miércoles, 18 de diciembre de 2013

MUCHOS CUENTOS

A pesar de que el 2013 fue (muy) complicado en lo personal, en lo literario me brindó muchas satisfacciones. Y este fin de año, sin pretenderlo, se publicaron varios de mis cuentos:

HIC SVNT DRACONES es un proyecto encabezado por Rodolfo JM para Tierra Adentro que reúne 11 ensayos y 11 cuentos sobre la literatura fantástica actual en México. Yo participo con La maniobra de Heimlich, cuento que, hace un par de años, empezó como un guión y que poco a poco se fue transformando en cuento. Lo elegí porque representa otra faceta de lo que suelo escribir: desde su extensión (9 cuartillas) hasta su lenguaje (más sencillo, directo). Y el tema se aleja totalmente del horror cósmico que tanto me gusta.

TAROTEXTOS es un proyecto de Cooperativa Mixcoátl  en Facebook donde se crean cuentos partiendo de las cartas del tarot. A mí me tocó El carro. Inmediatamente recordé el poema Psychopompos de Lovecraft:
Mi carro es el carro de la muerte;
Mis alas son las alas del miedo;
Mi aliento es el aliento del norte;
Mi presa es lo frío y lo muerto.
Así que empecé a escribir el cuento en torno a él (incluyendo elementos de la carta, por supuesto), pero cuando encontré la ilustración de un artista francés llamado Malkav, la imaginación explotó.

Moscas verdes es un cuento que quedó seleccionado para una antología de cyberdrunk (los requisitos era que existiera una atmósfera de cyberpunk y que hubiera una escena de vómito ¿?). Como la editorial no ha mostrado interés en publicar la antología, decidí incluirlo en PENUMBRIA 15 (pág. 41). Como verán, jugué un poco con la estructura, dándole dos opciones al protagonista y al lector.


Emergen, cuento apocalíptico/lovecraftiano que forma parte de la antología Estación central tris (Ficticia), ahora se puede leer en La hoja de arena.

LA IMAGINACIÓN EN MÉXICO es un hermosísimo proyecto de Raquel Castro y Alberto Chimal que pretende reunir a todos los escritores fantásticos del país. Cuando me invitaron a formar parte de él, me pidieron un cuento representativo de mi obra. Elegí Deterioro porque (además de que me gusta mucho) es el cuento que me puso en el "mapa": se publicó en varias revistas electrónicas y en la antología Bella y brutal urbe (Resistencia).



Muchas gracias por leerme.
(El 2014 te seguiré dando lata, pues tengo varios proyectos terminados que sólo están esperando publicación)

domingo, 8 de diciembre de 2013

VOZED

Hace unos días Revista Vozed me entrevistó sobre el futuro del cuento.

Además de mis respuestas, también encontrarán Inmortalidad, minificción inédita de mi autoría.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

MIEDO EN CASTELLANO

Hace unos días conseguí la mítica antología Miedo en castellano, el único libro que me faltaba de la bibliografía de Emiliano González. Suceso que creí nunca ocurriría, pues ni el propio Emiliano cuenta con ejemplares. 

Algunos me pidieron que la escaneara. Lamentablemente se estropearía: es una edición de 1973 ( o sea, cuando Emiliano tenía tan solo 18 años… impresionante, ¿no?)

Sin embargo, les comparto la introducción y el índice. Así, si les interesa algún cuento pueden buscarlo en internet (si los encuentran, les agradecería mucho si comparten los enlaces en comentarios).

