lunes, 27 de junio de 2011

LAS BRUJAS

Fragmento de LAS BRUJAS, de Roald Dahl:

—El segundo caso fue muy raro —dijo mi abuela—. Había una familia llamada Christiansen. Vivían en Holmenkollen y tenían un cuadro al óleo en el cuarto de estar, del cual estaban muy orgullosos. En el cuadro se veía a unos patos en el patio de una granja. No había ninguna persona en el cuadro, sólo una bandada de patos en un patio con hierba y la granja al fondo. Era un cuadro grande y bastante bonito. Bueno, pues un día, su hija Solveg vino del colegio comiendo una manzana. Dijo que una señora muy simpática se la había dado en la calle. A la mañana siguiente, la pequeña Solveg no estaba en su cama. Los padres la buscaron por todas partes, pero no pudieron encontrarla. Entonces, de repente, su padre gritó: «¡Allí está! ¡Esa es Solveg! ¡Está dando de comer a los patos!» Señalaba el cuadro y, efectivamente, Solveg estaba allí. Estaba de pie en el patio, con un cubo en la mano, echándoles pan a los patos. El padre corrió hasta el cuadro y la tocó. Pero eso no sirvió de nada. Simplemente formaba parte del cuadro, era sólo una imagen pintada en el lienzo.

—¿Tú viste alguna vez ese cuadro, abuela, con la niña?

—Muchas veces —dijo mi abuela—. Y lo curioso es que la pequeña Solveg cambiaba a menudo de posición dentro del cuadro. Un día estaba dentro de la granja y se veía su cara asomada a la ventana. Otro día, a la izquierda, sosteniendo un pato entre los brazos.

—¿La viste moviéndose dentro del cuadro, abuela?

—Nadie la vio moverse. Tanto si estaba fuera, dando de comer a los patos, como si estaba dentro, mirando por la ventana, siempre estaba inmóvil, era sólo una figura pintada al óleo. Era todo muy raro —dijo mi abuela—. Rarísimo. Y lo más raro de todo era que, a medida que pasaban los años, ella se iba haciendo mayor en el cuadro. Al cabo de diez años, la niña se había convertido en una chica joven. Al cabo de treinta años, era una mujer madura. Luego, de repente, cincuenta y cuatro años después de lo sucedido, desapareció del cuadro para siempre.

—¿Quieres decir que se murió? —dije.

—¿Quién sabe? —dijo mi abuela—. En el mundo de las brujas pasan cosas muy misteriosas.

jueves, 23 de junio de 2011

LLÉVESE LAS TOALLAS

Para celebrar la despedida del número tres y el próximo arribo del número cuatro, Revista Hotel convoca al:


SEGUNDO CONCURSO DE MINIFICCIÓN
“LLÉVESE LAS TOALLAS”


BASES

• Podrá participar todo aquél que lea esta nota, excepto los integrantes de Revista Hotel.
• Los concursantes deberán visitar el sitio www.revistacincoletras.com y elegir el título de cualquier texto publicado en cada una de las secciones de REVISTA HOTEL, TOMO 3 (Jabón chiquito, Habitaciones, Servicio al cuarto, Elevador de poesía y Habitación zombie).
• Los concursantes escribirán una minificción (no mayor a 200 palabras) de cualquier género que incluya los cinco títulos elegidos.
• Los cinco títulos elegidos deberán distinguirse mediante el uso de negritas.
• Los concursantes publicarán su minificción en los COMENTARIOS del área de RECEPCIÓN http://revistacincoletras.com/acerca-de/
• El concurso inicia el día de la publicación de esta nota y termina el vienes 8 de julio a las 23:59.
• Toda minificción que se publique después del día y hora señalada y que no cumpla con los requisitos mencionados, no será tomada en cuenta.
• Los integrantes de Revista Hotel seleccionarán las cinco mejores minificciones y las publicarán el lunes 11 de julio en su página de Facebook.
• Las tres minificciones con mayor número de “Me gusta” o “Like” serán las ganadoras.

PREMIOS

• El primer lugar ganará un paquete de libros.
• Tanto el primer, segundo y tercer lugar, obtendrán un trofeo virtual.

martes, 21 de junio de 2011

HISTORIA DEL ENDEMONIADO PACHECO

Historia del endemoniado Pacheco
Jan Potocki


Finalmente, desperté de verdad. El sol quemaba mis párpados, que apenas si podía abrir. Entreví el cielo y me di cuenta de que me hallaba al aire libre. Pero el sueño pesaba aún sobre mis ojos, y aunque ya no dormía, todavía no estaba despierto del todo. Veía desfilar ante mí imágenes de suplicios, sucediéndose unas tras otras. Me sentí horrorizado, y me incorporé rápidamente.
¿Cómo expresar con palabras el horror que sentí en ese momento? Me encontraba bajo la horca de Los Hermanos. Pero los cadáveres de los dos hermanos de Zoto no colgaban al aire, sino que yacían junto a mí. Lo que quiere decir que había pasado la noche con ellos. Me hallaba sentado sobre trozos de cuerdas, restos de ruedas y de esqueletos humanos, y sobre horrorosos harapos que la podredumbre había separado de ellos.

