas témporoespaciales. Se preguntó si algunos de sus poderes habrían sobrevivido a la transmigración y si serían capaces de utilizarlos. Consiguió enviar algunas débiles ondas telepáticas que obtuvieron respuesta inmediata: eran nueve y estaban allí, muy cerca de él y, como él, llenos de miedo, de dolor y de pena. Sería necesario esperar antes de empezar a organizarse para proseguir con sus planes. Su cuerpo volvió a agitarse y a temblar incontroladamente y Octavio lanzó un largo aullido al que sus compañeros respondieron: así, en ese lugar desconocido y terrible, lloraron juntos la nostalgia del planeta natal.

Dos enfermeras entraron en la nursery.

- Qué cosa - dijo la más joven. - Se larga a llorar uno y parece que los otros se contagian, en seguida se arma el coro.

- Vamos, apurate que hay que bañarlos a todos y llevarlos a las habitaciones - dijo la otra, que consideraba su trabajo monótono y mal pago y estaba harta de oír siempre los mismos comentarios.

Fue la más joven de las enfermeras la que llevó a Octavio, limpio y cambiado, hasta la habitación donde lo esperaba su madre.

- Toc toc, ¡buenos días, mamita! - dijo la enfermera, que era naturalmente simpática y cariñosa y sabía hacer valer sus cualidades a la hora de ganarse la propina.

Aunque sus sensaciones seguían constituyendo una masa informe y caótica, Octavio ya era capaz de reconocer aquéllas que se repetían y supo, entonces, que la mujer lo recibía en sus brazos. Pudo, incluso, desglosar el sonido de su voz de los demás ruidos ambientales. De acuerdo a sus instrucciones, Octavio debía lograr que se lo alimentara artificialmente: era preferible reducir a su mínima expresión el contacto físico con el enemigo.

- Miralo al muy vagoneta, no se quiere prender al pecho.

- Acordate que con Ale al principio pasó lo mismo, hay que tener paciencia. Avisá a la nursery que te lo dejen en la pieza. Si no, te lo llenan de suero glucosado y cuando lo traen ya no tiene hambre - dijo la abuela de Octavio.

En el sanatorio no aprobaban la práctica del rooming-in, que consistía en permitir que los bebés permanecieran con sus madres en lugar de ser remitidos a la nursery después de cada mamada. Hubo un pequeño forcejeo con la jefa de nurses hasta que se comprobó que existía la autorización expresa del pediatra. Octavio no estaba todavía en condiciones de enterarse de estos detalles y sólo supo que lo mantenían ahora muy lejos de sus compañeros, de los que le llegaba a veces, alguna remota vibración.

Cuando la dolorosa sensación que provenía del interior de su cuerpo se hizo intolerable, Octavio comenzó a gritar otra vez. Fue alzado por el aire hasta ese lugar cálido y mullido del que, a pesar de sus instrucciones, odiaba separarse. Y cuando algo le acarició la mejilla, no pudo evitar que su cabeza girara y sus labios se entreabrieran, desesperado, empezó a buscar frenéticamente alivio para la sensación quemante que le desgarraba las entrañas. Antes de darse cuenta de lo que hacía Octavio estaba succionando con avidez el pezón de su «madre». Odiándose a sí mismo, comprendió que toda su voluntad no lograría desprenderlo de la fuente de alivio, el cuerpo mismo de un ser humano. Las palabras «dulce» y «tibio» que, aprendidas en relación con los órganos que en su mundo organizaban la experiencia, le habían parecido términos simbólicos, se llenaban ahora de significado concreto. Tratando de persuadirse de que esa pequeña concesión en nada afectaría su misión, Octavio volvió a quedarse dormido.

Unos días después Octavio había logrado, mediante una penosa ejercitación, permanecer despierto algunas horas. Ya podía levantar la cabeza y enfocar durante algunos segundos la mirada, aunque los movimientos de sus apéndices eran todavía totalmente incoordinados. Mamaba regularmente cada tres horas. Reconocía las voces humanas y distinguía las palabras, aunque estaba lejos de haber aprehendido suficientes elementos de la cultura en la que estaba inmerso como para llegar a una comprensión cabal. Esperaba ansiosamente el momento en que sería capaz de una comunicación racional con esa raza inferior a la que debía informar de sus planes de dominio, hacerles sentir su poder. Fue entonces cuando recibió el primer ataque.

Lo esperaba. Ya había intentado comunicarse telepáticamente con él, sin obtener respuesta. Aparentemente el traidor había perdido parte de sus poderes o se negaba a utilizarlos. Como una descarga eléctrica, había sentido el contacto con esa masa roja de odio en movimiento. Lo llamaban Ale y también Alejandro, chiquito, nene, tesoro. Había formado parte de una de las tantas invasiones que fracasaron, hacía ya dos años, perdiéndose todo contacto con los que intervinieron en ella. Ale era un traidor a su mundo y a su causa: era lógico prever que trataría de librarse de él por cualquier medio.

