Tercera entrega de la Semana del Niño.
En esta ocasión, los cuentos infantiles favoritos de ella.
Por un lado, un gatito peculiar que lucha por ser normal. Del otro, un osito con una gran imaginación. Este último ilustrado por Maurice Sendak (Donde viven los monstruos).
MININO
Minino era un gatito negro que tenía las cuatro patas blancas, así como la punta de la cola, y lucía una coqueta estrella blanca bajo la barbilla.
Era igual a su mamá, a su papá y a sus dos hermanos y dos hermanas, sólo que ellos eran negros por completo, salvo por la estrella blanca que tenían debajo de la barbilla.
Minino, su mamá, su papá y sus hermanos y hermanas, vivían en la parte más alta del granero rojo y grande que había en la finca del señor Morgan.
El señor Morgan tenía una hija pequeña llamada Maruja.
Un día, Maruja llegó al granero y encontró a los cinco gatitos en la paja, donde Mamá Gata los había mantenido ocultos.
-A ti te llamaré Serafina, a ti, Chispita, a ti, Felín, a ti, Juguetón –dijo Maruja.
Y acarició a cada uno de los gatitos negros.
-Y a ti te llamaré Minino –dijo, abrazando al último de los gatitos del grupo. Así fue como Minino recibió su nombre.
Todos los días, Maruja iba al granero a jugar con los cinco gatitos. Les daba leche en cinco tazones azules y se divertía mirándolos correr y dar vueltas, persiguiéndose la cola negra. Minino perseguía la punta blanca de su cola negra.
Un día, Maruja trajo a sus amigos al granero, a ver a Minino y a los demás gatitos.
-Qué gatito tan tonto –dijeron los niños-. Lleva guantes blancos en las patas.
-Qué gatito tan gracioso –dijeron las niñas-. Tiene blanca la punta de la cola.
Los gatitos crecían de día en día, y pronto fueron lo suficientemente grandes para recorrer solos el patio del granero.
Un día, Minino se fue a pasear por el patio del granero. Los patos le dijeron:
-¿No tienes temor de enlodarte tus zapatos blancos?
Las viejas gallinas dijeron:
-Vamos a picarle la punta de la cola.
Y el viejo pavo glotón dijo ásperamente:
-Minino, debo decir que eres un gato sumamente presumido.
Minino no podía ir a ninguna parte sin oír algún comentario sobre sus cuatro patas blancas y la punta blanca de su cola. ¡Cómo deseaba ser negro del todo, con la estrella blanca debajo de la barbilla!
-Ya estoy cansado de que se rían de mí –dijo Minino-. Voy a preguntarle a Clara, la vaca, qué puedo hacer.
-Fíjate, Clara –dijo Minino, cuando encontró a la vaca-. Los niños y niñas, los patos, las gallinas, y hasta el viejo pavo glotón, se ríen de mis patas blancas y de la punta blanca de mi cola. ¿Qué puedo hacer para parecerme a mis hermanos y hermanas?
-No sé –dijo la vaca Clara-. Mejor pregúntale al caballo alazán. Él ha viajado mucho.
Entonces, Minino se fue a la pradera en busca del alazán.
-Oye, alazán –le dijo-, los niños y niñas, los patos, las gallinas y el pavo glotón, se ríen de mis cuatro patas blancas y de la punta blanca de mi cola. ¿Qué puedo hacer para que se vuelvan negras?
-No sé –le contestó el alazán-. Sería mejor que le preguntaras al cerdito Gruñón. Él también tiene las patas blancas.
Así que Minino se arrastró por debajo de la cerca para ver a Gruñón.
-¡Ay!, Gruñón –le dijo-. Los niños y las niñas, los patos, las gallinas, y también el pavo glotón, se ríen de mis patas blancas y de la punta blanca de mi cola. ¿Qué puedo hacer para que mis patas y mi cola sean iguales a las de mis hermanos?
-No sé –dijo Gruñón-. Esa misma pregunta me he hecho yo. He probado con lodo, pero se cae. Mejor será que le preguntes a la señora Morgan, la esposa del granjero. Ella usa zapatos negros, y tal vez pueda decirte qué debes hacer.
Minino se fue a ver a la señora Morgan. La encontró sentada en la terraza de atrás, con un zapato negro en una mano, y a su lado un frasco de tinta negra.
¡Riin! Sonó el teléfono en el momento en que Minino llegaba al escalón y la señora Morgan corrió a la casa antes de que Minino pudiera decirle lo que quería.
Minino se acercó al frasco negro, olió el contenido, se asomó a ver qué era, y por fin, con mucho cuidado, metió la punta de la pata derecha dentro del frasco.
Sintió algo húmedo y se apresuró a sacar la pata. Ésta tenía una mancha negra. ¿Sería ese líquido lo que daba un color negro reluciente a los zapatos de la señora Morgan?