Maravíllense:




MIEDO EN CASTELLANO

28 relatos de lo macabro y lo fantástico




INTRODUCCIÓN

La literatura de miedo tiene dos modalidades. La primera y quizá más familiar es la fantástica. Vax y Caillois han insistido siempre en lo fantástico como una irrupción violenta de lo sobrenatural en un mundo regido por leyes inmutables. Cuando estas leyes no se ven quebrantadas  sino elevadas al nivel del absurdo, el resultado es puramente macabro. Si todo lo fantástico es en sí mismo macabro (gracias a Poe) lo macabro no es necesariamente fantástico. No hubo fantasmas en Auschwitz. Un incidente grotesco de la casualidad puede ser o no sobrenatural, pero es irónicamente macabro por su misma gratuidad. El cuentista castellano ha sabido distinguir entre uno y otro concepto pero no ha salvado -con sus excepciones- el peligro de la repetición  o, en casos graves, el de inconsciente plagio. Los primeros párrafos de Médium (Baroja) son casi una traducción literal de los mismos en The tell-tale heart (Poe). Un dramático cuento del hispano Clarasó castellaniza El caso del difunto Mister Elvesham de Wells en una manera fría y poco feliz. Quiroga, sin embargo, sabe distinguir influencia de robo y construye así relatos muy originales con argumentos macabros. Borges y Quiroga son probablemente los pilares de la literatura de miedo hispanoamericana. Borges ha inventado un cuento fantástico metafísicamente auténtico. Gente como Bioy, Murena y Cortázar renueva de continuo la temática tradicional. Uno de los motivos favoritos de nuestros cuentistas es el desdoblamiento de personalidad. Los fenómenos parapsíquicos, la telequinesis, la percepción extrasensorial tampoco son rechazados. Pocas veces nos permitimos el juego del horror cósmico y el pánico interestelar. De Poe a Lovecraft preferimos Poe. Es difícil elegir los mejores relatos de una lengua donde lo insólito juega un papel secundario. Nuestra literatura cojeó y sigue cojeando por ese lado porque carecemos de grandes maestros. Me vi obligado, pues, a acudir a las fuentes más inmediatas, es decir, a las colecciones de relatos inverosímiles de aparición más o menos reciente. Tengo cuentos de Cuba y Argentina y España y México. Los dos primeros países son quizá los más prolíficos. María Elena Llana y H. A. Murena rematan sus engendros a través de una brecha repentina en la vida cotidiana. El jugo insólito es bien exprimido. Los autores macabros (y digo esta palabra con timidez por no entrecomillarla) se presentan aquí en sus más cruentos y tristes relatos. Arístides Fernández me gusta mucho. También Abascal, que no necesita de rodeos para mostrarnos todo el horror de su intriga. He preferido cuentos cortos porque la brevedad es el mejor recurso para un rápido susto. De Arrufat, Paz y Elizondo sólo puedo decir que sus mundos tienden más al surrealismo que a lo fantástico. Escriben cuentos alucinantes con un roce de tenebrismo muy particular. También están los españoles. De Azorín y Baroja y Bazán a Ibáñez y Aroca y Gimferrer. No hay mucho para escoger pero lo elegido es bueno. El caso de Aroca es raro. Sus cuentos tienen cierto aire melodramático y hollywoodiano que nos hace pensar en Robert Bloch o Joseph Payne Brennan. El último cuento de ciencia ficción de este libro es el de Piniella. Colocarlo en la sección macabra habría sido una redundancia porque poseía tanto fantasía como sarcasmo. Pero su desarrollo era evidentemente sobrenatural y terminé por incluirlo al final para rematar con una pesadilla mi pequeño muestrario de curiosidades que, si no las mejores en su género, tampoco las peores en su contexto cultural. No nacimos para ser uncanny writers. Quizá el espanto sea la tregua de concesiones que nos recetamos de vez en cuando. Y esas concesiones están aquí.

Emiliano González
Noviembre de 1972




ÍNDICE

I LO ABSURDO Y LO MACABRO

La mano – Arístides Fernández
La Puerta – Salvador Elizondo
Miss Amnesia – Mario Benedetti
Totenbuch – José Emilio Pacheco
No se culpe a nadie – Julio Cortázar
El secreto – Félix Martí-Ibáñez
Las arañas rojas – José Ma. Aroca
El miedo – Ramón del Valle-Inclán
La resucitada – Emilia Pardo Bazán
El almohadón de plumas – Horacio Quiroga
En el insomnio – Virgilio Piñera
Hacia la noche – Héctor Gally
El extraño caso de Baker Street – Isidoro Núñez Miró
El enviado – Jesús Abascal


