Todos recordamos la imágen de Alicia en el país de las maravillas creada por Disney. La reina de corazones, el sombrerero loco, el conejo blanco, el gato de Chesire y la propia Alica ya son íconos universales.
Como en la mayoría de los casos, el libro -de Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll)- es mucho más rico.
La historia original, publicada en 1865, es una dura, pero creativa y fresca crítica a la sociedad y al sistema educativo inglés victoriano.
"Alicia es un átomo de inteligencia crítica, de sentido común y generosidad... hace comentarios cáusticos, candorosos sobre la política, la guerra, la administración de la justicia, la identidad personal, el espíritu académico, la educación, las relaciones humanas..."
Por obvias razones, Disney no pudo transmitir esos sentimientos para el público americano.
Lo que si aprovechó y dió rienda suelta fue a la la locura, a lo absurdo, a lo sin sentido (non-sense) de la obra.
Alicia... puede leerse de diferentes formas; está llena de simbolismos.
¿Por qué nos cae mal o nos resulta extraña la conducta de Alicia?
Porque a pesar de ser una niña, no se comporta como tal.
Cualquier niño de su edad al encontrarse en ese mundo fantástico y rodeado de esos personajes maravillosos estaría más que feliz y se quedaría allí.
Alica no; juzga y critica todo.
Eso es lo que nuestra sociedad y nuestro sistema educativo está haciendo con los niños: los despoja del sentido del asombro y los llena de una serie de conocimientos y preconceptos inútiles y absurdos que limitan la increíble mente infantil.
Queremos que nuestros niños sean "normales".
En general Disney hace una muy buena adaptación de la historia, aunque le agrega elementos de la segunda parte llamada Alicia a través del espejo y quita varios -algunos maravillosos- de la historia original.
Una escena inmortal es cuando Alicia platica con el gato de Chesire. En el libro se desarrolla mucho mejor:
"El Gato, cuando vio a Alicia, se limitó a sonreír. Parecía tener buen carácter, pero también tenía unas uñas muy largas Y muchísimos dientes, de modo que sería mejor tratarlo con respeto.
--Minino de Cheshire --empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba--.
Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
--Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar --dijo el
Gato.
--No me importa mucho el sitio... --dijo Alicia.
--Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes --dijo el Gato.
--... siempre que llegue a alguna parte --añadió Alicia como explicación.
--¡Oh, siempre llegarás a alguna parte --aseguró el Gato--, si caminas lo suficiente!
A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta:
¿Qué clase de gente vive por aquí?
--En esta dirección --dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha-- vive un Sombrerero. Y en esta dirección --e hizo un gesto con la otra pata-- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos.
--Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca --protestó Alicia.
--Oh, eso no lo puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
--¿Cómo sabes que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que estarlo afirmó el Gato--, o no habrías venido aquí.
Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas:
--¿Y cómo sabes que tú estás loco?
--Para empezar -repuso el Gato--, los perros no están locos. ¿De acuerdo?
--Supongo que sí --concedió Alicia.
--Muy bien. Pues en tal caso --siguió su razonamiento el Gato--, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco."
A pesar de que el gato parece estar loco de remate, es el personaje más cuerdo de la historia.
El diálogo es maravilloso y lleno de una profundidad palpable.
La película prescinde de un personaje maravilloso: La Duquesa.
En la siguiente escena, se critica a todas esas historias infantiles llenas de moralejas:
"--¡No sabes lo contenta que estoy de volver a verte, querida mía! --dijo la Duquesa, mientras cogía a Alicia cariñosamente del brazo y se la llevaba a pasear con ella.
Alicia se alegró de encontrarla de tan buen humor, y pensó para sus adentros que quizá fuera sólo la pimienta lo que la tenía hecha una furia cuando se conocieron en la cocina. «Cuando yo sea Duquesa», se dijo (aunque no con demasiadas esperanzas de llegar a serlo), «no tendré ni una pizca de pimienta en mi cocina. La sopa está muy bien sin pimienta... A lo mejor es la pimienta lo que pone a la gente de mal humor», siguió pensando, muy contenta de haber hecho un nuevo descubrimiento, «y el vinagre lo que hace a las personas agrias.,. y la manzanilla lo que las hace amargas... y... el regaliz y las golosinas lo que hace que los niños sean dulces. ¡Ojalá la gente lo supiera! Entonces no serían tan tacaños con los dulces...»
