En Historia mágica de la literatura I (Azteca, 2007), Emiliano González apunta lo siguiente sobre Daniel Defoe (1660-1731):
Daniel Defoe se muestra como precursor del romanticismo en sus asombrosos cuentos de fantasmas. La fascinación por las ruinas, la presencia del Demonio, los espectros y los bandidos, el papel de los sueños en los cuentos, convierten a Defoe en un antecesor de los góticos, así como Shakespeare se vuelve antecesor de Goethe.
Y más adelante, González confiesa que los personajes de "El diablo y el relojero" aparecen en "Rudisbroeck o los autómatas", pero en distinta situación.
EL
DIABLO Y EL RELOJERO
Daniel
Defoe
Vivía en la parroquia de San Bennet Funk, cerca del mercado Real,
una honesta y pobre viuda quien, después de morir su marido, tomó huéspedes en
su casa. Es decir, dejó libres algunas de sus habitaciones para aliviar su
renta. Entre otros, cedió su buhardilla a un artesano que hacía engranajes para
relojes y que trabajaba para aquellos comerciantes que vendían dichos
instrumentos, según es costumbre en esta actividad.
Sucedió que un hombre y una mujer fueron a hablar con este
fabricante de engranajes por algún asunto relacionado con su trabajo. Y cuando
estaban cerca de los últimos escalones, por la puerta completamente abierta del
altillo donde trabajaba, vieron que el hombre (relojero o artesano de
engranajes) se había colgado de una viga que sobresalía más baja que el techo o
cielorraso. Atónita por lo que veía, la mujer se detuvo y gritó al hombre, que
estaba detrás de ella en la escalera, que corriera arriba y bajara al pobre
desdichado.
En ese mismo momento, desde otra parte de la habitación, que no
podía verse desde las escaleras, corrió velozmente otro hombre que llevaba un
escabel en sus manos. Éste, con cara de estar en un grandísimo apuro, lo colocó
debajo del desventurado que estaba colgado y, subiéndose rápidamente, sacó un
cuchillo del bolsillo y sosteniendo el cuerpo del ahorcado con una mano, hizo
señas con la cabeza a la mujer y al hombre que venía detrás, como queriendo
detenerlos para que no entraran; al mismo tiempo mostraba el cuchillo en la
otra, como si estuviera por cortar la soga para soltarlo.
Ante esto la mujer se detuvo un momento, pero el hombre que estaba
parado en el banquillo continuaba con la mano y el cuchillo tocando el nudo,
pero no lo cortaba. Por esta razón la mujer gritó de nuevo a su acompañante y
le dijo:
-¡Sube y ayuda al hombre!
Suponía que algo impedía su acción.
Pero el que estaba subido al banquillo nuevamente les hizo señas
de que se quedaran quietos y no entraran, como diciendo: “Lo haré
inmediatamente”.
Entonces dio dos golpes con el cuchillo, como si cortara la
cuerda, y después se detuvo nuevamente. El desconocido seguía colgado y
muriéndose en consecuencia. Ante la repetición del hecho, la mujer de la
escalera gritó:
-¿Qué pasa? ¿Por qué no bajas al pobre hombre?
Y el acompañante que la
seguía, habiéndosele acabado la paciencia, la empujó y le dijo:
-Déjame pasar. Te aseguro que yo lo haré –y con estas palabras
llegó arriba y a la habitación donde estaban los extraños.
Pero cuando llegó allí, ¡cielos!, el pobre relojero estaba
colgado, pero no el hombre con el cuchillo, ni el banquillo, ni ninguna otra
cosa o ser que pudiera ser vista u oída. Todo había sido un engaño, urdido por
criaturas espectrales enviadas sin duda para dejar que el pobre desventurado se
ahorcara y expirara.
El visitante estaba tan aterrorizado y sorprendido que, a pesar de
todo el coraje que antes había demostrado, cayó redondo en el suelo como muerto.
Y la mujer, al fin, para bajar al hombre, tuvo que cortar la soga con unas
tijeras, lo cual le dio gran trabajo.
Como no me cabe duda de la verdad de esta historia que me fue
contada por personas cuya honestidad me fío, creo que no me dará trabajo
convencerlos de quién debía de ser el hombre del banquito: fue el Diablo, que
se situó allí con el objeto de terminar el asesinato del hombre a quien, según
su costumbre, había tentado antes y convencido para que fuera su propio
verdugo. Además, este crimen corresponde tan bien a la naturaleza del Demonio y
sus ocupaciones, que yo no lo puedo cuestionar. Ni puedo creer que estemos
equivocados al cargar al Diablo con tal acción.
Nota: No puedo tener certeza sobre el final de la historia; es
decir, si bajaron al relojero lo suficientemente rápido como para recobrarse o
si el Diablo ejecutó sus propósitos y mantuvo aparte al hombre y a la mujer
hasta que fue demasiado tarde. Pero sea lo que fuera, es seguro que él se
esforzó demoníacamente y permaneció hasta que fue obligado a marcharse.