Pensé un momento que quizá no estaría aún bien despierto y que aquello era un horrible sueño. Cerré los ojos y busqué en mi memoria dónde había estado la víspera. En ese instante sentí como si las garras de un animal se hundiesen en mi costado, y vi a un buitre que se había arrojado sobre mí y que devoraba a uno de mis compañeros de lecho. El dolor que me causaban sus garras era tan intenso que logró despertarme del todo. Junto a mí se encontraban mis ropas, y me apresuré a vestirme. Ya vestido, quise salir de la tapia que rodeaba la horca, pero vi que la puerta se hallaba cerrada, y a pesar de mi esfuerzo no logré romperla. Tuve, pues, que trepar por la triste muralla y, apoyándome en una de las columnas de la horca, me puse a contemplar la comarca que desde allí se divisaba. Fácilmente pude orientarme. Me hallaba a la entrada del valle de Los Hermanos, no lejos de las orillas del Guadalquivir.

Mientras observaba el paisaje, vi cerca del río a dos viajeros, uno de los cuales preparaba un almuerzo, mientras el otro sujetaba con la brida los caballos. Me alegró tanto ver a aquellos hombres que mi primer movimiento fue gritarles: «¡Agur, agur!» Lo que en español quiere decir «hola» o «buenos días».

Al ver que alguien los saludaba desde lo alto de la horca, los viajeros parecieron indecisos un instante, pero en seguida montaron en sus caballos, los pusieron a galope tendido y tomaron el camino de Los Alcornoques. Fue inútil que les gritara para que se detuviesen. Cuanto más les gritaba, más golpes de espuela daban a sus caballos. Cuando los perdí de vista decidí abandonar aquel sitio. Salté a tierra, pero con tan mala fortuna que me hice daño en una pierna.

Cojeando un poco, logré llegar a la orilla del Guadalquivir, y me acerqué al sitio donde los viajeros habían abandonado su almuerzo; era lo que yo necesitaba, pues me encontraba agotadísimo. El almuerzo se componía de chocolate, que cocía aún, sponhao mojado en vino de Alicante, pan y huevos. Después de reparar mis fuerzas, me puse a pensar en lo que me había ocurrido durante la noche. Guardaba todavía un recuerdo algo confuso de ello pero lo que sí recordaba perfectamente era haber dado mi palabra de honor de guardar el secreto, y estaba firmemente decidido a cumplirla. Esto resuelto, lo único que tenía que hacer, por el momento, era decidir qué camino había de tomar, y me pareció que las leyes del honor me obligaban más que nunca a atravesar Sierra Morena.

Quizá el lector se sorprenda de verme tan preocupado por mi honor y tan poco por los sucesos de la víspera. Pero esta manera de pensar era consecuencia de la educación que había recibido, como podrá verse por la continuación de mi relato. Por el momento, sigo con el de mi viaje.

Tenía gran curiosidad por saber lo que los demonios habrían hecho de mi caballo, que había dejado en Venta Quemada. Y como además estaba en mi camino, decidí pasar nuevamente por la Venta. Tuve que recorrer a pie todo el valle de Los Hermanos y el de la Venta, lo que no dejó de fatigarme. Estaba deseando encontrar mi caballo, y, en efecto, lo hallé en la misma cuadra donde lo dejé. Parecía animado, bien cuidado y limpio. No podía imaginarme quién se había ocupado de él, pero como ya había presenciado tantas cosas extraordinarias, no me llamó mucho la atención. Me habría puesto inmediatamente en camino si la curiosidad no me hubiese empujado a recorrer de nuevo el interior de la Venta. Encontré el cuarto donde había dormido la noche que llegué por vez primera, pero no pude hallar el salón donde vi a las bellas africanas. Cansado de buscarlo, renuncié a ello, y montando en mi caballo continué mi camino.

Cuando desperté bajo la horca de Los Hermanos, el sol se encontraba en su punto más alto. Como había tardado más de dos horas en llegar a la Venta, después de hacer dos leguas más, tuve que pensar en buscar una posada, pero, al no encontrar ninguna, decidí continuar mi camino. Por fin vi a lo lejos una capilla gótica y una cabaña que parecía ser la vivienda de un ermitaño. Aunque se hallaba alejada del camino principal, como empezaba a tener hambre, no dudé en dar ese rodeo con tal de conseguir algo de comer. Cuando llegué a la cabaña, até el caballo a un árbol y llamé a la puerta de la ermita. La abrió un religioso de rostro venerable, que me abrazó con paternal ternura, y me dijo:

-Entra, hijo mío, date prisa. No te conviene pasar la noche fuera; teme al demonio. El Señor nos ha retirado su mano.

Di las gracias al ermitaño por su bondad y le confesé que estaba muerto de hambre.

-Piensa primero en tu alma, hijo mío -me contestó-. Pasa a la capilla y arrodíllate ante la cruz. Me cuidaré de tu hambre, pero sólo podrás hacer una comida frugal, la que corresponde a un ermitaño.

