jueves, 24 de septiembre de 2009

ROCKDRIGO 04

Rockdrigo González, además de -a mi gusto- poseer las mejores letras en el rock nacional, tiene cuentos cortos bastante efectivos donde se nota su gran afición por la ciencia-ficción.

EL ACCIDENTE

Javier montó en su carro mientras buscaba las llaves en su bolsa, “bueno –pensó-, otro día de trabajo terminado, ahora a la casa a tirarnos en la butaca para ver la televisión, pero antes será bueno comprar unas cervezas.” El carro arrancó, Javier encendió el radio, más adelante se detuvo en una cervecería, “me da un cartón de botes, por favor” “Si, como no ¿de cuáles quiere?” “No importa” respondió. “¿Cuánto le debo?” “Son 175 pesos señor”, Javier pagó y se retiró rumbo al carro; al abrir la puerta se detuvo y pensó si no sería bueno algo diferente, algo así como ver un ovni o participar en alguna cacería de dinosaurios, estar un poco más lejos de todo esto. Javier encendió el carro, la tarde aún no se cerraba totalmente e iba indiferente mirando a su alrededor, más bien pensaba en el futbol y en el programa de televisión que estaba a punto de comenzar. “Bien, muchacho, bien”, le dijo alguna vez su padre, “tú podrás ser un buen futbolista si le dedicas atención”, aunque algunas veces todo es distinto, completamente distinto.

Al voltear por la curva que daba a su casa hubo algo que le extrañó, no vio su casa; bajó inmediatamente de un cerro y se dirigió hacia donde debía estar su casa. En un cielo azul y claro buscó y no vio el piso viejo y carcomido ni las calles; no entendía nada, lo único que empezó a comprender fue la sensación en la carretera. “Si –pensó- había menos cosas y menos casas, ¿qué pasaba?” Una ansiedad matizada de angustia se fue apoderando de su rostro, se acercó hacia donde debía estar su casa, pensando en irse de ahí y caminó rumbo al carro, un polvo gris y seco salía de sus pisadas; cuando buscó su carro vio que también había desaparecido.

La confusión no se hizo esperar, en todas partes las cosas desaparecían, se iban haciendo invisibles hasta que se iban, como seres extraños, hechos de humo, que se desvanecían de pronto. La gente se preguntaba, hacía hipótesis, inventaba historias. De alguna manera se supo, corrió la noticia, un río de palabras silenciosas e inquietantes.

En alguna parte del Estado de México explotó un laboratorio donde se experimentaba con sustancias orgánicas. El rumor venía de medios oficiales, así que era difícil dudar; el doctor Grajales había estado probando una sustancia que producía vida sintética, desgraciadamente un descuido en el controlador de presión provocó el estallido, la sustancia se vaporizó con el calor y algunas nubes de vida sintética se combinaron con vida orgánica; nadie había pensado en esa posibilidad hasta que se dieron cuenta que lo primero que había desaparecido había sido el laboratorio.

Un extraño bicho nuevo había nacido, alguna cosa invisible, producto de esa sustancia todavía no bien estudiada y con algún elemento orgánico del medio y ahí estaba, alimentándose de las cosas materiales de las gentes, borrando del mapa las cosas, como si nunca hubieran existido.

El hecho conmovió al mundo, la radio, la televisión, la prensa; no se hablaba más que de eso; se midió la velocidad de expansión, avanzaba a razón de diez kilómetros diarios y en todas direcciones; la ciudad de México sólo existía en una cuarta parte y los pueblos aledaños habían desaparecido.

En Washington, el coronel Sparks tendió el informe a sus jefes, el general, después de darle un vistazo rápido, exclamó:
-Increíble, terriblemente increíble, ¿acaso no se puede hacer nada?
El coronel respondió: -Tal parece que así es señor, no responden a las armas con que se ataca la cosa, es más, también se alimentan con nuestras armas y se mueven más rápidamente. Es una sensación extraña –dijo- el que de pronto, desaparezca el arma de las manos sin sentir nada.
-¿Sin sentir nada?- dijo el general.
-Sí, es muy raro, no se alimentan de nada orgánico, ni siquiera lo toca, además no hay reportes de gente esfumada, tal parece que sólo se alimentan de las cosas sintéticas que hace el hombre y es invulnerable a cualquier otra que tratemos de hacer en contra de su vida.
-Tiene que haber alguna forma de detener esa pesadilla.
-Sí, pero tiene que ser rápido –dijo el coronel- porque la cosa avanza y avanza y hasta ahora no la hemos detenido, sólo la hemos alimentado más.
El general no dijo nada más, se sentía angustiado, terriblemente angustiado.