Entretanto, Alicia casi se había olvidado de la Duquesa, y tuvo un pequeño sobresalto cuando oyó su voz muy cerca de su oído.
--Estás pensando en algo, querida, y eso hace que te olvides de hablar. No puedo decirte en este instante la moraleja de esto, pero la recordaré en seguida.
--Quizá no tenga moraleja --se atrevió a observar Alicia.
--¡Calla, calla, criatura! -dijo la Duquesa--. Todo tiene una moraleja, sólo falta saber encontrarla.
Y se apretujó más estrechamente contra Alicia mientras hablaba. A Alicia no le gustaba mucho tenerla tan cerca: primero, porque la Duquesa era muy fea; y, segundo, porque tenía exactamente la estatura precisa para apoyar la barbilla en el hombro de Alicia, y era una barbilla puntiaguda de lo más desagradable.
Sin embargo, como no le gustaba ser grosera, lo soportó lo mejor que pudo.
--La partida va ahora un poco mejor --dijo, en un intento de reanudar la conversación.
--Así es --afirmó la Duquesa--, y la moraleja de esto es... «Oh, el amor, el amor. El amor hace girar el mundo.»
--Cierta persona dijo --rezongó Alicia-- que el mundo giraría mejor si cada uno se ocupara de sus propios asuntos.
--Bueno, bueno. En el fondo viene a ser lo mismo --dijo la Duquesa, y hundió un poco más la puntiaguda barbilla en el hombro de Alicia al añadir--: Y la moraleja de esto es...
«¡Qué manía en buscarle a todo una moraleja!», pensó Alicia.
--Me parece que estás sorprendida de que no te pase el brazo por la cintura --dijo la Duquesa tras unos instantes de silencio--. La razón es que tengo mis dudas sobre el carácter de tu flamenco. ¿Quieres que intente el experimento?
--A lo mejor le da un picotazo --replicó prudentemente Alicia, que no tenía las menores ganas de que se intentara el experimento.
--Es verdad --reconoció la Duquesa--. Los flamencos y la mostaza pican. Y la moraleja de esto es: «Pájaros de igual plumaje hacen buen maridaje».
--Sólo que la mostaza no es un pájaro --observó Alicia.
--Tienes toda la razón --dijo la Duquesa--. ¡Con qué claridad planteas las cuestiones!
--Es un mineral, creo --dijo Alicia.
--Claro que lo es --asintió la Duquesa, que parecía dispuesta a estar de acuerdo con todo lo que decía Alicia--. Hay una gran mina de mostaza cerca de aquí. Y la moraleja de esto es...
--¡Ah, ya me acuerdo! --exclamó Alicia, que no había prestado atención a este último comentario--. Es un vegetal. No tiene aspecto de serlo, pero lo es.
--Enteramente de acuerdo --dijo la Duquesa--, y la moraleja de esto es: «Sé lo que quieres parecer» o, si quieres que lo diga de un modo más simple: «Nunca imagines ser diferente de lo que a los demás pudieras parecer o hubieses parecido ser si les hubiera parecido que no fueses lo que eres».
--Me parece que esto lo entendería mejor --dijo Alicia amablemente-- si lo viera escrito, pero tal como usted lo dice no puedo seguir el hilo.
--¡Esto no es nada comparado con lo que yo podría decir si quisiera! --afirmó la Duquesa con orgullo.
--¡Por favor, no se moleste en decirlo de una manera más larga! --imploró Alicia.
--¡Oh, no hables de molestias! --dijo la Duquesa--. Te regalo con gusto todas las cosas que he dicho hasta este momento.
«¡Vaya regalito!», pensó Alicia. «¡Menos mal que no existen regalos de cumpleaños de este tipo!» Pero no se atrevió a decirlo en voz alta.
--¿Otra vez pensativa? --preguntó la Duquesa, hundiendo un poco más la afilada barbilla en el hombro de Alicia.
