viernes, 29 de mayo de 2015

EL APARATO DEL DOCTOR TOLIMÁN

En Autobiografía*, Emiliano González apunta:

Le encargué a mi padre, que iba a viajar a España, el libro Penumbra de Emiliano Ramírez Ángel (autor modernista español, cuyo título me llamó la atención por mi propia Penumbria, ciudad imaginaria). 



Mi padre no encontró el libro, pero encontró otro, con el mismo título, Penumbra, una antología de cuentos fantásticos que incluía “Horacio Kalibang o los autómatas” de Holmberg, un cuento que es precursor de mi cuento “Rudisbroeck o los autómatas”, igual que “El aparato del doctor Tolimán” de Alejandro Cuevas (1910).   



Alejandro Cuevas, según la ficha de la Enciclopedia de la Literatura en México, nació en 1870 y murió en 1940, en la ciudad de México. Estudió en el Conservatorio de la ciudad de México. Escribió música y puso en escena algunas de sus obras en el Teatro Arbeu. Después se dedicó a escribir en calidad de dramaturgo. Abogado.

“El aparato del doctor Tolimán” se publicó en Cuentos macabros (J. R. Garrido y Hermano, 1911)...



...y en la revista Emoción



En "El año de la ciencia ficción mexicana", Miguel Ángel Fernández apunta:

8 a 27 de noviembre
Las revistas pulp en México:

La primer revista mexicana de papel de pulpa de madera en publicar periódicamente historias de ciencia ficción, fue la semanal (quincenal en sus primeros números) Emoción, que inició como una revista de literatura policiaca. Quizá para probar el gusto de los lectores, introdujo, a partir del número 2, una o dos historias traducidas de originales de Amazing Stories, Wonder Stories Scientific Detective Monthly. Los autores más importantes que aparecieron aquí, fueron John W. Campbell (como Don A. Stuart) y Stanley G. Weinbaum. En los números 19 y 20 (abril, 1935) le dieron la oportunidad por primera vez a un autor mexicano ya reconocido, Alejandro Cuevas con “El aparato del Dr. Tolimán” (original de sus Cuentos macabros, 1911). Más adelante, en agosto-septiembre del mismo año, se publicó quizás al único mexicano que escribiera específicamente para la revista, G. Loreto con “Los últimos días de la Tierra”, una inquietante historia sobre la pérdida gradual del campo gravitacional terrestre y los intentos desesperados de los sobrevivientes por escapar a la catástrofe.

En The Emergence of Latin American Science Fiction (Wesleyan University Press, 2011), Rachel Haywood Ferreira apunta en el capítulo “El doble: de la ciencia a la tecnología”:



La figura de la artificialidad generada por el doble humano ha permeado al género desde la época de la proto-ciencia ficción hasta nuestros días. Los métodos empleados para la creación (o recreación) y la forma de los dobles reflejan la tecnología de su tiempo. También sirven para evaluar la reacción de la sociedad ante tal tecnología y como vehículo para seguir explorando aquella vieja pregunta de lo que nos hace humanos.  La actual fascinación por los clones, por ejemplo, años atrás fue encarnada por los cíborgs, androides y robots. Como el término “robot” no fue acuñado hasta 1920 (por Karel Capek en R.U.R.: Rossum´s Universal Robots), es necesario mirar más atrás -hacia figuras como los autómatas, gólems y homúnculos, y hacia obras como El hombre de la arena (Hoffmann, 1816) y Frankenstein (Shelley, 1818)- para señalar las influencias literarias de los textos que discutiremos en este capítulo: “Horacio Kalibang o los autómatas” (Holmberg, 1879), “El aparato del Doctor Tolimán (Cuevas, 1911) y los cuentos de Quiroga “El hombre artificial” (1910),  “El retrato” (1910) y “El vampiro” (1927)...