Entré en la capilla y me puse a rezar de verdad, pues era creyente y hasta ignoraba que hubiese incrédulos.

El ermitaño vino a buscarme al cabo de un cuarto de hora y me condujo a la cabaña, donde me había preparado una modesta comida. Se componía de aceitunas excelentes, cardos conservados en vinagre, cebollas dulces en salsa y galletas en vez de pan. También disponía de una media botella de vino. El ermitaño me dijo que él no bebía nunca, pero que la guardaba para el sacrificio de la misa. Así, pues, tampoco me atreví a beber yo, pero gocé, en cambio, de la cena. Mientras comía, vi entrar en la cabaña a una figura más horrible que todo lo que había visto hasta entonces. Era un hombre que parecía joven, pero de una delgadez espantosa. Sus cabellos se hallaban erizados, y de uno de sus ojos, que había perdido, manaba sangre. Su lengua pendía fuera de su boca, y de ella resbalaba una babosa espuma. Llevaba puesto un traje negro bastante bueno, pero ésa era su única ropa; no tenía ni medias ni camisa.

El repugnante personaje no dijo ni palabra, y fue a acurrucarse a un rincón de la cabaña, donde permaneció más quieto que una estatua, contemplando fijamente con su único ojo un crucifijo que sostenía en la mano. Cuando acabé de cenar, pregunté al ermitaño quién era aquel hombre.

-Hijo mío -me respondió-, ese hombre es un poseso al que yo intento librar de los demonios. Su terrible historia prueba el poder fatal que el ángel de las tinieblas ha usurpado en esta desgraciada comarca. Como puede ser útil para tu salvación que la conozcas, voy a ordenarle que te la cuente -y, volviéndose hacia donde estaba el endemoniado, le dijo-: Pacheco, Pacheco, en nombre de tu redentor, te ordeno que relates tu historia.

Pacheco lanzó un terrible alarido, y comenzó en estos términos:

Historia del endemoniado Pacheco

«Nací en Córdoba, donde mi padre vivía disfrutando de una excelente posición. Mi madre murió allí hace tres años. Al principio, mi padre pareció sentir mucho su pérdida, pero al cabo de algunos meses, con ocasión de un viaje que tuvo que hacer a Sevilla, se enamoró de una joven viuda llamada Camila de Tormes. Esta Camila no gozaba de muy buena fama, y algunos amigos de mi padre intentaron hacerle desistir de tales relaciones. Pero fue inútil. Mi padre insistió en casarse con ella, y el matrimonio tuvo lugar dos años después de que mi madre muriera. Las bodas se celebraron en Sevilla, y pocos días después mi padre regresó a Córdoba con Camila, su nueva esposa, y una hermana de ésta que se llamaba Inesilla.

»Mi madrastra respondía perfectamente a la mala opinión que se tenía de ella, y lo primero que hizo en su nueva casa fue intentar seducirme, cosa que no logró, pues supe resistir a su intento. Pero, en cambio, me enamoré perdidamente de su hermana Inesilla. Mi pasión por ella creció de tal modo que no tardé en arrojarme a los pies de mi padre para pedirle la mano de su cuñada.

»Mi padre me obligó a levantarme, y después me dijo:

»-Hijo mío, te prohíbo que pienses en ese matrimonio, y te lo prohíbo por tres razones. En primer lugar, no sería serio que te convirtieras en el cuñado de tu padre. En segundo lugar, los santos cánones de la Iglesia no aprueban esa clase de matrimonios. Y por último, no quiero que te cases con Inesilla.

»Después de exponerme estas tres razones, me volvió la espalda y se marchó. Me encerré en mi cuarto, abandonándome a la desesperación. Mi madrastra, a quien mi padre había contado lo ocurrido, vino en seguida a verme. Me dijo que no debía desesperarme de ese modo, porque, aunque yo no pudiese ser el marido de Inesilla, podría ser su cortejo, es decir, su amante, y que el lograrlo corría de su cuenta. Pero a la vez me declaró la pasión que sentía por mí e hizo valer el sacrificio que hacía al brindarme a su hermana. Abrí mis oídos a sus palabras, que tanto encendían mis deseos, aunque Inesilla era tan recatada que me parecía imposible que se pudiese lograr que correspondiera a mi pasión.

»Por aquel tiempo mi padre decidió hacer un viaje a Madrid, con el propósito de conseguir la plaza de corregidor de Córdoba, y llevó consigo a su mujer y a su cuñada. Su ausencia iba a durar sólo dos meses, pero ese tiempo me pareció muy largo, estando lejos de Inesilla. Cuando transcurrieron los dos meses, recibí una carta de mi padre en la cual me ordenaba que fuese a esperarle a Venta Quemada, a la entrada de Sierra Morena. Unas semanas antes quizá hubiese dudado mucho antes de ir a Sierra Morena. Pero precisamente acababan de ahorcar a los dos hermanos de Zoto, su banda había sido dispersada y los campos parecían ahora bastante seguros. Partí, pues, de Córdoba a las diez de la mañana siguiente y pernocté en Andújar, en la posada de uno de los andaluces más charlatanes que he conocido. Pedí una cena abundante; comí buena parte de ella y guardé el resto para el viaje.