--Tengo derecho a pensar, ¿no? --replicó Alicia con acritud, porque empezaba a estar harta de la Duquesa.
--Exactamente el mismo derecho dijo la Duquesa-- que el que tienen los cerdos a volar, y la mora...
Pero en este punto, con gran sorpresa de Alicia, la voz de la Duquesa se perdió en un susurro, precisamente en medio de su palabra favorita, «moraleja», y el brazo con que tenía cogida a Alicia empezó a temblar. Alicia levantó los ojos, y vio que la Reina estaba delante de ellas, con los brazos cruzados y el ceño tempestuoso."
El final, a pesar de que llegan al mismo punto, es mucho más efectivo y catártico en la obra de Dodgson.
Es una historia inmortal, que cada vez que se lea se encontrarán otros detalles e interpretaciones; no en balde Tim Burton la llevará a la pantalla y Marylin Manson hará lo mismo pero con la vida y obra de Lewis Carroll (Fantasmagoria).
Cuando vean la versión de Disney, les recomiendo que le pongan el audio en inglés: acertadamente utilizaron inglés británico; y si les interesa el libro, les recomiendo la edición de Porrúa (incluye Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo) con las ilustraciones originales y prólogo de Sergio Pitol.
"Alicia... es la venganza inconsciente y a largo plazo del niño zurdo contra la sociedad organizada" Sergio Pitol.
Como en la mayoría de los casos, el libro -de Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll)- es mucho más rico.
La historia original, publicada en 1865, es una dura, pero creativa y fresca crítica a la sociedad y al sistema educativo inglés victoriano.
"Alicia es un átomo de inteligencia crítica, de sentido común y generosidad... hace comentarios cáusticos, candorosos sobre la política, la guerra, la administración de la justicia, la identidad personal, el espíritu académico, la educación, las relaciones humanas..."
Por obvias razones, Disney no pudo transmitir esos sentimientos para el público americano.
Lo que si aprovechó y dió rienda suelta fue a la la locura, a lo absurdo, a lo sin sentido (non-sense) de la obra.
Alicia... puede leerse de diferentes formas; está llena de simbolismos.
¿Por qué nos cae mal o nos resulta extraña la conducta de Alicia?
Porque a pesar de ser una niña, no se comporta como tal.
Cualquier niño de su edad al encontrarse en ese mundo fantástico y rodeado de esos personajes maravillosos estaría más que feliz y se quedaría allí.
Alica no; juzga y critica todo.
Eso es lo que nuestra sociedad y nuestro sistema educativo está haciendo con los niños: los despoja del sentido del asombro y los llena de una serie de conocimientos y preconceptos inútiles y absurdos que limitan la increíble mente infantil.
Queremos que nuestros niños sean "normales".
En general Disney hace una muy buena adaptación de la historia, aunque le agrega elementos de la segunda parte llamada Alicia a través del espejo y quita varios -algunos maravillosos- de la historia original.
Una escena inmortal es cuando Alicia platica con el gato de Chesire. En el libro se desarrolla mucho mejor:
"El Gato, cuando vio a Alicia, se limitó a sonreír. Parecía tener buen carácter, pero también tenía unas uñas muy largas Y muchísimos dientes, de modo que sería mejor tratarlo con respeto.
--Minino de Cheshire --empezó Alicia tímidamente, pues no estaba del todo segura de si le gustaría este tratamiento: pero el Gato no hizo más que ensanchar su sonrisa, por lo que Alicia decidió que sí le gustaba--.
Minino de Cheshire, ¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
--Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar --dijo el
Gato.
--No me importa mucho el sitio... --dijo Alicia.
--Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes --dijo el Gato.
--... siempre que llegue a alguna parte --añadió Alicia como explicación.
--¡Oh, siempre llegarás a alguna parte --aseguró el Gato--, si caminas lo suficiente!
A Alicia le pareció que esto no tenía vuelta de hoja, y decidió hacer otra pregunta:
¿Qué clase de gente vive por aquí?