II LO INSÓLITO Y LO FANTÁSTICO

Nosotras – María Elena Llana
Dos veces el mismo rostro – Vicente Barbieri
El teléfono – Augusto Mario Delfino
Médium – Pío Baroja
Los ojos – Alfonso Hernández Catá
La mariposa y la llama – Azorín
El sombrero de paja – H. A. Murena
El cambio – Antón Arrufat
Posesión – José Cid R.
El ramo azul – Octavio Paz
Una representación furtiva – Pedro Gimferrer
La galera – Manuel Mújica Laínez
Pudo haberme ocurrido – Manuel Peyrou
Las montañas, los barcos y los ríos del cielo – Germán Piniella

lunes, 11 de noviembre de 2013

EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS

Como podrán ver en la columna derecha, estoy leyendo El desierto de los tártaros de Dino Buzzati (autor recomendado por Alexis Uqbar aquí).

Hasta el momento (130 de 267 págs.) me tiene fascinado.

Les comparto un fragmento sobre el hábito, ese terrible monstruo que siempre nos acecha:





Aunque hubieran sonado las trompetas, se hubieran oído canciones de guerra, del norte hubieran llegado inquietantes mensajes; si fuera sólo eso, Drogo se habría marchado igualmente; pero estaban ya en el entorpecimiento de los hábitos, la vanidad militar, el amor doméstico a los muros cotidianos. Cuatro meses habían bastado para enviscarlo en el monótono ritmo del servicio.

En hábito se había convertido el turno de la guardia, que las primeras veces parecía un peso insoportable; poco a poco había aprendido bien las reglas, los modismos, las manías de sus superiores, la topografía de los reductos, los puestos de los centinelas, las esquinas donde no soplaba el viento, el lenguaje de las cornetas. Del dominio del servicio extraía un especial placer, valorando la creciente estimación de los soldados y de los suboficiales; hasta Tronk se había dado cuenta de lo serio y escrupuloso que era Drogo, casi le había tomado cariño.

En hábito se habían convertido los colegas; ahora los conocía tan bien que ni siquiera los más sutiles de sus sobreentendidos lo encontraban desprevenido; por la noche se quedaban mucho tiempo juntos, hablando de los hechos de la ciudad, que con la lejanía adquirían desmesurado interés. Hábito la mesa buena y cómoda, la acogedora chimenea del club de oficiales, encendida siempre, día y noche; la solicitud del asistente, un buen diablo llamado Geronimo, que poco a poco había aprendido sus deseos especiales.

Hábito las excursiones de vez en cuando con Morel al pueblo menos alejado: dos horas largas de caballo a través de un estrecho valle que ya se había aprendido de memoria, una posada donde por fin se veía alguna cara nueva, se preparaban cenas suntuosas y se oían frescas carcajadas de muchachas con las que se podía hacer el amor.

Hábito las desenfrenadas carreras a caballo de un lado a otro de la explanada de detrás de la Fortaleza, compitiendo en maestría con sus compañeros, en las tardes de descanso, y las pacientes partidas de ajedrez, por la noche, que se desarrollaban en alta voz, a menudo victoriosas para Drogo (pero el capitán Ortiz le había dicho: "Siempre es lo mismo, los recién llegados ganan siempre al principio. A todos les ocurre lo mismo, se hacen la ilusión de ser verdaderamente buenos, pero es sólo cuestión de novedad; también los otros acaban aprendiendo nuestro sistema y un buen día ya no se consigue nada").

Hábitos eran para Drogo su habitación, las plácidas lecturas nocturnas, la grieta del techo, sobre la cama, que semejaba la cabeza de un turco, los ruidos del aljibe, con el tiempo convertidos en amistosos; el hoyo excavado por su cuerpo en el colchón, las mantas tan inhóspitas en los primeros días y ahora dócilmente prontas; el movimiento, ya realizado instintivamente con su longitud exacta, para apagar la lámpara de petróleo o dejar el libro en la mesilla. Ya sabía cómo tenía que colocarse por la mañana, cuando se afeitaba ante el espejo, para que la luz iluminase su cara con el ángulo justo, cómo verter el agua de la jarra en la palangana sin derramarla, cómo hacer saltar la cerradura rebelde de un cajón, manteniendo la llave doblada un poco hacia abajo.