Y ya refiriéndose específicamente al cuento de Cuevas, continúa:

LA SANGRE HABLARÁ
“El aparato del doctor Tolimán” de Alejandro Cuevas

Alejandro Cuevas (1870-1940) fue un abogado, que llegó a litigar incluso en la Suprema Corte de Justicia, y un reconocido compositor. Publicó Cuentos macabros en 1911. Algunas de esas historias ya habían aparecido en el Suplemento ilustrado de El Diario en 1908. Se desconoce si “El aparato del doctor Tolimán” se publicó ahí, pero es seguro que se escribió antes del 27 de agosto de 1909, fecha en la que Juan de Dios Peza firmó el prólogo de Cuentos macabros. En éste, Peza destacó la gran influencia de la literatura francesa en la obra de Cuevas (Dumas y Zola), así como los vasos comunicantes con los cuentos góticos de Hoffmann. Además, comparó su estilo, que combinaba lo fantástico con lo real, con la obra de otros escritores mexicanos (Altamirano y Castera).

Algunos lo llamaron el “Maestro del terror mexicano”.

De su libro, el cuento con más elementos de ciencia ficción es, precisamente, “El aparato del doctor Tolimán”. Éste no es el típico cuento donde se construye a otro ser, pues la duplicidad es más mental que física. La historia expone la fina línea entre la vida y la muerte, y analiza la paternidad y la herencia. Por otro lado, el “aparato” que utiliza Tolimán para revivir a los muertos no está basado únicamente en elementos científicos, sino que incorpora tecnología cotidiana...

Comparando al Doctor Tolimán con otros científicos/inventores, como Frankenstein y los que veremos en este capítulo, se evidencia que Tolimán lidia con su propia destrucción, aunque más por el deseo de venganza que por un orgullo desmedido.

Un punto clave en la historia es que únicamente Tolimán (así como el narrador y el lector) sabe de su doble existencia. Aunque no tiene presencia física, rige su vida y controla su futuro, tal como la criatura dominó a Frankenstein. En contraste con ésta, la regeneración eléctrica empleada por Tolimán no puede ser vista como progenitora de nuevas especies. Como Frankenstein, Tolimán sufre por un amor perdido y por la incapacidad de procrear, pero -a diferencia de los científicos/inventores de Shelley, Holmberg y Quiroga- también es incapaz de generar vida a través de la ciencia. Tolimán no puede, literal y metafóricamente, concebir otro ser para que continúe su obra, pues no puede escapar de la relación destructiva que sostiene con su propio padre.

Además, la trama les recordará a “Herbert West: reanimador” de Lovecraft (1922).

AQUÍ pueden leer “El aparato del doctor Tolimán”.


*Texto en busca de editorial.

miércoles, 27 de mayo de 2015

LA MANIOBRA EN EL EXCÉLSIOR

El sábado 16 de mayo se publicó en la sección cultural del Excélsior una entrevista que me realizó Luis Bugarini sobre La maniobra de Heimlich (Cuadrivio, 2014)...





Aquí se puede leer mejor.

Y aquí pueden conseguir el libro.


lunes, 4 de mayo de 2015

EL EMPALME DE LOS GNOMOS

El 16 de abril se presentó en Guadalajara la tercera generación (títulos 13 al 18) de la colección Instantánea de Editorial Paraíso Perdido.



El empalme de los gnomos, micronovela fantástica, se publicó bajo el enigmático número 13.


Al Paraíso Perdido llegué gracias a Juan Peregrino no salva al mundo, increíble novela de Rafael Villegas; y a la colección, por el propio Rafa y su Luisiana (6).

El título hace referencia al siguiente fragmento de "Rudisbroeck o los autómatas" de Emiliano González (Los sueños de la bella durmiente, 1978):

¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Ha cruzado el pantano verdinegro? ¿Ha rasgado la cortina de zarzas? ¿Ha tomado el empalme de los gnomos?

Si siguen esta bitácora o a Penumbria, sabrán que soy un gran fanático, defensor y divulgador de la obra de Emiliano González, el mejor escritor mexicano de literatura fantástica.

Utilizo el término micronovela porque es una gran historia contada en muy poco espacio (50 páginas). Cada capítulo está conformado por un párrafo que, mientras avanza la historia, va disminuyendo hasta quedar unas cuantas palabras.

A su vez, intercalé la historia lineal con secuencias oníricas, listados de recuerdos y sensaciones, la letra de una canción, anuncios, cartas, noticias del periódico...