»Al día siguiente, al llegar a Los Alcornoques, almorcé algo de lo que había reservado la víspera, y aquella misma tarde llegué a Venta Quemada. Mi padre no había llegado aún, pero como en su carta me ordenaba que lo esperase me dispuse a ello con agrado, pues la posada era espaciosa y confortable. El posadero que la dirigía entonces era un tal González de Murcia, buena persona, pero muy hablador, que en seguida me prometió una cena digna de un grande de España. Mientras se ocupaba en prepararla, fui a pasearme por la orilla del Guadalquivir, y cuando regresé a la posada me encontré, en efecto, ya dispuesta una cena nada despreciable.

»Cuando terminé de cenar, dije a González que preparase mi lecho. Apenas me oyó vi que se turbaba, y empezaba a hablarme de modo confuso. Por último, me confesó que en la posada había fantasmas y que él y su familia pasaban las noches en una pequeña granja junto al río. Añadió que, si yo quería, podría prepararme una cama cerca de la suya. La proposición me pareció absurda, y le dije que podía irse a dormir donde quisiera, y que llamara a mis criados. Me obedeció, y se retiró al instante, moviendo la cabeza de un lado para otro y encogiéndose de hombros. Un momento después llegaron mis criados. También ellos habían oído hablar de aparecidos, y me rogaron que pasara la noche en la granja. No acepté, naturalmente, sus consejos, y les ordené que me prepararan la cama en la habitación donde había cenado. Me obedecieron muy a regañadientes, y cuando el lecho estuvo preparado me rogaron aún, con lágrimas en los ojos, que fuese a dormir con ellos a la granja. Sus ruegos me impacientaron de tal modo que les amenacé con arrojarlos violentamente, y se apresuraron a salir. Como no era mi costumbre que mis criados me ayudaran a desnudarme, pude pasarme fácilmente sin ellos. Pero debo reconocer que fueron muy gentiles conmigo, más de lo que yo merecía por mi crudeza al tratarlos. Antes de marcharse dejaron junto a mi lecho una vela encendida, otra de repuesto, un par de pistolas y algunos libros con cuya lectura pudiese permanecer despierto, aunque la verdad es que había perdido completamente el sueño.

»Durante un par de horas estuve leyendo y dando vueltas en la cama. Por último, oí el sonido de una campana o de un reloj que daba las doce. El hecho me sorprendió, pues no había oído dar las otras horas. Pero en seguida se abrió la puerta y vi entrar a mi madrastra, en camisón de noche, y llevando una palmatoria en la mano. Andando de puntillas se acercó hasta mí, con un dedo en la boca como para imponerme silencio. Y dejando la palmatoria en mi mesilla de noche se sentó en mi cama, tomó una de mis manos entre las suyas y me habló así:

»-Mi querido Pacheco, ha llegado el momento de ofreceros los placeres que os prometí. Hace una hora que hemos llegado a esta posada. Vuestro padre ha ido a dormir a la granja, pero como he sabido que os hallabais aquí, logré que me autorizara a pasar la noche en la posada con Inesilla. Ella os aguarda y está dispuesta a no negaros sus favores. Pero debo informaros de las condiciones que impongo para que logréis vuestra dicha. Amáis a Inesilla, y yo os amo. No es justo que, de nosotros tres, sólo dos sean felices a costa del tercero. Así pues, un solo lecho nos acogerá a los tres. Seguidme.

»Mi madrastra no me dejó tiempo para contestarla. Tomándome de la mano me condujo, de corredor en corredor, hasta que llegamos a una puerta, en donde Camila se puso a mirar por el ojo de la cerradura. Estuvo algún tiempo mirando, y después me dijo:

»-Todo va bien, podéis mirar vos mismo.

»Ocupé su puesto junto a la cerradura y pude ver a la encantadora Inesilla en su lecho. Me sorprendió el que no pareciera tan pudorosa como la había conocido siempre. La expresión de sus ojos, su agitada respiración, su animada tez, su actitud, todo en ella expresaba que estaba aguardando a un amante.

»Después de haberme dejado mirar unos minutos, mi madrastra me dijo:

»-Mi querido Pacheco, permaneced en esta puerta, y cuando llegue el instante oportuno vendré a avisaros.

»Cuando Camila entró en la habitación pegué mi ojo al agujero de la cerradura y vi mil cosas que me cuesta trabajo contar. Primeramente, Camila se desnudó del todo, y metiéndose en la cama de su hermana le dijo estas palabras:

»-Mi pobre Inesilla, ¿es verdad que deseas un amante? Pobre niña. No sabes el daño que te hará. Primero te derribará, se echará sobre ti, y después te aplastará y te desgarrará.

»Cuando Camila creyó que su alumna ya sabía bastante, vino a abrirme la puerta, me llevó hasta el lecho de su hermana y se acostó con nosotros.