Hábito el rechinar de la puerta en los periodos de lluvia, el punto donde solía dar el rayo de luna entrando por la ventana y su lento desplazarse con el transcurso de las horas, la agitación en el cuarto de debajo del suyo, todas las noches, a la una y media en punto, cuando la vieja herida de la pierna derecha del teniente coronel Nicolosi se despertaba misteriosamente, interrumpiendo su sueño. 

Todas esas cosas se habían ya vuelto suyas y dejarlas le habría apenado. Pero Drogo no lo sabía, no sospechaba que la partida le habría costado trabajo ni que la vida de la Fortaleza se tragara los días unos detrás de otros, todos semejantes, con velocidad vertiginosa. Ayer y anteayer eran iguales, no habría ya sabido distinguirlos; un hecho de tres días antes o de veinte acababa pareciéndole igualmente lejano. Así se desarrollaba, sin saberlo él, la huída del tiempo.


El desierto de los tártaros
Dino Buzzati
Alianza editorial



lunes, 28 de octubre de 2013

LA MUERTE CHIQUITA

La muerte chiquita es un libro electrónico que reúne los mejores microcuentos terroríficos que escribí entre 2012-2013.



Se puede conseguir en formato MOBI, EPUB y PDF a través de la página electrónica de la editorial española Ediciones del Cruciforme y en Amazon.

El precio es prácticamente simbólico.

Ojalá les guste.

sábado, 19 de octubre de 2013

FIL ZÓCALO 2013

A pesar de todo y todos, se está llevando a cabo la Feria Internacional del Libro en el Zócalo. No me gustó la distribución, sobre todo de la carpa de editoriales independientes (y tuve la impresión de que había menos que el año pasado). Aun así, en mi primer día de visita, encontré buenos libros que a continuación compartiré (generalmente lo hago en tiempo real, pero mi 3G apesta y no pude hacerlo):

EL OBJETIVO
Sólo iba con un objetivo: conseguir Planetaria, el más reciente libro de Gerardo Sifuentes, publicado por Resistencia. Afortunadamente les acababa de llegar. Si quieren saber más de la obra de Sifuentes, denle aquí; y si quieren saber por qué tenía que conseguir este libro, denle acá.



LAS OFERTAS
¿Por qué tose la gente en los conciertos? (Divertimientos, crónicas, ensayos rápidos, 1990-1997) de Luis Ignacio Helguera, publicado por Aldus: $10. Si quieren saber por qué lo compré (además del precio irrisible), denle aquí.



La isla de hormigón de J. G. Ballard (no necesito decir más del autor, ¿o sí?). Rebajado de $415 a $115.



Cuando el río suena de Joe R. Lansdale (escritor de la novela Bubba Ho-Tep, entre otras). Rebajado de $695 a $160.



Ambos publicados por RBA, editorial española con una hermosa colección de literatura fantástica y negra.


EL INTERCAMBIO
Además de platicar muy a gusto con Mónica González, directora de miCielo Ediciones, intercambiamos libros. Me dio Las eternas rutas, de su autoría, y yo le di Penumbria, año I.




Y disfruté de una divertida tertulia de ciencia ficción, y me encontré a muchos amigos, con los que pude platicar un rato. 

Sin duda, me daré otra vuelta.

jueves, 17 de octubre de 2013

NOVELA NEGRA AMERICANA

Ayer, 16 de octubre, se llevó a cabo, en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, la charla Panorama de la novela negra: los estadounidenses.



Nuestros guías fueron Bernardo Esquinca, Iván Farías y Rodolfo JM.



Les comparto mis apuntes:


La diferencia entre Novela policiaca y Novela negra es que en la primera lo único que importa es que se resuelva el enigma; mientras que en la segunda, lo importante es el contexto, la creación de personajes.

En la policiaca el detective (protagonista) es un tipo extremadamente inteligente, casi iluminado. En la negra, es un tipo con muchos defectos y vicios.