Mientras la mujer estaba en el baño, Ale se apoyó en el moisés con toda la fuerza de su cuerpecito hasta volcarlo. Octavio fue despedido por el aire y golpeó con fuerza contra el piso, aullando de dolor. La mujer corrió hacia la habitación, gritando. Ale miraba espantado los magros resultados de su acción, que podía tener, en cambio, terribles consecuencias para su propia persona. Sin hacer caso dé él, la mujer alzó a Octavio y lo apretó suavemente contra su pecho, canturreando para calmarlo. Avergonzándose de sí mismo, Octavio respiró el olor de la mujer y lloró y lloró hasta lograr que le pusieran el pezón en la boca. Aunque no tenía hambre, mamó con ganas mientras el dolor desaparecía poco a poco. Para no volverse loco, Octavio trató de pensar en el momento en el que por fin llegaría a dominar la palabra, la palabra liberadora, el lenguaje que, fingiendo comunicarlo, serviría en cambio para establecer la necesaria distancia entre su cuerpo y ese otro en cuyo calor se complacía.

Frustrado en su intento de agresión directa y estrechamente vigilado por la mujer, el traidor tuvo que contentarse con expresar su hostilidad en forma más disimulada, con besos que se transformaban en mordiscos y caricias en las que se hacían sentir las uñas. Sus abrazos le produjeron en dos oportunidades un principio de asfixia. La segunda vez volvió a rescatarlo la intervención de la mujer: Alejandro se había acostado sobre él y con su pecho le aplastaba la boca y la nariz, impidiendo el paso del aire.

De algún modo, Octavio logró sobrevivir. Había aprendido mucho. Cuando entendió que se esperaba de él una respuesta a ciertos gestos, empezó a devolver las sonrisas, estirando la boca en una mueca vacía que los humanos festejaban como si estuviera colmada de sentido. La mujer lo sacaba a pasear en el cochecito y él levantaba la cabeza todo lo posible, apoyándose en los antebrazos, para observar el movimiento de las calles. Algo en su mirada debía llamar la atención, porque la gente se detenía para mirarlo y hacer comentarios.

- ¡Qué divino! - decían casi todos, y la palabra «divino», que hacía referencia a una fuerza desconocida y suprema, te parecía a Octavio peligrosamente reveladora: tal vez se estuviera descuidando en la ocultación de sus poderes.

- ¡Qué divino! - Insistía la gente.

- ¡Cómo levanta la cabecita! - Y cuando Octavio sonreía, añadían complacidos. - ¡Éste sí que no tiene problemas! - Octavio conocía ya las costumbres de la casa y la repetición de ciertos hábitos le daba una sensación de seguridad. Los ruidos violentos, en cambio, volvían a sumirlo en un terror descontrolado, retrotrayéndolo al dolor de la transmigración. Relegando sus intenciones ascéticas, Octavio no temía ya a entregarse a los placeres animales que le proponía su nuevo cuerpo. Le gustaba que lo introdujeran en agua tibia, que lo cambiaran, dejando al aire las zonas de su piel escaldadas por la orina, le gustaba mas que nada el contacto con la piel de la mujer. Poco a poco se hacía dueño de sus movimientos. Pero a pesar de sus esfuerzos por mantenerla viva, la feroz energía destructiva con la que había llegado a este mundo iba atenuándose junto con los recuerdos del planeta de origen.

Octavio se preguntaba si subsistían en toda su fuerza los poderes con que debía iniciar la conquista y que todavía no había llegado el momento de probar. Ale, era evidente, ya no los tenía: desde allí, y a causa de su traición, debían haberlo despojado de ellos. En varias oportunidades se encontró por la calle con otros invasores y se alegró de comprobar que aún eran capaces de responder a sus ondas telepáticas. No siempre, sin embargo, obtenía contestación, y una tarde de sol se encontró con un bebé de mayor tamaño, de sexo femenino, que rechazó con fuerza su aproximación mental.

En la casa había también un hombre, pero afortunadamente Octavio no se sentía físicamente atraído hacia él, como le sucedía con la mujer. El hombre permanecía menos tiempo en la casa y aunque lo sostenía frecuentemente en sus brazos, Octavio percibía un halo de hostilidad que emanaba de él y que por momentos se le hacía intolerable. Entonces lloraba con fuerza hasta que la mujer iba a buscarlo, enojada.

- ¡Cómo puede ser que a esta altura todavía no sepas tener a un bebe en brazos!