--En esta dirección --dijo el Gato, haciendo un gesto con la pata derecha-- vive un Sombrerero. Y en esta dirección --e hizo un gesto con la otra pata-- vive una Liebre de Marzo. Visita al que quieras: los dos están locos.
--Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca --protestó Alicia.
--Oh, eso no lo puedes evitar --repuso el Gato--. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
--¿Cómo sabes que yo estoy loca? --preguntó Alicia.
--Tienes que estarlo afirmó el Gato--, o no habrías venido aquí.
Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas:
--¿Y cómo sabes que tú estás loco?
--Para empezar -repuso el Gato--, los perros no están locos. ¿De acuerdo?
--Supongo que sí --concedió Alicia.
--Muy bien. Pues en tal caso --siguió su razonamiento el Gato--, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco."
A pesar de que el gato parece estar loco de remate, es el personaje más cuerdo de la historia.
El diálogo es maravilloso y lleno de una profundidad palpable.
La película prescinde de un personaje maravilloso: La Duquesa.
En la siguiente escena, se critica a todas esas historias infantiles llenas de moralejas:
"--¡No sabes lo contenta que estoy de volver a verte, querida mía! --dijo la Duquesa, mientras cogía a Alicia cariñosamente del brazo y se la llevaba a pasear con ella.
Alicia se alegró de encontrarla de tan buen humor, y pensó para sus adentros que quizá fuera sólo la pimienta lo que la tenía hecha una furia cuando se conocieron en la cocina. «Cuando yo sea Duquesa», se dijo (aunque no con demasiadas esperanzas de llegar a serlo), «no tendré ni una pizca de pimienta en mi cocina. La sopa está muy bien sin pimienta... A lo mejor es la pimienta lo que pone a la gente de mal humor», siguió pensando, muy contenta de haber hecho un nuevo descubrimiento, «y el vinagre lo que hace a las personas agrias.,. y la manzanilla lo que las hace amargas... y... el regaliz y las golosinas lo que hace que los niños sean dulces. ¡Ojalá la gente lo supiera! Entonces no serían tan tacaños con los dulces...»
Entretanto, Alicia casi se había olvidado de la Duquesa, y tuvo un pequeño sobresalto cuando oyó su voz muy cerca de su oído.
--Estás pensando en algo, querida, y eso hace que te olvides de hablar. No puedo decirte en este instante la moraleja de esto, pero la recordaré en seguida.
--Quizá no tenga moraleja --se atrevió a observar Alicia.
--¡Calla, calla, criatura! -dijo la Duquesa--. Todo tiene una moraleja, sólo falta saber encontrarla.
Y se apretujó más estrechamente contra Alicia mientras hablaba. A Alicia no le gustaba mucho tenerla tan cerca: primero, porque la Duquesa era muy fea; y, segundo, porque tenía exactamente la estatura precisa para apoyar la barbilla en el hombro de Alicia, y era una barbilla puntiaguda de lo más desagradable.
Sin embargo, como no le gustaba ser grosera, lo soportó lo mejor que pudo.
--La partida va ahora un poco mejor --dijo, en un intento de reanudar la conversación.
--Así es --afirmó la Duquesa--, y la moraleja de esto es... «Oh, el amor, el amor. El amor hace girar el mundo.»
--Cierta persona dijo --rezongó Alicia-- que el mundo giraría mejor si cada uno se ocupara de sus propios asuntos.
--Bueno, bueno. En el fondo viene a ser lo mismo --dijo la Duquesa, y hundió un poco más la puntiaguda barbilla en el hombro de Alicia al añadir--: Y la moraleja de esto es...
«¡Qué manía en buscarle a todo una moraleja!», pensó Alicia.
--Me parece que estás sorprendida de que no te pase el brazo por la cintura --dijo la Duquesa tras unos instantes de silencio--. La razón es que tengo mis dudas sobre el carácter de tu flamenco. ¿Quieres que intente el experimento?
--A lo mejor le da un picotazo --replicó prudentemente Alicia, que no tenía las menores ganas de que se intentara el experimento.
--Es verdad --reconoció la Duquesa--. Los flamencos y la mostaza pican. Y la moraleja de esto es: «Pájaros de igual plumaje hacen buen maridaje».