Metió toda la parte blanca de la pata en el frasco y cuando la sacó, vio que el frasco mágico había cambiado el color blanco por un negro brillante.
Minino metió la pata izquierda delantera en el frasco. Cuando la sacó, también tenía un color negro brillante.
Luego metió la pata trasera izquierda y la pata trasera derecha y, por último, la punta de la cola. Todas quedaron de un precioso negro brillante.
-Ahora sí que soy igual a mi mamá, a mi papá y a mis hermanos y hermanas –dijo Minino, mientras admiraba sus cuatro patas negras, y su larga cola negra-. ¡Ya no tengo guantes blancos! ¡Y la punta de mi cola es negra también!
Minino ronroneó largo rato, pues estaba muy contento. Después, escribió una nota en la acera para la señora Morgan, que decía:
GRACIAS
Y muy orgulloso regresó al granero rojo y grande para reunirse con los suyos.
BETTY MOLGARD RYAN
Minino
Ilust: Florence Sarah Winship
Editoral Novaro
OSITO VA A LA LUNA
-Tengo un caso espacial nuevo –dijo Osito a mamá Osa-. Me voy a la Luna.
-¿De verdad? –exclamó mamá Osa-.
-Sí. Voy a volar hasta la Luna.
-¿Volar? –se asombró mamá Osa-. ¡Tú no puedes volar, Osito!
-Los pájaros vuelan –dijo Osito.
-Es verdad –contestó mamá Osa-. Los pájaros vuelan, pero no pueden llegar hasta la Luna. Y, además, tú no eres un pájaro.
-Bueno, a lo mejor algunos pájaros sí vuelan hasta la Luna. Y a lo mejor, yo puedo volar como esos pájaros –dijo Osito-.
-Y a lo mejor… -dijo mamá Osa-. A lo mejor, resulta que sólo eres un osezno gordo sin alas ni plumas. Y a lo mejor, si das un gran salto, te caes y te das un buen porrazo.
-A lo mejor, sí –concedió Osito-, pero de todos modos me marcho. Tú mira bien para ver si me ves volar por el cielo.
-Vuelve para la hora de comer –le advirtió mamá Osa.
Osito pensaba:
“Saltaré desde un sitio muy alto, subiré por el cielo arriba, arriba… Volaré a tanta velocidad que no podré mirar las cosas, así que iré con los ojos cerrados”
Osito subió a lo más alto de una pequeña colina. Se encaramó a la copa de un arbolito que había en la pequeña colina. Cerró los ojos y saltó.
Cayó y se dio un tremendo porrazo. Rodó dando volteretas colina abajo. Cuando terminó de rodar, se levantó y miró a su alrededor.
-¡Qué bien! –exclamó-.
¡Ya estoy en la Luna!
La Luna parece igual, igual que la Tierra.
-¡Huy! –se admiró Osito-.
Los árboles son iguales que los nuestros. Y también los pájaros.
-¡Pero, bueno! –se asombró Osito-.
¡Si aquí hay una casa que es igual, igual que la mía!
-Voy a entrar para ver qué clase de osos viven en ella.
¡Pero, bueno, si hay comida en la mesa! Y parece comida buena para un osito…
Entonces entró mamá Osa:
-¿Quién eres tú?
¿Eres un oso de la Tierra? –preguntó.
-¡Sí que lo soy! –contestó Osito-.
Me subí a la colina y salté desde lo alto de un arbolito. Volé hasta aquí como los pájaros.
-¡Vaya! –dijo mamá Osa-.
Mi osito hizo lo mismo. Se puso un casco espacial y voló hacia la Tierra.
Así es que me parece que puedes comerte su comida.
Osito abrazó a mamá Osa y dijo:
-Mamá Osa, deja de bromear.
Tú eres mi mamá Osa y yo soy tu Osito; y estamos en la Tierra y tú lo sabes. Y ahora, ¿puedo comerme mi comida?
-¡Pues claro! –contestó mamá Osa-.
Y después puedes dormir tu siesta en tu camita.
Porque tú eres mi Osito y yo lo sé.
ELSE HOLMELUND MINARIK
Osito
Ilust: Maurice Sendak
Alfaguara infantil
pp. 34-47
Ah, mis cuentitos!
ResponderEliminarEso es de cuando era un crío.
Ahora, el último que me leíste para (no) dormir fue tripas...
Por cierto Minino se llama originalmente White socks y tiene más relación con el cuento, pero bueno, Minino me gusta más.
ResponderEliminarQue bonitos cuentos! Están hermosos! Ya conocí un pedazo más de la infancia de sierpe y Kitty, gracias Mike.
ResponderEliminarWouuu Minino!!! Cuando niña fue de lo primero que por gusto leí, este fue un cuento que me compro mi abuelo en una farmacia, de la sección de revistas. Que buen recuerdo!!!
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