jueves, 14 de mayo de 2009

ROCKDRIGO 01




Ícono y leyenda del rock nacional.

Sin lugar a dudas, las mejores letras en español.

Dedico esta nueva sección, donde subiré videos, letras, poemas, cuentos y rarezas, al chino que hoy es su cumpleaños.
¡Felicidades!

“El gran Rockdrigo, alias Rodrigo González, nació el día de Navidad de 1950, lo cual lo hacía un grueso capricornio, en Tampico, Tamaulipas, zona de huapangueros, pero también de rockers a causa de la proximidad con la frontera de El Gabacho. Desde niño le encantaba cantar y mostró una fuerte sensibilidad artística. Le gustaba modelar, leer, escribir poemas y actuar. Formó parte del grupo Siglo XXI, algo que podía considerarse un taller de poesía sui generis, y se enroló en la carrera de psicología en la Universidad Veracruzana, pero, en realidad, desde los diez años le entró al reventón, se volvió un grueso y nunca fue muy regular en los estudios.

A los quince años aprendió a tocar guitarra y en el acto empezó a componer. Su padre (el mejor constructor de embarcaciones del país) lo inició en los misterios del huapango, pero Rodrigo se interesaba más por el rock y tenía una buena colección de los clásicos de la época, empezando por Beatles, Stones y Dylan, así es que no extrañó que la rolara por el ambiente rockero y participara en algunos grupos, como Los Hongos y Los Géminis. Después abandonó los estudios y se dedicó de lleno a la tocada; con su viejo amigo Gonzalo Rodríguez, le daba duro al canto nuevo en los shows nocturnos de algunos burdeles tampiqueños.

Por esas fechas, mediados de los setenta, Rodrigo se mudó a la ciudad de México con su chava Mireya, con quien tuvo una niña, Lalena (como la canción de Donovan), en 1980. Un tiempo formó un dueto de canto nuevo con su amigo Gonzalo, “Rodrigo González y Gonzalo Rodríguez”, pero con semejante combinación de nombres jamás la iban a hacer, así que mejor se dedicó a cantar en las calles, él solo, de nuevo bien rocanrolero. Para entonces era un macizo inteligente, ingenioso y gandallón, experto en los misterios de la ciudad de México, ya que la recorría por todas partes, en metro, combi o trolebús, para ganarse una luca. No le iba mal, porque era simpático y carismático, además de que sus canciones cada vez resultaban más sorprendentes por bellas o divertidas.

A principios de los ochenta ya tenía un repertorio de rocks en español que había probado en buena parte de la ciudad de México. Para entonces vivía con Francoise, una muchacha francesa. Le dieron una chamba para alternar con el grupo de Javier Bátiz en un hoyito rockero de la época, el Wendy´s Pub, y ahí comenzó a hacerla. Entre los chavos corrió la voz de que Rodrigo era algo fuera de lo normal y muy pronto se formaron grupitos de punketas que lo iba a oír casi todos los días. Era claro que se había formado una conjugación de circunstancias muy propicia para que se diera a conocer Rodrigo González, que a partir de ese momento se transformó en Rockdrigo.
Yo supe de él porque mis viejos cuates rocanroleros, que no se caracterizan por elogiar el trabajo de otros, me hablaron de él con mucho entusiasmo y se sabían sus letras más divertidas, como “Oh yo no sé”, que es una delicia, además de que constela una situación, ¡ay! muy común; o “El rock del Ete”, que tiene más albures que una novela de Gustavo Sainz; o “El asalto chido”, que con un humor sensacional denuncia los horrores de la ciudad. Me lancé a verlo tan pronto como pude y me prendí con el carisma, soltura y tablas, es decir, seguridad instintiva de Rockdrigo, quien también tenía una gran potencia artística y él solo, con su lira y la armónica, armaba un show completísimo, divertido, gandallón y superrockero, que tenía prendidísimo al personal. Una parte esencial del paquete por supuesto eran las rolas, como “Vieja ciudad de hierro”, una bella oración a la Madre Chilanga, o la clásica “Metro Balderas”, en la cual el amor que se pierde en las muchedumbres del subterráneo manifiesta el estado de ánimo de muchos chavos de los ochenta. Eran las canciones de Hurbanistorias, la única grabación de Rodrigo que apareció cuando él vivía, que todavía tiene un aire de canto nuevo y que no deja apreciar la rocanrolez de Rockdrigo.