»¿Que podría deciros de aquella noche fatal? Que agoté en ella las delicias y los crímenes. Durante largo tiempo estuve luchando contra el sueño y la naturaleza para lograr aún más los infernales goces. Finalmente, me dormí y desperté al día siguiente bajo la horca de los hermanos de Zoto, acostado entre los dos horribles cadáveres.»

En este momento, el ermitaño interrumpió al endemoniado y me dijo:

-Y bien, hijo mío, ¿qué te parece? Imagina tu horror si hubieses amanecido entre los dos ahorcados.

A lo cual respondí:

-Me ofendéis, padre. Un caballero no debe jamás tener miedo y menos aún si tiene el honor de ser capitán de la Guardia Valona.

-Pero hijo mío -continuó el padre-, ¿has oído decir alguna vez que semejante aventura ha sucedido a alguien?

Dudé un instante antes de contestar, y al fin le dije:

-Si esa aventura, padre, ha ocurrido al señor Pacheco, puede también suceder a otros. Pero mejor podré juzgar si se digna ordenarle que continúe su historia.

El ermitaño se volvió hacia el endemoniado y le dijo:

-Pacheco, en nombre de tu redentor, te ordeno que continúes tu historia.

Pacheco lanzó un nuevo y terrible alarido, y continuó de esta suerte:

«Dejé la horca medio muerto de miedo. Me arrastré como pude y marché sin saber adónde me dirigía. Por fin, encontré a unos viajeros que tuvieron piedad de mi situación y me condujeron a la Venta Quemada, donde hallé al posadero y a mis criados, muy preocupados por mí. Les pregunté si mi padre había dormido en la granja, y me contestaron que nadie había llegado aún.

»No me atreví a quedarme más tiempo en la Venta, y resolví regresar a Andújar. Cuando llegué ya se había puesto el sol y la posada estaba llena. Me prepararon una cama en la cocina, y me acosté pronto, pero los horrores de la noche anterior, vivos aún en mi espíritu, me impedían coger el sueño.

»Había dejado encendida una vela sobre el hogar de la cocina. De pronto, la vela se apagó, y sentí al instante un escalofrío mortal que heló mis venas. Al mismo tiempo alguien tiró del cobertor, y oí una voz femenina que me decía:

»-Soy Camila, tu madrastra. Tengo frío, amor mío, hazme sitio bajo la manta.

»Y otra voz:

»-Soy Inesilla. Tengo mucho frío, déjame entrar en tu cama.

»En ese momento sentí una mano helada que me agarraba por el cuello. Reuní todas mis fuerzas y exclamé:

»-¡Satán, vete de aquí!

»Entonces las dos voces de antes me dijeron:

»-¿Por qué nos echas? ¿No eres nuestro maridito? Tenemos mucho frío. Vamos a encender un poco de lumbre.

»En efecto, poco tiempo después vi las llamas en el hogar de la chimenea. La estancia se iluminó, pero en vez de ver a Camila y a Inesilla lo que vi fue a los hermanos de Zoto, colgados de la chimenea.

»Esta visión me aterrorizó. Rápidamente me levanté, salté por la ventana y me puse a correr con todas mis fuerzas. Por un momento creí haber logrado escapar de tantos horrores, pero al volverme vi con terror que era seguido por los dos ahorcados. Corrí de nuevo, y me pareció que había logrado dejarlos atrás. Pero mi ilusión duró poco. Las horribles criaturas lograron rodearme y llegar hasta mí. Intenté correr, pero mis fuerzas me abandonaron.

»Sentí entonces que uno de los ahorcados me sujetaba por el tobillo izquierdo. Intenté zafarme, pero el otro ahorcado me cortó el camino poniéndose ante mí, mirándome con ojos terribles y sacándome una lengua roja como el hierro cuando sale del fuego. Pedí clemencia, pero fue en vano. Aquel monstruo me sujetó del cuello con una mano y con la otra me arrancó el ojo que me falta. En el hueco de mi ojo introdujo su lengua de fuego. Me lamió el cerebro y me hizo aullar de dolor.

»El otro ahorcado, que me había agarrado la pierna derecha, quiso también martirizarme. Comenzó haciéndome cosquillas en la planta del pie que tenía sujeto, pero después el monstruo me arrancó la piel del pie, separó los nervios, les quitó su encarnadura, y el muy canalla se puso a tocar sobre ellos como si fuesen un instrumento musical. Mas como por lo visto no daban un sonido que fuese de su agrado, hundió sus uñas en mi corva, agarró con ellas mis tendones y se puso a retorcerlos, como se hace para afinar un arpa. Finalmente, se puso a tocar sobre mi pierna, convertida en salterio. Escuché su risa diabólica, y mientras el dolor me arrancaba terribles aullidos los gemidos del infierno me hacían coro. Cuando oí el rechinar de los condenados me pareció que cada una de mis fibras era triturada por sus dientes. Por último, perdí el conocimiento.

»Al día siguiente, unos pastores me encontraron en el campo y me trajeron a esta ermita. Aquí he confesado mis pecados y he hallado al pie de la cruz algún consuelo a mis desgracias.»