En la policiaca recurren al protagonista porque la policía nomás no da una; mientras que en la negra recurren a él porque el sistema está corrompido.

En la novela negra es el individuo contra el sistema.


Los grandes maestros del género (no subgénero, por favor) son Hammett ( no Kirk, sino Dashiell), de quien se ha llevado a la pantalla grande en numerosas y afortunadas ocasiones Cosecha Roja,



Chandler (no hace falta decir más).



Iván Farías confesó que de niño leyó a muchísimos autores norteamericanos, pero luego descubrió que se trataba de autores españoles que utilizaban seudónimos y ubicaban su obra en Estados Unidos, pues en la España de Franco eso no podía pasar. ¡Bang, bang, estás muerto! reúne a muchos de esos autores. También recomendó la obra de John Banville (Benjamin Black) y George Higgins (y le gustó la adaptación cinematográfica de Mátalos suavemente)




Rodolfo JM dijo que siempre recomienda la obra de Jim Thompson (y que le gustó la adaptación en cine de El asesino dentro de mí). Andrew Vachss fue otra de sus recomendaciones: abogado especialista en el abuso de menores y escritor de novelas donde Burke, su protagonista, siempre lucha contra pedófilos. 







Bernardo Esquinca platicó de la obra de James Ellroy, uno de los mejores escritores norteamericanos, sólo por debajo (aunque él opine lo contrario) de Cormac McCarthy. Y mencionó cuatro obras de autores que no se dedicaron exclusivamente a este género: La muerte es un asunto solitario de Ray Bradbury, Joyland de Stephen King, Legión de William P. Blatty y Pulp de Bukowski.







Otras obras que se mencionaron: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillip K. Dick, El hombre demolido de Alfred Bester, El corazón de ángel de William Hjortsberg, Los atormentados de John Connolly (aunque es irlandés, su obra ocurre en Estados Unidos) y la obra de Patricia Highsmith.


Cuando mencionaron algunas obras que son una mezcla de géneros, me vino a la cabeza La imagen de la bestia de Philip José Farmer. Novela extrañísima y perturbadora donde se mezcla lo negro con la ciencia ficción, el terror y el erotismo. (Hace algunos meses, Rodolfo JM, Enrique Urbina y yo la comentamos en Twitter.)





Y La noche a través del espejo de Fredric Brown, donde Doc, el protagonista, además de ser el dueño de un periódico que está por cerrar por falta de noticias, está obsesionado con la obra de Lewis Carroll, y se la pasa bebiendo y leyéndola una y otra vez hasta que una noche se topa con un misterioso personaje y ocurre una serie de eventos desafortunados. (Si les interesa, dejen su correo en comentarios y les mando el pdf.)






Excelente charla (que después se prolongó en una cantina de la zona).


sábado, 14 de septiembre de 2013

LOS JUEGOS FANTÁSTICOS

Durante mucho tiempo intenté conseguir (en papel, pues tengo una versión en PDF) Los juegos fantásticos de Flora Botton Burlá, lectura básica en el diplomado de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción que cursé hace algunos años.

Fue hasta hace un par de días que Los juegos... me encontró (sostengo que algunos libros, acaso los mejores, te encuentran, no al revés).

La autora confiesa: ...este trabajo no es más que un intento de aproximación a la literatura fantástica. A través de los textos, trato de llegar a una delimitación del género, y de proponer algunas posibilidades de clasificación.

Les comparto un fragmento del prólogo que me pareció, sí, fantástico:

"La literatura fantástica es un género que ejerce una fascinación especial. Inquieta, intriga, y se resiste a las clasificaciones y codificaciones. El escritor fantástico, en ejercicio de su libertad suprema, propone otros mundos, diferentes tipos de respuestas frente a la realidad, y el lector, también en ejercicio de su libertad, puede aceptarlos o rechazarlos, pero se ve forzado a tomarlos en cuenta, siquiera por un momento. De esta manera ejercita su imaginación y satisface, aunque sólo sea parcialmente, cierta sed de aventuras que existe, creo, en todos los seres humanos. La lectura de obras fantásticas pide un espíritu abierto, dispuesto a aceptar la posibilidad de diferentes alternativas, pero pide, sobre todo, una voluntad de juego. Quien no está dispuesto a jugar (y a permitir que se juegue con él), quien no quiere arriesgarse, por poco que sea, no se adentra con gusto en la literatura fantástica." 


