Tres cuentos donde aparece Dios de Ricardo Bernal:
NAUFRAGIO
Hasta donde alcanza la vista, el océano está cubierto de cajas oblongas, baúles, cofres herrumbrosos; todos cerrados con llave o con cadenas y candados de bronce. Las olas los mueven en una alucinante danza, y la luna, amarilla y menguante, vierte una líquida telaraña de luz sobre la escena. Nosotros permanecemos en la isla, hablamos poco, nunca nos miramos: sabemos que ningún barco vendrá a recogernos. La única salida: caminar de baúl en baúl, brincar de caja en caja con el miedo revoloteando alrededor de nuestras cabezas y el hambre como un cangrejo destrozándonos las tripas. Entonces la mano de Dios, brutal, incandescente, surge de entre las nubes y nos arroja un racimo de llaves.
RELOJERÍA
En la parte superior del reloj de arena: ciudades milenarias rodeadas por desiertos de lumbre sólida, soles agudos que calcinan huesos de estegosaurios, caravanas de camellos sedientos y esclavas vendidas mil veces. En el centro: un hoyo de arenas movedizas que arrastra hacia el infierno a todo aquel que osa acercarse demasiado…
En medio del reloj de arena: granos que caen, cada grano una vida, un planeta, una galaxia que muere para reencarnar en otro plano.
En la parte inferior del reloj de arena: océanos sin islas ni continentes, monstruos marinos devorando monstruos marinos, un esquizoide barco fantasma bailando al compás de mareas abstractas. Dentro del barco: un camarote, dentro del camarote: una mesa, encima de la mesa: un mapa carcomido y la única foto de Dios: sonriente, barbado, sudoroso y enrojecido, mirando de frente a la cámara y saludando desde la entrada de la relojería.
CUERDAS
Todos los gurús, hierofantes y monjes están de acuerdo, para alcanzar el Reino de los Cielos hay que trepar por las cuerdas que cuelgan desde lo alto: millones de cuerdas plateadas, eternas, resplandecientes como chorros de luz. Sin embargo, desde hace varias semanas numerosos monstruos bajan por las cuerdas e invaden los bosques, las islas, las ciudades. Se alimentan de carne humana, beben sangre fresca directamente de las venas, nunca duermen. En la desesperación, hombres temerarios encuentran algunas cuerdas libres, pero al trepar pronto descubren, a veces a varios kilómetros del suelo, que un nuevo monstruo baja, hambriento, vertiginoso, apocalíptico. Nadie hubiera imaginado este final… la luz del sol es más tenue cada día; la enorme luna madre pare nuevas lunas cada noche: por cada ser humano hay ahora veinte monstruos.
Arriba, en las praderas del Cielo, Dios también corre de un lado a otro buscando una cuerda libre.
Imagen: The ancient of days; William Blake
Naugragio es magnífico: ¡Es EL Bernal a todo lo que da!
ResponderEliminarUn abrazo a Ricardo y al dueño del blog!
A mí el de las cuerdas me da mucho miedo, gracias por estos cuentos.
ResponderEliminarGracias a ustedes por leerlos y, sobre todo, al Bernal por dejarme subirlos. ¡Está muy cañón!
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