--Sólo que la mostaza no es un pájaro --observó Alicia.
--Tienes toda la razón --dijo la Duquesa--. ¡Con qué claridad planteas las cuestiones!
--Es un mineral, creo --dijo Alicia.
--Claro que lo es --asintió la Duquesa, que parecía dispuesta a estar de acuerdo con todo lo que decía Alicia--. Hay una gran mina de mostaza cerca de aquí. Y la moraleja de esto es...
--¡Ah, ya me acuerdo! --exclamó Alicia, que no había prestado atención a este último comentario--. Es un vegetal. No tiene aspecto de serlo, pero lo es.
--Enteramente de acuerdo --dijo la Duquesa--, y la moraleja de esto es: «Sé lo que quieres parecer» o, si quieres que lo diga de un modo más simple: «Nunca imagines ser diferente de lo que a los demás pudieras parecer o hubieses parecido ser si les hubiera parecido que no fueses lo que eres».
--Me parece que esto lo entendería mejor --dijo Alicia amablemente-- si lo viera escrito, pero tal como usted lo dice no puedo seguir el hilo.
--¡Esto no es nada comparado con lo que yo podría decir si quisiera! --afirmó la Duquesa con orgullo.
--¡Por favor, no se moleste en decirlo de una manera más larga! --imploró Alicia.
--¡Oh, no hables de molestias! --dijo la Duquesa--. Te regalo con gusto todas las cosas que he dicho hasta este momento.
«¡Vaya regalito!», pensó Alicia. «¡Menos mal que no existen regalos de cumpleaños de este tipo!» Pero no se atrevió a decirlo en voz alta.
--¿Otra vez pensativa? --preguntó la Duquesa, hundiendo un poco más la afilada barbilla en el hombro de Alicia.
--Tengo derecho a pensar, ¿no? --replicó Alicia con acritud, porque empezaba a estar harta de la Duquesa.
--Exactamente el mismo derecho dijo la Duquesa-- que el que tienen los cerdos a volar, y la mora...
Pero en este punto, con gran sorpresa de Alicia, la voz de la Duquesa se perdió en un susurro, precisamente en medio de su palabra favorita, «moraleja», y el brazo con que tenía cogida a Alicia empezó a temblar. Alicia levantó los ojos, y vio que la Reina estaba delante de ellas, con los brazos cruzados y el ceño tempestuoso."
El final, a pesar de que llegan al mismo punto, es mucho más efectivo y catártico en la obra de Dodgson.
Es una historia inmortal, que cada vez que se lea se encontrarán otros detalles e interpretaciones; no en balde Tim Burton la llevará a la pantalla y Marylin Manson hará lo mismo pero con la vida y obra de Lewis Carroll (Fantasmagoria).
Cuando vean la versión de Disney, les recomiendo que le pongan el audio en inglés: acertadamente utilizaron inglés británico; y si les interesa el libro, les recomiendo la edición de Porrúa (incluye Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo) con las ilustraciones originales y prólogo de Sergio Pitol.
"Alicia... es la venganza inconsciente y a largo plazo del niño zurdo contra la sociedad organizada" Sergio Pitol.
Como un dato curioso, existe un desorden neurológico conocido como:
Síndrome de Alicia en el país de las maravillas.
La persona que sufre este desorden percibe los objetos más grandes (macropsia) o más chicos (micropsia) de su forma normal en una clara alusión a las bebidas y alimentos que engrandecen y empequeñecen a Alicia a lo largo de la obra.
uyyy!!, a mi se me hace que alguien se tardo toda la tarde escribiendo su post/reseña/critica/nota/noticia/documental jaja, leí una buena parte, pero me quede dormido, y desperte y decidi, no leer mas.
ResponderEliminarDe hoy en adelante te llamaré Toño-Alicio
ResponderEliminarMe cayó bien Alicia, pq me la imagino, a pesar de todos sus convencionalismos, corriendo atrás del conejo blanco.
ResponderEliminarMe gusta la dualidad de los conejos: parecen seres tiernos, pero un simple cambio en sus facciones los convierte en seres diabólicos
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