Un día, cuándo Octavio ya había logrado darse vuelta boca arriba a voluntad y asir algunos objetos con las manos torpemente, él y el hombre quedaron solos en la casa por primera vez, el hombre quiso cambiarlo, y Octavio consiguió emitir en el momento preciso un chorro de orina que mojó la cara de su padre.

El hombre trabajaba en una especie de depósito donde se almacenaban en grandes cantidades los papeles que los humanos utilizaban como medio de intercambio. Octavio comprobó que estos papeles eran también motivo de discusión entre el hombre y la mujer y, sin saber muy bien de qué se trataba, tomó el partido de ella. Ya había decidido que, cuando se completaran los Planes de invasión, la mujer, que tanto y tan estrechamente había colaborado con el invasor, merecería gozar de algún tipo de privilegio. No habría, en cambio, perdón para los traidores. A Octavio comenzaba a molestarle que la mujer alzara en brazos o alimentara a Alejandro y hubiera querido prevenirla contra él: un traidor es siempre peligroso, aún para el enemigo que lo ha aceptado entre sus huestes.

El pediatra estaba muy satisfecho con los progresos de Octavio, que había engordado y crecido razonablemente y ya podía permanecer unos segundos sentado sin apoyo.

- ¿Viste qué mirada tiene? A veces me parece que entiende todo - decía la mujer, que tenía mucha confianza con el médico y lo tuteaba.

- Estos bichos entienden más de lo que uno se imagina - contestaba el doctor, riendo. Y Octavio devolvía una sonrisa que ya no era sólo una mueca vacía.

Mamá destetó a Octavio a los siete meses y medio. Aunque ya tenía dos dientes y podía mascullar unas pocas sílabas sin sentido para los demás, Octavio seguía usando cada vez con más oportunidad y precisión su recurso preferido: el llanto. El destete no fue fácil porque el bebé parecía rechazar la comida sólida y no mostraba entusiasmo por el biberón. Octavio sabía que debía sentirse satisfecho de que un objeto de metal cargado de comida o una tetina de goma se interpusieran entre su cuerpo y el de la mujer, pero no encontraba en su interior ninguna fuente de alegría. Ahora podía permanecer mucho tiempo sentado y arrastrarse por el piso: pronto llegaría el gran momento en que lograría pronunciar su primera palabra, y se contentaba con soñar en el brusco viraje que se produciría entonces en sus relaciones con los humanos. Sin embargo, sus planes se le aparecían confusos, lejanos, y a veces su vida anterior le resultaba tan difícil de recordar como un sueño.

Aunque la presencia de la mujer no le era ahora imprescindible, ya que su alimentación no dependía de ella, su ausencia se le hacía cada vez más intolerable. Verla desaparecer detrás de una puerta sin saber cuándo volvería, le provocaba un dolor casi físico que Se expresaba en gritos agudos. A veces ella jugaba a las escondidas, tapándose la cara con un trapo y gritando, absurdamente: «¡No tá mamá, no tá!». Se destapaba después y volvía a gritar: «¡Acá tá mamá!». Octavio disimulaba con risas la angustia que le provocaba la desaparición de ese rostro que sabía,
embargo, tan próximo.

Inesperadamente, al mismo tiempo que adquiría mayor dominio sobre su cuerpo, Octavio comenzó a padecer una secuela psíquica del Gran Viaje: los rostros humanos desconocidos lo asustaban. Trató de racionalizar su terror diciéndose que cada persona nueva que veía podía ser un enemigo al tanto de sus planes. Ese temor a los desconocidos produjo un cambio en sus relaciones con su familia terrestre. Ya no sentía la vieja y tranquilizadora mezcla de odio y desprecio por el Traidor, que a su vez parecía percibir la diferencia y lo besaba o lo acariciaba a veces sin utilizar sus muestras de cariño para un ataque. Octavio no quería confesarse hasta qué punto lo comprendía ahora, qué próximo se sentía a él. Cuando la mujer, que había empezado a trabajar fuera de la casa, salía por algunas horas dejándolos al cuidado de otra persona, Ale y Octavio se sentían extrañamente solidarios en su pena. Octavio había llegado al extremo de aceptar con placer que el hombre lo tuviera en sus brazos, pronunciando extraños sonidos que no pertenecían a ningún idioma terrestre, como si buscara algún lenguaje que pudiera aproximarlos.

Y por fin, llegó la palabra. La primera palabra, la utilizó con éxito para llamar a su lado a la mujer que estaba en la cocina, Octavio había dicho «Mamá» y ya era para entonces completamente humano, una vez más, la milenaria, la infinita invasión, había fracasado.


*El ultrasonido es de mi sobrino, James Alexander, próximo a nacer.