En Autobiografía*,
Emiliano González apunta:
Le encargué a mi
padre, que iba a viajar a España, el libro Penumbra de
Emiliano Ramírez Ángel (autor modernista español, cuyo título me llamó la
atención por mi propia Penumbria, ciudad imaginaria).
Mi padre no encontró el
libro, pero encontró otro, con el mismo título, Penumbra, una
antología de cuentos fantásticos que incluía “Horacio Kalibang o los autómatas”
de Holmberg, un cuento que es precursor de mi cuento “Rudisbroeck o los autómatas”, igual que “El aparato del doctor Tolimán” de Alejandro Cuevas
(1910).
Alejandro Cuevas,
según la ficha de la Enciclopedia de la Literatura en México, nació en
1870 y murió en 1940, en la ciudad de México. Estudió en el Conservatorio de la
ciudad de México. Escribió música y puso en escena algunas de sus obras en el
Teatro Arbeu. Después se dedicó a escribir en calidad de dramaturgo. Abogado.
“El aparato del doctor Tolimán” se
publicó en Cuentos macabros (J. R. Garrido y Hermano, 1911)...
...y en la revista
Emoción.
En "El año de la ciencia ficción mexicana", Miguel Ángel Fernández
apunta:
8 a 27 de noviembre
Las revistas pulp en
México:
La primer revista
mexicana de papel de pulpa de madera en publicar periódicamente historias de
ciencia ficción, fue la semanal (quincenal en sus primeros números) Emoción,
que inició como una revista de literatura policiaca. Quizá para probar el gusto
de los lectores, introdujo, a partir del número 2, una o dos historias
traducidas de originales de Amazing Stories, Wonder Stories y Scientific
Detective Monthly. Los autores más importantes que aparecieron aquí, fueron
John W. Campbell (como Don A. Stuart) y Stanley G. Weinbaum. En los números 19
y 20 (abril, 1935) le dieron la oportunidad por primera vez a un autor mexicano
ya reconocido, Alejandro Cuevas con “El aparato del Dr. Tolimán” (original de
sus Cuentos macabros, 1911). Más adelante, en agosto-septiembre del
mismo año, se publicó quizás al único mexicano que escribiera específicamente
para la revista, G. Loreto con “Los últimos días de la Tierra”, una inquietante
historia sobre la pérdida gradual del campo gravitacional terrestre y los
intentos desesperados de los sobrevivientes por escapar a la catástrofe.
En The Emergence of
Latin American Science Fiction (Wesleyan University Press, 2011), Rachel
Haywood Ferreira apunta en el capítulo “El doble: de la ciencia a la
tecnología”:
La figura de la artificialidad generada
por el doble humano ha permeado al género desde la época de la proto-ciencia
ficción hasta nuestros días. Los métodos empleados para la creación (o
recreación) y la forma de los dobles reflejan la tecnología de su tiempo.
También sirven para evaluar la reacción de la sociedad ante tal tecnología y
como vehículo para seguir explorando aquella vieja pregunta de lo que nos hace
humanos. La actual fascinación por los
clones, por ejemplo, años atrás fue encarnada por los cíborgs, androides y
robots. Como el término “robot” no fue acuñado hasta 1920 (por Karel Capek en R.U.R.: Rossum´s Universal Robots), es
necesario mirar más atrás -hacia figuras como los autómatas, gólems y
homúnculos, y hacia obras como El hombre
de la arena (Hoffmann, 1816) y Frankenstein
(Shelley, 1818)- para señalar las influencias literarias de los textos que
discutiremos en este capítulo: “Horacio Kalibang o los autómatas” (Holmberg,
1879), “El aparato del Doctor Tolimán (Cuevas, 1911) y los cuentos de Quiroga
“El hombre artificial” (1910), “El
retrato” (1910) y “El vampiro” (1927)...
Y ya refiriéndose específicamente al
cuento de Cuevas, continúa:
LA SANGRE HABLARÁ
“El aparato del doctor Tolimán” de
Alejandro Cuevas
Alejandro Cuevas (1870-1940) fue un
abogado, que llegó a litigar incluso en la Suprema Corte de Justicia, y un
reconocido compositor. Publicó Cuentos
macabros en 1911. Algunas de esas historias ya habían aparecido en el
Suplemento ilustrado de El Diario en 1908. Se desconoce si “El aparato del
doctor Tolimán” se publicó ahí, pero es seguro que se escribió antes del 27 de
agosto de 1909, fecha en la que Juan de Dios Peza firmó el prólogo de Cuentos macabros. En éste, Peza destacó
la gran influencia de la literatura francesa en la obra de Cuevas (Dumas y
Zola), así como los vasos comunicantes con los cuentos góticos de Hoffmann.
Además, comparó su estilo, que combinaba lo fantástico con lo real, con la obra
de otros escritores mexicanos (Altamirano y Castera).
Algunos lo llamaron el “Maestro del
terror mexicano”.
De su libro, el cuento con más elementos
de ciencia ficción es, precisamente, “El aparato del doctor Tolimán”. Éste no
es el típico cuento donde se construye a otro ser, pues la duplicidad es más
mental que física. La historia expone la fina línea entre la vida y la muerte,
y analiza la paternidad y la herencia. Por otro lado, el “aparato” que utiliza
Tolimán para revivir a los muertos no está basado únicamente en elementos
científicos, sino que incorpora tecnología cotidiana...
Comparando al Doctor Tolimán con otros
científicos/inventores, como Frankenstein y los que veremos en este capítulo,
se evidencia que Tolimán lidia con su propia destrucción, aunque más por el
deseo de venganza que por un orgullo desmedido.
Un punto clave en la historia es que
únicamente Tolimán (así como el narrador y el lector) sabe de su doble
existencia. Aunque no tiene presencia física, rige su vida y controla su
futuro, tal como la criatura dominó a Frankenstein. En contraste con ésta, la
regeneración eléctrica empleada por Tolimán no puede ser vista como progenitora
de nuevas especies. Como Frankenstein, Tolimán sufre por un amor perdido y por
la incapacidad de procrear, pero -a diferencia de los científicos/inventores de
Shelley, Holmberg y Quiroga- también es incapaz de generar vida a través de la
ciencia. Tolimán no puede, literal y metafóricamente, concebir otro ser para
que continúe su obra, pues no puede escapar de la relación destructiva que
sostiene con su propio padre.
Además, la trama les
recordará a “Herbert West: reanimador” de Lovecraft (1922).
AQUÍ pueden leer “El
aparato del doctor Tolimán”.
*Texto en busca de
editorial.