En la cuarta de forros se puede leer la siguiente sinopsis:

La vida en un futuro cercano es gris y apocalíptica: lluvia constante, gatos callejeros asesinos, agencias de viajes que prometen paseos al espacio y es mejor cargar con una lámpara porque la electricidad desaparece cuando más se necesita. El protagonista de esta historia va dejando mensajes en los libros que se venden en las librerías de segunda mano, ¿logrará establecer el contacto que busca?

En esta micronovela se juega con la brevedad, con la tipografía, con la música. El autor excava en las paredes de lo impredecible, que al ser breve, es dos veces mejor.

La canción que aparece por aquí y por allá, guiando/confundiendo al protagonista y que detonó la ficción/sueño de este proyecto, es "La razón que te demora" de La Renga.




Este libro comencé a escribirlo en 2011. En el proceso tuve que re-escribir algunos capítulos por la dolorosa muerte de Ray Bradbury. La última versión la terminé unos días antes de la muerte de Terry Pratchett, cerrando un círculo trágico.

La estructura fue una premonición (término empleado por Emiliano González para referirse a obras que, a pesar de ser concebidas años atrás de la propia, se leyeron después y que contienen algunos vasos comunicantes) de mi lectura de La casa de hojas de Mark Z. Danielewski; y la atmósfera, de My work is not yet done de Thomas Ligotti. 

Generalmente lo fantástico es utilizado (erróneamente) como escape de la realidad; por ello, decidí que fuera al revés: el protagonista se sumerge en lo cotidiano para escapar/olvidar lo fantástico que le ha ocurrido (y le seguirá ocurriendo).

A propósito de este tema, me encanta la cita de Leonard Cline en La estancia oscura (1927):

La imaginación... ¡Cómo la malinterpretamos! Ha llegado a tomar el significado de huída y refugio de la realidad. Pensamiento autista, la ha llamado Bleuler. Y en el fondo es, y no en ningún sentido poético, un regreso a la realidad perdurable. Es afirmación en lugar de negación. No se mueve en la bruma sino en la luz...

Agradezco muchísimo a Antonio Marts, editor de Paraíso Perdido, por las sugerencias que, sin duda, mejoraron la obra (y por llevarme a Guadalajara para presentarla) y a mis compañeros de colección, todos ellos chicos talentosos. 




Aquí pueden conseguirlo.





miércoles, 1 de abril de 2015

BALLARD Y EL CINE DE CF

…En muchas de estas películas exitosas de ciencia ficción que se hacen en Hollywood -tipo Star Wars-, lo que queda afuera es la imaginación. Las mejores películas de ciencia ficción (incluidas aquellas de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta) son impresionantes, porque el futuro agarraba a tu imaginación por el cuello, por decirlo así, desde que empezaban los títulos. The day the Earth stood still, Them, la original The Thing. Hay una -The incredible shrinking man- que es una obra maestra, está entre las mejores de todos los tiempos. Incluso Forbidden Planet, aunque la pusieron un poco por las nubes. Y la original Invasion of the body snatchers.

Eran obras maestras porque concretizaban la idea del futuro; el tiempo comenzaba a acelerarse en el momento en que estas películas se estrenaban. Por el contrario, lo que pasa con Star Wars y otras películas de ese estilo es que uno siente que el tiempo se detiene. En estos filmes existe una suerte de continuo atemporal que no tiene nada que ver con el futuro; podrían perfectamente transcurrir en el pasado más remoto. Del mismo modo, carecen del sentido de la continuidad; no te da la sensación de que eso va ser la vida mañana, o para mis hijos, el día después de mañana.

Una película de ciencia ficción que me impactó mucho es The Road Warrior (previamente titulada Mad Max II). Realmente me encantó, pienso que es una película fascinante. Representa un futuro verosímil, en el que puedo creer. Técnicamente, y en el plano de la imaginación, es una película deslumbrante…



Fragmento de J. G. Ballard: para una autopsia de la vida cotidiana / conversaciones (pág 52)

lunes, 2 de marzo de 2015

NIÑOS TERRIBLES

Texto que la muy querida y admirada Beatriz Álvarez Klein leyó en la presentación de Los niños de Arkham y otros cuentos extraños:


Niños terribles pueblan el México de nuestros días.