viernes, 30 de agosto de 2013

EL VIVO

Fragmento de EL VIVO, novela de ciencia ficción escrita por Anna Starobinets:


"Esta historia ocurrió en la época de la Gran Reducción, cuando las epidemias se llevaban a millones de personas todos los días. En aquel entonces, la gente todavía no sabía que advenía el nacimiento del Vivo, y acusaron injustamente al ganado de transmitirles las enfermedades. En aquel tiempo, en el mundo había un Carnicero. Cuando se declaró una epidemia en su pueblo, cogió su hacha y en un solo día mató a todas las vacas, las cabras, las ovejas, los conejos, las gallinas, los perros y los gatos de los alrededores. Después tiró al suelo el hacha ensangrentada y, cansado, se echó a dormir. Mientras tanto, su hijo cogió el hacha y mató a su padre y a su madre, después a sus hermanas y sus hermanos, y luego fue a las casas de sus vecinos. El Hijo del Carnicero estuvo toda la noche matando gente. Vertió la sangre de la aldea; no quedó nadie vivo, y a la noche siguiente salió al camino. El Hijo del Carnicero recorrió pueblos y ciudades, y todas las noches mataba a cientos de personas con el hacha. No cogieron a aquel demente hasta después del nacimiento del Vivo. Lo condenaron a pausa pública, en la horca, y cuando renació, encerraron al bebé en prisión... -En aquel momento, decía Cracker, se hacía la oscuridad absoluta y se oía el estruendo de un trueno, ¡brrruuum!, y la voz continuaba-. Nuestros días. El Vivo es benevolente, y por eso ya no existe la cárcel: sólo reformatorios. En uno de ellos vive el cruel Hijo del Carnicero. Una noche consigue escapar..."

Sobre todo por esa frase me encantaba la serie El asesino eterno. "Una noche consigue escapar." Aquellas palabras me daban esperanza. Al final de cada capítulo siempre cogían al Hijo del Carnicero, pero la esperanza... Yo tenía esperanza.





En cuanto la termine, les compartiré mis comentarios.

Mientras tanto, aquí pueden leer mi brevísima reseña de Una edad difícil, libro de cuentos de la misma autora.

Muchísimas gracias a Manuel por prestarme El vivo (todavía no llega a México).


sábado, 3 de agosto de 2013

MIEDOS

Hace unas semanas, cuando tuve la inmensa fortuna de conocer en persona a Emiliano González, les compartí mis breves comentarios sobre la intuición y coincidencia.

Desde ese día, me he encontrado esas dos palabras en todos lados y situaciones.

La más importante de todas fue el pasado miércoles 31 de julio, cuando celebramos la publicación de PENUMBRIA, AÑO I, antología que reúne los mejores cuentos publicados en PENUMBRIA a lo largo de su primer año de vida digital.

Convocado únicamente en mis sueños, apareció (esa es la palabra precisa) Emiliano González, acompañado de su bella y no menos mítica Beatriz, en la presentación.

Casi desfallezco, pero eso lo contaré en otra ocasión.

Emiliano, además de explicarnos de dónde viene Penumbria y dedicarnos un sentido agradecimiento, escuchó a todos los autores que leyeron y a los grupos invitados, dándose el tiempo para firmarles sus libros y tomarse una foto.



Uno de esos autores fue Nelly Geraldine García-Rosas, quien leyó su cuento Caza de shoggoths: colección grotesca, dedicado a Lovecraft, Mario Levrero y Clemente Palma. De este último hizo énfasis en que teníamos que buscarlo y leerlo.



Hace unas horas, Enrique Urbina (autor incluido en la antología y bajista/vocalista de Alpha Sheep, grupo que tocó ese día) nos recordó que uno de los cuentos de Clemente Palma formaba parte de El libro de lo insólito, antología de cuentos reunidos por, sí, Emiliano González y Beatriz Álvarez.



