Preparando la presentación del libro Flores inmundas, encontré el ensayo La imaginación fantástica de George MacDonald, el cual me sirvió de base para explicar el proceso creativo.
Les comparto algunos fragmentos:
El mundo natural tiene sus leyes y, así como ningún
hombre debe interferir en ellas con su accionar, tampoco debe hacerlo al
momento de presentarlas; pero ellas mismas pueden sugerir leyes de otro tipo, y
el hombre, si lo desea, puede inventar un pequeño mundo propio, con sus leyes
particulares; porque en ese hombre existe el deseo de invocar formas nuevas, y
eso es, quizá, lo más cerca que puede llegar de la creación. Cuando estas
formas son materializaciones nuevas de antiguas verdades, las llamamos
productos de la Imaginación; cuando son meros inventos, por bellos que sean, yo
las llamaría obra de la Fantasía [Fancy]:
la Ley, en uno y otro caso, no ha dejado de intervenir.
*
Una
vez inventado su mundo, la siguiente ley suprema que entra en juego es que debe
haber armonía entre las leyes por las que ese nuevo mundo ha comenzado a
existir; y en el proceso de la creación el inventor debe atenerse a esas leyes.
Cuando olvida alguna de ellas, hace que su mundo resulte increíble sobre la
base de sus propios postulados. Para ser capaces de vivir, aunque sea un
momento, en un mundo imaginario, debemos hacer que se obedezcan las leyes de su
existencia. Una vez que se violan, caemos fuera de él. Entonces deja de actuar
nuestra imaginación, aquella que es esencial poner en funcionamiento para
someternos, al menos por un instante, a la imaginación de otros.
*
¿Cómo puedo tener la
seguridad de que no estoy poniendo mi propio sentido en el relato, en vez de
extraer de él el que usted (el autor) le ha dado?
¿Y para qué desea esa
seguridad? Quizá sea mejor que usted ponga su propio sentido en él. Quizás ése
sea un ejercicio del intelecto más elevado que la mera acción de sacar mi
sentido del relato: quizás el sentido que usted pone sea superior al mío.
*
Yo, por mi parte, no
escribo para los niños, sino para los de mente de niño, sea que tengan cinco,
cincuenta o setenta y cinco años.
*
Un cuento de hadas, como
una mariposa o una abeja, se alimenta en cualquier sitio, liba en todas las
flores sanas sin arruinar ninguna.
*
Las palabras son cosas
vivas, que pueden emplearse de modos diversos para diversos fines. Pueden
contener un hecho científico, o arrojar en el corazón de una madre una sombra
de los sueños de su hijo. Son cosas que podemos acomodar como las piezas de un
mapa partido en pedazos, o disponer como las notas de un pentagrama.
*
Lo mejor que podemos hacer
por el prójimo, luego de despertar su conciencia, no es darle cosas para
pensar, sino despertar las cosas que ya están en él; digamos, hacer que piense
las cosas por sí mismo.
*
El cuento no está para
ocultar sino para mostrar: si no muestra nada ante tus ventanas, no le
abras la puerta; déjalo en el frío de fuera.
*
Cuando su objetivo (del escritor) es
conmover por medio de la sugerencia, incitar la imaginación, entonces debe
asaltar el alma del lector como el viento asalta un arpa eolia. Si hay alguna
música en mi lector, yo quisiera poder despertarla. Que mis cuentos de hadas
sean una luciérnaga, que ahora brilla, ahora se apaga, ahora vuelve a brillar.
Si la atrapa una mano que no ama a esa especie de seres, aquélla se convertirá
en una cosa insignificante, detestable, que no puede brillar ni volar.
*
Aquí para saber más del autor.
Aquí para leer todo el ensayo.
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