No me refiero, claro está, a los niños que figuran, aquí y allá, en las páginas de los diarios. Los niños de los que hablo –de los que habla Miguel Antonio Lupián en el libro que hoy tengo el honor de presentar– aparecen en nuestro mundo cotidiano con la fuerza del destino inexorable, como avatares que señalan los rumbos de un futuro cada día más cercano.

Si he de proponerme encuadrar este libro –aunque lo del cuadrado no le va, pues responde más bien a una geometría no euclidiana– tras de haberlo leído y releído, reflexiono sobre el concepto de movimiento literario. Si por éste entendemos una tendencia que reúne a escritores que comparten un estilo o un objetivo común y que se circunscribe a una época específica y, a veces también (pero no siempre) a un lugar determinado, tendríamos que inventarnos el concepto de “metamovimiento” para designar un gran movimiento que se manifiesta en forma de espiral en diversos momentos de la historia, a través de los cuales se va fortaleciendo ese objetivo común. Así, por ejemplo, podemos decir que un metamovimiento surge, por primera vez de manera reconocible, en las etapas tardías de la cultura egipcia, en la época helenística, en la época de plata de Roma, en el Renacimiento, en el Barroco, en el Romanticismo, en el Decadentismo y el Simbolismo hacia finales del siglo XIX y principios del XX, en las vanguardias del siglo XX, en los años 1960 y la primera mitad de los 1970, y ahora mismo lo vemos revolver el fondo de las ciénagas, de los océanos, de los pozos profundos,  para dejar por instantes que asomen sobre la superficie algún tentáculo.

Estos momentos se alternan con otros en que la atemorizada humanidad busca refugio en un ideal de la norma, la austeridad espartana, la línea recta. Pero esos no son los que nos interesan: dirigimos nuestra mirada hacia aquel metamovimiento de lo insólito, de las profundidades del inconsciente, de las líneas curvas, pues es ése el que resguarda la sabiduría antigua, el que explora los vasos comunicantes entre ésta última y las profundidades de nuestra mente y de nuestra alma. Podemos decir, entonces, que el cultivo de este metamovimiento es un sacerdocio en el sentido más panteísta del término, reconocible en la presencia de una serie de motivos, así como en alusiones a los predecesores.

A este linaje pertenece Miguel Antonio Lupián. Están en esta obra no sólo las francas alusiones a la obra de Howard Phillips Lovecraft y sus seguidores, como en el relato que da título al libro, sino también a otros sacerdotes de la palabra como Arthur Symons, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood, Jorge Luis Borges y Emiliano González. Por cierto que también hallamos una alusión llena de irónico humor lovecraftiano a la austera obra de Juan Rulfo.

Y más allá de las alusiones mencionadas, decimos que Miguel Antonio se inserta por derecho propio y pleno en el movimiento de vanguardia derivado del simbolismo, y no lo hace desde la nostalgia sino, justamente, desde la postura de quien mantiene la llama viva agregando leños nuevos.

En Los niños de Arkham hay puertas que comunican dimensiones diversas, realidades paralelas, tiempos que se cruzan; pozos cuyo fondo –si lo tienen– se encuentra mucho más allá de los mantos freáticos. Hay también encuentros con el doble que nos indica la ubicación de alguna de esas puertas, con el doble nos tienta a salir de nuestro mundo, que usurpa nuestra vida, que es a la vez otro y el mismo, en ambientes de ciencia ficción o en escenas que nos recuerdan el mundo del sueño de Giorgio de Chirico o de René Magritte. Hay deseos que se cumplen para horror nuestro. Hay realidades ambiguas que dejan entrever otras monstruosas y absolutas, realidades que están al filo entre la locura y lo sobrenatural; pero también hay paraísos detrás de una cortina en una casa de pueblo o visibles desde una ventana abierta.