Nuevamente el endemoniado lanzó un horrible aullido y se calló. El ermitaño habló entonces, y me dijo:

-Joven, ya ves el poder de Satán. Debes rezar y llorar. Pero ya es tarde y debemos separarnos. No te invito a que descanses en mi celda porque Pacheco lanza tales gritos durante la noche que no podrías dormir. Ve a acostarte a la capilla. Allí estarás bajo la protección de la cruz que triunfa sobre los demonios.

Contesté al buen ermitaño que lo haría de buen grado. Llevamos a la capilla un pequeño catre de tijera y me acosté en él, mientras el ermitaño me deseaba buenas noches.

Cuando me encontré solo me puse a pensar en la historia de Pacheco, en la que encontraba bastante semejanza con mis propias aventuras.

Me hallaba aún pensando en ello cuando oí que daban las doce, pero no podía saber si era la campana de la ermita o si es que iba a toparme nuevamente con aparecidos. A los pocos instantes oí que llamaban a la puerta de la capilla, y pregunté:

-¿Quién es ahí?

Una voz femenina me respondió:

-Tenemos frío, ábrenos, somos tus mujercitas.

-Sí, sí, malditos ahorcados -les contesté-, volveos a vuestra horca y dejadme dormir.

La misma voz volvió a decirme:

-Te burlas de nosotras porque estás en una capilla. Ven fuera y verás...

-Ahora mismo voy -contesté.

Fui a buscar mi espada e intenté salir, pero vi que la puerta estaba cerrada. Les dije a los aparecidos lo que ocurría, pero no me contestaron. Entonces me fui a acostar y dormí hasta el alba.

FIN


El cuento "Historia del endemoniado Pacheco" es un fragmento (Jornada Segunda) de la novela Manuscrito encontrado en Zaragoza.
















Una muestra de la versión cinematográfica:



martes, 14 de junio de 2011

EL BORAMETZ

De El libro de los seres imaginarios (o Manual de zoología fantástica) de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero:

EL BORAMETZ

El cordero vegetal de Tartaria, también llamado Borametz y "Polypodium Borametz", y "polipodio chino", es una planta cuya forma es la de un cordero, cubierta de pelusa dorada. Se eleva sobre cuatro o cinco raíces; las plantas mueren a su alrededor y ella se mantiene lozana; cuando la cortan sale un jugo sangriento.

Los lobos se deleitan en devorarla. Sir Thomas Browne la describe en el tercer libro de la obra Pseudodoxia Epidemica (Londres, 1646). En otros monstruos se combinan especies o géneros animales; en el Borametz, el reino vegetal y el reino animal.

Recordemos a este propósito la mandrágora, que grita como un hombre cuando la arrancan, y la triste selva de los suicidas, en uno de los círculos del Infierno, de cuyos troncos lastimados brotan a un tiempo sangre y palabras, y aquel árbol soñado por Chesterton, que devoró los pájaros que habían anidado en sus ramas y que, en la primavera, dio plumas en lugar de hojas.






domingo, 12 de junio de 2011

TIENDA DE CHATARRA

TIENDA DE CHATARRA
John Brosnan


Joe descubrió la tienda por casualidad durante uno de sus paseos a la hora del almuerzo. Estaba apretujada entre una fábrica en ruinas y un vacío almacén en una pequeña callejuela. Si le preguntan el lugar exacto, Joe será incapaz de contestar, aunque él sabe que se hallaba cerca de las cocheras de tranvías. No era lo que se llama propiamente una tienda, dice Joe; no había escaparate, no había nada, en realidad no era más que una barraca.

En fin, Joe se detiene al llegar a la tienda y atisba el interior. No consigue ver gran cosa porque el sol brilla bastante ese día, y el interior está oscuro, pero vislumbra un letrero en una mesa, cerca de la puerta, que tiene escrita la palabra CHATARRA. Joe, como es sabido, es aficionado a husmear en tiendas de chatarra y similares, y entra. Todavía no puede ver nada, deslumbrado como está por el sol, pero el lugar huele mal. El ambiente es caluroso y húmedo, tiene un sabor «metálico» (si le preguntan a Joe qué pretende decir con eso, él supondrá que se trata del criadero perfecto para uno de sus dolores de cabeza). Pero Joe decide que echará una rápida ojeada, y cuando por fin sus ojos se adaptan a la oscuridad interior, empieza a husmear.

Las existencias, suponiendo que se las pueda llamar así, están dispuestas en dos hileras de mesas largas y estrechas que se extienden hasta la misma parte trasera de la tienda. Al principio nada parece prometedor a Joe, en realidad ni siquiera reconoce lo que ve; pero eso no le sorprende, ya que supone que los objetos más vulgares parecen extraños cuando están alejados de su habitual entorno. Al coger una retorcida pieza de metal, preguntándose si procede de las entrañas de un motor de reacción o de una lavadora, Joe nota de pronto que alguien está de pie junto a él. Sorprendido, se vuelve y ve a un anciano vestido con un sucio mono.