Intuición y coincidencia...

Esto es lo que apuntan de Clemente:


"El autor de Cuentos malévolos (1904), La nieta del oidor (1912), Historietas malignas (1924), XYZ (1935) y otras obras fantásticas, nos obsequia Miedos, incomparable miniatura de sutil horror, que nos pone en contacto con ese mundo infantil, de música enigmática y tierna, de las iniciales memorias."


El cuento:


MIEDOS
Clemente Palma


El salón estaba obscuro, muy obscuro. Los espejos cegados por la obscuridad no reflejaban en sus colosales pupilas los buques chinos de marfil, los dorados muebles, las sedosas cortinas, ni las caprichosas licoreras y chucherías que adornaban los chineros.

En la puerta del salón, como dos hujieres medievales, estaban reflexionando, de pie sobre sus pedestales de mármol, envueltos en la gasa intangible de las tinieblas, Dante, en su actitud hierática, con el dedo sobre los labios, y Petrarca recostado sobre su lira. La araña como una inmensa plomada de cristal, se descolgaba largamente del techo, y cada vez que un carruaje estremecía el salón, con su escandaloso rodar sobre las piedras de la calle, interrumpía el silencio con el tintineo de sus prismas sonoros. El riquísimo Pleyel, abierta su bocaza de madera, reía sin ruido haciendo jugar sobre su larga hilera de dientes ese átomo de luz que siempre existe disuelto en toda obscuridad. Parecía una inmensa cabeza de hotentote risueño. Lejanos relojes daban campanadas cuyos ecos se colaban por las junturas de puertas y ventanas, y resbalando sobre la alfombra de Bruselas iban a perderse en las demás habitaciones. Luego... nuevamente el silencio.

Dieron las tres, y una de las puertas se entreabrió y penetró en el salón una sombra, lentamente, arrastrándose como un gnomo curioso que caminaba con precaución para no hacer ruido. Subió al piano, y caminando sobre el teclado, produjo una escala imperfecta. Probablemente le disgustó al gnomo su poco disposición para la música, porque inmediatamente se alejó y fue a esconderse a uno de los sillones.

Poco después se estremeció el aire encajonado del salón con unos ruidos extraños que venían del sitio en que se había ocultado el gnomo: un frou-frou constante y desesperado, sollozos ahogados, gritos de dolor que se revolvían en un gruñido sordo. Se hubiera creído que el gnomo, herido de muerte, se revolcaba sobre la seda en una agonía lenta y dolorosa.

Dante hundió su mirada de águila en la obscuridad y Petrarca levantó la cabeza; pero no se veía nada. El sillón estaba a sus espaldas, y en la imposibilidad de ver, volvieron a su actitud meditabunda.

En la habitación contigua una muchacha, rubia como los trigos, estaba en un lecho adornado con angelitos, temblando de miedo. Se despertó a los gritos del piano mortificado con las pisadas del gnomo.

¡Oh, Dios mío! pensó; ladrones.

Y se quedó fría, inmóvil, conteniendo la respiración, sin atreverse a hacer el menor movimiento para no atraer la atención de los ladrones. ¡Si se movía, la matarían para que no avisase!

De pronto llegó a sus oídos un prolongado gemido, extrahumano, como los que la imaginación popular supone que salen de los labios de las almas en pena. La muchacha se estremeció, presa de indecible espanto; quiso gritar:

¡Abuela, abuela... luz... están penando en el salón!

Pero se le ahogó la voz, movió los labios; mas la lengua ni la garganta quisieron obedecerla. Con los cabellos erizados y los ojos desmesuradamente abiertos, esperaba a cada segundo sentir la impresión de frialdad de una calavera que se acostara sobre su misma almohada; veía en el aire canillas que se cruzaban, largas túnicas por cuyas mangas voladas salían brazos y manos óseas. Aterrorizada se tapó la cabeza y se estuvo así, escuchando gemidos y rodeada de horribles visiones, hasta que por el tejido de la sobrecama vio colarse un estirado rayito de luz matinal como un alambre de oro.