Era la primera vez que el mundo se aliaba, todos los países unieron sus recursos en investigaciones y pruebas, todos los científicos colaboraban, los políticos, los militares, los religiosos, trabajaron juntos días y noches enteras, bebieron toneladas de café, algunos enfermaron, otros se volvieron locos, y otros simplemente comprendieron la terrible realidad, nada se podía hacer, nada en contra de un ser que se alimentaba de los productos sintéticos del ser humano, solamente se le daba más vida, más apetito, solamente se atacaban más a sí mismos.

-Ahora sólo hay que esperar- dijo el doctor Méndez.
-¿Esperar qué?- dijo el físico Rodríguez.
-A que todo se acabe.
-Sí, claro, aún no sabemos si esa cosa se muera de hambre –contestó- bueno, en caso de que se muera; si no es así estaremos condenados a vivir para siempre en la naturaleza, ¡qué ironía!
El profesor comenzó a reír fuertemente mientras decía:
-¿Te imaginas? No más coches con sus ruidos y sus pestilentes y asesinos vómitos, no más armas que destruyan la vida y el mundo, no más televisiones que embrutezcan a la gente, ni cosas por las que maten entre sí.
-¡Ah!, pero qué caro es el precio por estar unidos –dijo el físico-, pienso que pocos sobrevivirán, las gentes que están demasiado habituadas a los productos humanos tiene pocas posibilidades, además, las cosas buenas ¿qué?, los avances en medicina, física, química ¿qué?, también a la nada, como lo demás, esto será una catástrofe.
-Pero sólo una catástrofe relativa -repuso el profesor-; será interesante este siguiente capítulo de la historia, no solamente estaremos más indefensos ante la naturaleza, sino también más débiles, más susceptibles de perecer por causa de nuestras costumbres y creencias y ahí es donde el ser humano tendrá que hacer esfuerzos sobrehumanos.
-Se acabó –dijo el físico- simplemente se acabó, ¿cree usted que podremos no ya controlar las fieras salvajes, sino los insectos, las enfermedades, los cataclismos geológicos y meteorológicos? ¿Cree usted que podremos subsistir sin los recursos técnicos tan necesarios para lidiar con la naturaleza? Sin posibilidad de evolución los pocos que se queden se extinguirán con el tiempo, es el fin de la raza humana. Como usted dijo es una ironía, el Homo sapiens, el animal pensante y cognitivo, el rey de las formas orgánicas terrestres, se destruye a con un conocimiento que algún día comenzó con fines de construcción y sobrevivencia.
-Un momento –dijo el profesor- no continúe, es usted un pesimista, yo creo que lo que a usted le pasa es que ve las cosas desde un punto puramente físico, recuerde esas viejas teorías que hablan de un pasado paranormal, de un pasado insólito, pero tal vez posible, en algunos ensayos se ve eso; la pérdida de las facultades del hombre por su interacción con la naturaleza física es como un sueño, pero de alguna manera el hombre tendrá que desarrollar otras capacidades si quiere seguir sobreviviendo, sus capacidades físicas están muy limitadas, solamente le restan sus capacidades psíquicas.
-Interesante, muy interesante –dijo el físico- aunque no creo mucho en esas cosas a mí también me gustaría que eso pasara, sí, sería lo mejor que pudiera pasar.

Mucha gente comenzó a perder el equilibrio, los que tenían muchas propiedades de repente se vieron sin nada, los que tenían hábitos de comodidad no podían creerlo, la enfermedad comenzó su agosto sin nada que la controlara, pero la gente estaba unida, luchaba desesperadamente por sobrevivir en un mundo de gente civilizada. Pero sin instrumentos ni técnicas de civilización era bastante difícil vivir aunque se insistía; entonces comenzaron a proliferar los brujos y los magos, los sacerdotes anunciando nuevas y los farsantes.

El doctor Enhar y el profesor Manster, se subieron a un túmulo de piedras; la gente reunida esperaba nuevas fórmulas para sobrevivir. El doctor Enhar comenzó a hablar:
-La solución que venimos a proponer tal vez les parezca absurda, pero…
El doctor volteó a ver al profesor y éste no pudo aguantar una sonora carcajada; el doctor también comenzó a reír histéricamente y la gente se contagió y empezó a reír tanto como nunca lo había hecho en la historia y la risa se escuchó por todo el mundo, salió por un cielo azul y limpio hasta que se perdió en el Universo infinito.

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