Suponiendo que debe de ser el propietario de la tienda, como así es realmente, Joe sonríe y le dice:

—Sólo estoy echando una ojeada. Le parece bien, ¿no? —-Claro —dice el viejo—, mire cuanto quiera. Él es un extraño bobalicón, según Joe. Piel amarillenta, ¿saben?, como de ictericia, y ojos de brillante color anaranjado. Bien, pregunten a Joe luego. La cuestión es que a Joe no le gusta el aspecto del anciano y confía en que se esfume. Joe considera que ser observado anula toda la diversión de curiosear.

—Estaré detrás —dice el viejo—. Dé un grito si encuentra algo que le guste.

Y se va. Sintiéndose más feliz, Joe continúa su fisgoneo y, dos minutos más tarde, topa con algo que le interesa. Es una esfera en forma de huevo, de veinte centímetros de diámetro, hecha con vidrio transparente o algo similar. Como por arte de magia —y Joe tiene sus ideas al respecto— el anciano vuelve a estar junto a él con aire ansioso. Joe está tan sorprendido que el objeto por poco se le escapa de las manos.

—¿Le gusta? —pregunta el viejo.

—Oh, no sé —dice Joe—. ¿Qué es? No será una de esas bolas de cristal, ¿eh?

—Nooo —dice el viejo—. Es lo que podría llamarse una novedad. Mire fijamente el interior.

Joe obedece. Descubre que el huevo tiene un trozo de reluciente neblina en el centro.

—Observe —dice el viejo.

Joe observa y ve que la zona de neblina se encoge. Se hace cada vez más pequeña hasta que es imposible verla. Luego hay un brillante centelleo de luz y la zona de neblina reaparece, pero en esta ocasión creciendo.

—¿Qué es? —vuelve a preguntar Joe.

—El universo —responde el anciano.

—Oh —dice Joe, y luego piensa un poco—. Muy ingenioso, ciertamente. Como una de esas escenas de Navidad para los niños. Las agitas y parece como si nevara dentro.

—Nooo —dice el anciano—. Esto es genuino. Lo que está sosteniendo usted es su verdadero universo.

—Me está tomando el pelo —dice Joe—. ¿Cómo puede meterse el universo entero en un huevo de cristal de este tamaño?

—No lo sé —responde el viejo—. Supongo que es como meter un barco dentro de una botella Era un hobby de un antepasado mío. Ni siquiera tengo una pista de cómo lo hacía.

—Pero ¿cómo podemos estar aquí sosteniendo el universo? —pregunta Joe—. ¿No deberíamos estar también dentro del huevo?

—Estamos, o estaremos, o estuvimos; no estoy seguro. Una escala de tiempo muy distinta, eso está claro por el hecho de que podemos ver la vibración del universo. Mientras hablamos, millones de años pasan dentro del huevo.

—Hummm —dice Joe.

—Bien, ¿lo quiere? Será una maravillosa curiosidad en su cuarto de estar. Es francamente espectacular si apaga las luces.

—No quiero que se forme una idea equivocada —dice Joe—, pero me resulta difícil tragar esta bola. ¿Puede demostrar que es el universo verdadero?

El anciano suspira.

—Naturalmente —dice—. Basta con que me mire los ojos.

—Bueno... —dice Joe, y empieza a retroceder.

—Mire —repite el viejo.

Y Joe, simplemente para darle gusto, observa los curiosos ojos anaranjados del viejo chiflado, y de repente comprende, comprende —pero no le pidan que explique cómo— que el anciano está diciéndole la verdad.

—¡Cristo! —exclama Joe—. ¡Vaya antepasados que tiene!

El viejo tipo ofrece una sonrisa a modo de excusa y se encoge de hombros.

—Pero, como puede ver, yo he topado con tiempos difíciles...

Joe vuelve a mirar el huevo.

—Cristo —murmura—, el verdadero universo... —Luego le asalta un pensamiento—. Eh, ¿cuánto quiere por esto?

El anciano medita.

—¿Qué le parece un dólar y medio? —pregunta.

Joe menea la cabeza y, con aire de tristeza, deja el huevo en la mesa.

—Lo que pensaba —comenta—, demasiado. ¿Qué otras cosas tiene?



John Brosnan nació en Perth, Australia occidental, en 1947, y se estableció en Gran Bretaña en 1970. Ha escrito diversos libros sobre cine, entre ellos Future Tense: The Cinema of Science Fiction, y dos novelas, Skyship y The Midas Deep, así como cuentos «fundamentalmente de naturaleza humorística, aunque las opiniones varían».

miércoles, 8 de junio de 2011

BANDA SONORA

Esta nueva sección tiene por objetivo compartirte las rolas que han coloreado mis pensamientos recientemente.

MALIGNO - Shine
Rola ideal para agitar la mata y hacer air-guitar; incluida en el reciente y poderosísimo The funeral domine (2011).




ARCH ENEMY - Yesterday is dead and gone
Siempre es un agasajo ver y escuchar a Angela; rola incluida en el reciente Khaos legions (2011).




FOO FIGHTERS - Rope
Wasting light (2011), su más reciente álbum, es un discazo.