Eran las seis de la mañana. Se destapó medrosa aún, pero poco a poco se tranquilizó: de día las ánimas en pena vuelven al cementerio. A las siete su abuela, una viejecita de andar ligero a pesar de sus setenta años, estaba ya levantada y caminando por toda la casa.

Buenos días, ¡a levantarse!

Buenos días, abuelita contestó la linda rubia, besando la mano de la anciana.

Tenía la muchacha quince años y unos labios frescos y rosados, bajo los que había una nidada simétrica de perlas. Sus senos virginales, duros y redondos, comenzaban a darle aspecto de mujer y levemente levantaban la alba camisa de dormir, menos blanca que su piel suavísima. El miedo y el insomnio de la pasada noche habían dejado una línea azulada bajo sus rasgados ojos de cielo. La abuela notó las ojeras de la doncella y se lo dijo; ella iba a referirla lo de las penas, pero se contuvo: sabía que su abuela se reiría de sus miedos y no la creería...

Levantóse, y después de bañarse, entró en el salón a repasar una lección de piano...

El salón estaba claro, muy claro. Grandes haces de luz se precipitaban por las ventanas teatinas en el afán de penetrar todos a las vez. Luego se desbandaban sobre los muebles haciendo brillar la seda. Los espejos se hacían todo ojos y, ansiosos de ver, reflejaban en las lunas venecianas los buques chinos, las mesas, las chucherías que llenaban los chineros, todo, todo cuanto podía caber en sus colosales pupilas. Dante, bañado en esa inundación de luz que daba tintes y brillones amarillentos a su gran túnica de bronce, continuaba en su actitud hierática, con el índice recostado en su labio inferior, y Petrarca se preparaba a tañer la lira. Sobre los cuadros de las paredes, sobre las alfombras y los muebles celebraban la fiesta de la luz, la apoteosis del Sol, una infinidad de espectrillos solares despedidos de los irisados prismas de la araña, que revoloteaba inquietos como alegres pajecillos de Febo vestidos con túnicas policrómicas, en tanto que al piano, con la risa congelada, dejaba juguetear francamente sobre sus dientes de marfil la luz que se precipitaba de las ventanas...

Entró la rubia con la cabecita despeinada y húmeda, de la que caía sobre sus espaldas una muda catarata de oro. Había olvidado ya sus terrores y sólo pensaba en repasar su lección: una linda melodía de Godefroy, que debía saber a las once, cuando viniera el profesor. Se sentó en el banquillo de altura variable, recorrió el teclado y comenzó a brotar del marfil un raudal de armonías encantadoras. ¡Oh!, el hotentote estaba contentísimo, y al sentir las caricias de esos blancos dedos diminutos y ágiles rompía en las más melodiosa de sus risas.

¡Miau! ¡miau! oyó la rubia a sus espaldas, y giró rápidamente; luego dio un grito de repugnancia y sorpresa y corrió gritando:

¡Abuela, abuela, venga usted a ver!...

Sobre el sillón estaba echada una gata dirigiendo a todas partes la mirada de sus redondos ojazos amarillos. Tres gatitos con los ojos cerrados; grises, cabezones, estaban prendidos por el hociquillo rosáceo de las hinchadas ubres de la Mirriña.

Regresó la rubia con la abuela y una sirvienta. La señora refunfuñó, riñó a la Mirriña por sucia y sin vergüenza, como si la gata pudiera comprenderla; la amenazó con arrojarle los hijos a la alcantarilla, y a punto seguido la buena viejecita ordenó a la sirvienta que la llevara a otro cuarto, con sillón y todo, para que no se maltrataran los hijuelos. El lujoso asiento de valiosa seda y talladuras trabajosas sirvió en adelante de lecho mullido a la Mirriña.

Siguió la doncella tocando su melodía de Godefroy, después del incidente. De pronto, la idea de la gata se asoció al recuerdo de las penas y terrores que no la dejaron dormir: entonces se sonrió, y dos hileras de perlas se reflejaron en la charolada caja del piano.