La primera vez que lo vi pensé en Bob Dylan, naturalmente por la lira acústica y la armónica, pero también por el talento, la efectividad y la importancia, porque a su manera encarnaba mucho mejor que otros el espíritu del rock combinado con una visión más amplia, rica y poética de las cosas. En las letras el español coloquial juvenil funcionaba a la perfección, de una manera natural, lo cual me hacía pensar que el rock nacional ya era una realidad indiscutible. Ahí estaba el cuatro por cuatro básico, el ritmo y el espíritu del rock, pero también una temática y un lenguaje que expresaban lo profundo de muchos chavos mexicanos y que tenían toda la tradición de la picardía de Chava Flores, pero con un lenguaje desinhibido que llamaba a las cosas por su nombre. El Tri de Alejandro Lora ya había obtenido algo semejante, así que con Rockdrigo esto se cimentó, y se consolidó con Jaime López, Botellita de Jeréz, Cecilia Toussaint y la Camareta Rupestre. A partir de entonces, el rock mexicano, con todas sus virtudes y deficiencias, fue una realidad, y resultó un paso natural que Rockdrigo elaborara el manifiesto del rock rupestre, el de los hombres de las caverna del rock.

Entre 1984 y 1985, Rockdrigo se empezó a ir para arriba. Con Fausto Arellín formó un grupo: Qual, que le metió electricidad a las tocadas y se presentó en la ENEP-Xochimilco con un show multimedia. Cada vez se hablaba más de él y tocaba en muchas partes. Paul Leduc le hizo un programa de televisión magistral y luego lo metió en su película ¿Cómo ves? Rockdrigo también compuso la música de las rolas de Abolición de la propiedad, mi obra de teatro que, dirigida por Mario Alcántara, todo el tiempo tenía a Qual en escena. Rockdrigo también se echó una tocada ultrasensorial en la presentación del libro Ahí viene la plaga, en la que también rocanroleó Manchuria, de Gerardo Pardo, y Xixitla, con su rock en náhuatl. Finalmente, Rockdrigo logró que saliera a la venta su caset Hurbanistorias y éste se empezaba a dar a conocer cuando llegó el terremoto del 19 de septiembre de 1985 y Rockdrigo murió sepultado en el edificio de la calle de Bruselas donde vivía. Como justo homenaje a su espíritu, se dijo que había muerto de una sobredosis de cemento.

A cambio de su muerte, a los treinta y cinco años de edad, la banda nacional lo volvió un héroe de la contracultura y su culto se expandió hasta muchos chavos de clase media en los años noventa. Su muerte vino a dar el ingrediente fundamental para la mitificación, pues, como se sabe, los héroes mueren jóvenes y trágicamente. No faltó quién sacara grabaciones caseras que había hecho de las tocadas de Rockdrigo y por eso circulan otros discos: El profeta del nopal, Aventuras en el DF y No estoy loco.

Rockdrigo sigue siendo un autor de culto de pocos, pero sectarios”
(José Agustín en : Rockdrigo González (el profeta del nopal); Pentagrama; 1999)
Ahora el vídeo (en vivo con el grupo Qual) de lo que probablemente es su canción más conocida:





NO TENGO TIEMPO

Cabalgo sobre sueños innecesarios y rotos
Prisionero iluso de esta selva cotidiana
Y como hoja seca que vaga en el viento
Vuelo imaginario sobre historias de concreto

Navego en el mar de las cosas exactas
Muy clavado en momentos de semánticas gastadas
Y cual si fuera una nube esculpida sobre el cielo
Dibujo insatisfecho mis huellas en el invierno

Ya que yo:
No tengo tiempo de cambiar mi vida
La máquina me ha vuelto una sombra borrosa
Y aunque soy la misma tuerca que han negado tus ojos
Sé que aún tengo tiempo, para atracar en un puerto

Camino automático en una alfombra de estatuas
Masticando en mi mente las verdades más sabidas
Como lobo salvaje que ha perdido su camino
He llenado los bolsillos con escombros del destino

Sabes bien que:
Manejo implacable mi nave cibernética
Entre aquél laberinto de los planetas muertos
Y cual si fuera la espuma de un anuncio de cerveza
Una marca me ha vendido ya la forma de mi cabeza

Ya que yo:
No tengo tiempo de cambiar mi vida
La máquina me ha vuelto una sombra borrosa
Y aunque soy la misma tuerca que han negado tus ojos
Sé que aún tengo tiempo, para atracar en un puerto

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