THE HEAVY - How you like me now?
Banda con onda retro al estilo de los Black keys, pero con más sabor; rola incluida en el álbum The house that dirt built (2009).




LIVING THINGS - Bombs below
Trío de carnales tocando un rock poderoso y contestatario; rola incluida en Ahead of the lions (2005).




CORROSION OF CONFORMITY - Albatross
Cuando el grunge dominaba al mundo; rola incluida en Deliverance (1994).




3 INCHES OF BLOOD - Strenght of the grave
Del EP, Anthems for the victorious (2011), de esta bola de greñudos barbones.




DANGER MOUSE AND SPARKLEHORSE feat. WAYNE COYNE - Revenge
Como siempre, la voz de Wayne te pone chinita la piel; rola incluida en Dark night of the soul (2009).

viernes, 3 de junio de 2011

RESUMEN MENSUAL DE CINE

Breves comentarios de las películas que vi en Mayo:

BUENAS

OCTUBRE - Personajes muy bien desarrollados, con virtudes y defectos, contradictorios, de carne y hueso... Cinta peruana que nos presenta la vida normal de un frío prestamista hasta que encuentra a un bebé en su casa.

PEZ MORTAL - Ritmo lento que se va tornando vertiginoso a la par de los sentimientos del protagonista. Dura crítica a la culpa y vergüenza con las que el catolicismo ha envuelto a la sexualidad. Y es que cuando un hombre no tiene sexo, puede cometer locuras...

MOTHER - Lo que una madre está dispuesta a hacer por su hijo. El director, Joon-ho Bong deja de lado lo fantástico (THE HOST) y nos regala una inquietante cinta de suspenso donde toda la importancia y la fuerza dramática cae en la madre, la maravillosa Hye-ja Kim.

SOBREVIVIR A LA VIDA - Jan Svankmajer lo vuelve a hacer. Cinta inteligente que confronta a Jung con Freud; que se interna en la psique de un hombre afectado por problemas familiares. No encontrarás conejos rellenos de aserrín, marionetas fausticas o bistecs amorosos; en cambio, fotos y recortes que cobrarán vida en el maravilloso mundo surrealista de Jan.


HIERRO - Cinta española que, a pesar de no ser un tema novedoso, nos cuenta, con una belleza estética, la historia de una madre que ha perdido a su hijo. La isla de El hierro es impresionante y, como plus, la belleza de Elena Anaya.


REGULARES

EL CHICO QUE MIENTE - Después de una catástrofe ambiental, un chico decide recorrer Venezuela en busca de su madre. Todo pintaba para que esta película entrara en la categoría de BUENAS pero la búsqueda se vuelve cansada y repetitiva.

ANIMAL KINGDOM - Algo así como El padrino y Los Sopranos pero australianos. A pesar de tener buenos momentos, no alcanzan el carisma de los mencionados; la trama pierde fuerza y el final parece nunca llegar. La mamá, Jacki Weaver, se roba la película.

OUTRAGE - Otra de mafiosos, mejor dicho, de yakuzas, al estilo Kitano. Como siempre, visualmente intachable, pero la historia se torna predecible. Se agradece las bonitas escenas gore.


MALAS

CUCHILLO DE PALO - Dizque documental paraguayo que intenta mostrarnos la represión gay en ese país. Pero no puedes armar un documental con sólo un par de fotografías y un video familiar. La directora, que amaba salir a cuadro, creyó tener en sus manos un buen machete, pero resultó ser un simple cuchillito de palo.

THOR - No sé si culpar a Stan Lee (no he leído el cómic) o a Kenneth Branagh por destrozar la mitología nórdica. Tantas cosas fantásticas que nos pudieron haber contado pero salieron con su gringada. Patética y ofensiva. Si les daba flojera leer las Eddas, por lo menos hubieran revisado Wikipedia, cuyo artículo acerca de la mitología nórdica es cien veces más divertido que la película.

SANGRIENTO DÍA DE LAS MADRES - Otra tomada de pelo; un robo descarado. El título sólo fue utilizado como gancho publicitario porque nada tiene que ver con la historia, que resultó ser otra gringada.

CORTOS CUEC - Ocho cortos de los cuáles sólo uno valió la pena (DÍAS DISTINTOS); los demás para llorar. Sé que están empezando estos jóvenes cineastas, pero por favor profes, exíjanles más.


VIEJITA PERO CHIDITA
Esta nueva categoría se estrena con dos joyitas del terror:

CARRIE - A pesar de sus 35 años, bien podría pasar como cualquiera de las núbiles desnudas con las que abre la película. Aplausos de pie al señor De Palma.

¿QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO? - También de 35 años, esta cinta española no le pide nada a películas como CHILDREN OF THE CORN y demás cintas de niños malvados. El inicio estremecedor te hará sentir como un vil cerdo capitalista. Aplausos de pie al señor Ibáñez.



MENCIÓN HONORÍFICA
Neuromaratón dedicado a las madres:
MADRE E HIJO, CARRIE, MOTHER, ANIMAL KINGDOM