Y sobre todo, hay niños y hay niñez. Los niños se tornan herederos, a veces ilegítimos, del porvenir, juegan a ocultarse como criaturas de Innsmouth para tomar posesión de ese mundo que ha dejado de ser de nosotros para volverse suyo. Y también hay la mirada de la infancia, con su canal abierto a ese punto en el que las profundidades del inconsciente son también las profundidades del ultramundo; esa mirada a un tiempo inocente y propia del perverso polimorfo, para quien toda experiencia es fresca y por lo mismo, sorprendente.  

Resultado de un evidente dominio de la narrativa, los relatos que integran este libro nos llevan así de sorpresa en sorpresa. Nada es lo que parece. Los personajes que vemos en las calles en el día a día desempeñan en realidad una misión críptica en un orden universal del todo ajeno a nuestra comprensión: el librero de viejo, el taxista, la persona que sufre un accidente en la vía por la que vamos transitando. Miguel Antonio nos muestra las señales de otros mundos que están presentes en el nuestro, visibles sólo al ojo adiestrado en el arte de reconocerlas. De este modo, actos sumamente cotidianos, casi nimios, como bajarse de un auto varado en el tráfico para orinar cerca del borde de la carretera, o comprar un libro viejo por una suma irrisoria, adoptan dimensiones cósmicas, bíblicas o, las más de las veces, necronómicas.

Como nos lo muestra aquí Miguel Antonio, el acto de escribir y el acto de leer son la chispa que mantiene vivo el fuego sagrado en el ara de la literatura fantástica y transmite inexorable un linaje de vida. La palabra escrita llama, busca y encuentra a su destinatario; los libros, objetos alquímicos, mágicos, cobran vida “como cangrejos en una cubeta” y marcan nuevos eones, alterando el sino planetario.

Ante el nacimiento de este nuevo libro de Miguel Antonio Lupián, no puedo menos que dirigir a ustedes esta tarde una advertencia que es a la vez un reto, una invitación a la audacia: ten cuidado de lo que lees, porque puedes despertar realidades que duermen desde el inicio mismo de los tiempos.

Muchas gracias.

Beatriz Álvarez Klein



Aquí pueden leer el texto de la maravillosa Iliana Vargas.

Y aquí pueden conseguir el libro.




jueves, 19 de febrero de 2015

FIL DE MINERÍA

El viernes 20 de febrero, a las 7pm en el auditorio cuatro de la XXXVI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, platicaré sobre mis cómics favoritos de terror…



Y recuerden que en el stand del Estado de Morelos (1006 y 1007) pueden conseguir Los niños de Arkham:




lunes, 9 de febrero de 2015

LOS NIÑOS DE ARKHAM

Más de dos meses en silencio, pero la espera valió la pena.

El sábado 7 de febrero se presentó en Grotesco Los niños de Arkham y otros cuentos extraños, mi más reciente libro.



Tanto La maniobra de Heimlich (Cuadrivio, 2014) como Los niños de Arkham... fueron pensados y concebidos originalmente como uno solo, pero al separarlos me di cuenta que eran totalmente diferentes. Los dos abordan lo fantástico, pero desde diferentes ángulos. 

Quince cuentos, quince escuincles traviesos.

Lo de "cuentos extraños" es un homenaje a la literatura weird y a Robert Aickman; y "Arkham", a Lovecraft, por supuesto.


Efraím Blanco y su Lengua de Diablo hicieron un magnífico trabajo.

La portada es de la talentosísima Brenda Hinojosa, con quien estaré eternamente agradecido porque logró capturar la esencia del libro y la llevó más allá, donde habitan los Primordiales. 



Y lo que opinaron Beatriz Álvarez Klein, Iliana Vargas y Davo Valdés me estremeció.



Aquí la cuarta de forros, por Davo:


Este libro es un recorrido por la ciudad. Primero por la ciudad de México, a través de calles que esconden terribles secretos, criaturas ancestrales y grotescas; y luego por los rincones oscuros de la mente humana donde el horror encuentra su morada idónea y desconcertante. Poco a poco el espacio donde transcurren estos cuentos extraños se va oscureciendo y abstrayendo hasta que de pronto es difícil reconocer lo que antes era conocido. Ya no sabemos si lo que leemos ocurre en la imaginación de algún personaje, o si en realidad estamos contemplando el borde de la locura o leyendo las páginas de un libro perdido con historias que no debieron pronunciarse nunca. Donceles se convierte en el epicentro del fin del mundo y las trajineras de Xochimilco, en el único refugio disponible para sobrevivir un diluvio violento. Al final sólo nos queda observar las sombras (espejos verdaderos del alma) desde las ventanas de Arkham, asilo para los dementes y preguntarnos: ¿Quién es el verdadero loco? ¿No somos nosotros los que buscamos eso prohibido en los libros y en las películas? ¿No somos nosotros persiguiendo a Yoshimi en lugar de aceptar el tedio de la existencia cotidiana? 

Miguel Antonio Lupián Soto es un escritor que navega con firmeza en los mares de la literatura fantástica y de horror. Sus cuentos están habitados por seres intertextuales, horribles, entrañables, cuyos guiños han construido poco a poco en su obra una mitología nueva, una que logra conjuntar a seres Primordiales con monos tití y con oficinistas aburridos. Adelante, hijos de Arkham, remen con fuerza. Bienvenidos a casa. 


Davo Valdés de la Campa


Si les interesa y les queda cerca metro Etiopía, pueden escribirme a miguel.lupian@gmail.com

Si les queda lejos o viven en otra ciudad, lo pueden conseguir aquí.




martes, 2 de diciembre de 2014

AUSTIN OSMAN SPARE

Cada que salgo de casa elijo un libro para ir leyendo en el camino. Generalmente me decanto por uno pequeño o ligero. Hace unos días tomé Almas visionarias de Emiliano González (FCE, 1987) y, abriéndolo  al azar, leí el ensayo “El sistema de Austin Osman Spare”.



Al regresar a casa busqué imágenes de la obra de Osman Spare y, al ver lo que arrojó el buscador, me sorprendí. Ya había visto esas imágenes... ¿Dónde? Después de un rápido escaneo mental, me dirigí al cajón donde tengo todas las revistas y periódicos que Emiliano González me ha regalado. Sí, ahí estaba ese malvado ser en la portada de la Revista de la Universidad de México (Volumen XXXVIII, Nueva Época, número 16, agosto de 1982).



Número que incluye El discípulo: una novela de horror sobrenatural. Esta novelita maravillosa se incluyó después en Casa de horror y de magia (Joaquín Mortiz, 1989) y en el número 84 de Material de Lectura (UNAM, 1991).

Lo especial de esta versión es que sólo en la revista se puede leer  la novela íntegra, sin censura (tengo pendiente esta publicación, lo sé).

Regresando a Osman Spare, tanto la portada de la revista como las ilustraciones utilizadas para complementar la novela son dibujos de él, casi todos obtenidos de A book of Satyrs (1907).


Las imágenes grotescas pero bellas le van como anillo al dedo al texto de Emiliano González:








Así inicia “El sistema de Austin Osman Spare”:

Desde los siete años, Austin Osman Spare (1886-1956) estableció contacto con el otro mundo a través de Mrs. Paterson, una vieja adivinadora repulsiva que podía convertirse, a voluntad, en una jovencita bellísima. Fue esa descendiente de las brujas de Salem quien incitó al niño en las prácticas eróticas y en las teorías herméticas. “Precocidad” es la palabra más adecuada para calificar a este demonio que a los quince años vivía con otra vieja, a la que preñó (problema solucionado gracias a un nacimiento fatalmente prematuro) y que a los dieciocho exhibía sus dibujos en la Royal Academy, considerados “geniales” por el experto John Singer Sargent. Un año más tarde publicó su primer libro: El infierno terrestre, colección de aforismos curiosamente facturados y de dibujos hórridamente bellos. Le siguieron, en exquisitas ediciones limitadas, El libro de los sátiros (1907), El libro del placer (1913), Los murmullos de Aaos (1921) y El sermón a los hipócritas (1927).

Concluiré rescatando una frase que a su vez Emiliano González rescató del ocultista:


Quien logra hacer de lo feo una nueva estética tiene verdadero arrojo.